Editorial

El mundo reclama más transparencia a China ante la escalada de contagios

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El estallido de contagios tras el final de la política de covid cero augura meses complicados en China. El abrupto giro en las políticas de control del virus, junto a una tasa de vacunación muy insuficiente y la inmunidad colectiva casi inexistente, ha dejado al gigante asiático en las garras de una ola de positivos sin precedentes, causando congestión en hospitales y crematorios. Mientras los epidemiólogos predicen que este invierno podría haber más de un millón de muertos por coronavirus, arrecian internamente las críticas contra el presidente Xi Jinping por su falta de previsión tras el drástico cambio de métodos. Preocupa especialmente la situación de los ancianos porque solo uno de cada cuatro mayores de 80 años tiene la pauta completa de vacunación. Y esto justo cuando, por primera vez desde el año 2020, los chinos pueden viajar libremente para celebrar el año nuevo lunar, la festividad más importante del país que se estima que movilizará a más de 2.000 millones de viajeros. Es impredecible el impacto que tendrá esta migración multitudinaria en la evolución de la pandemia, pero en el resto del mundo la preocupación crece a la par que las dudas sobre la falta de transparencia de las cifras chinas y sobre la posible aparición de nuevas variantes. 

La explosión de casos conlleva un incremento de la probabilidad de que aparezcan mutaciones con características indeseables, como mayor transmisibilidad, escape a las defensas inmunitarias obtenidas por infecciones previas o vacunación, o gravedad de la propia infección. Los datos facilitados por Pekín nos dicen que todas las variantes identificadas hasta ahora están asociadas a linajes conocidos de ómicron, lo que no supondría un gran problema. Pero los expertos apelan a la prudencia. Primero, porque ya nadie se cree nada de lo que sale de un régimen que en tres años de pandemia se ha esmerado en el ocultamiento de pruebas y, en definitiva, de la verdad. Y también porque en el país asiático no se hace un número suficiente de secuenciaciones genéticas de los positivos. Mantiene la OMS que hasta ahora ninguna mutación significativa ha sido identificada, aunque a la vez insta a no ser complacientes y a seguir adoptando medidas de precaución proporcionadas.

Eso es lo que han hecho la mayoría de países de la UE al reforzar los controles fronterizos con la exigencia de la presentación de test negativos a los viajeros procedentes de China, cuyas autoridades amenazan con represalias. Esa airada reacción es cuando menos insultante, máxime cuando procede de un país que no ha emitido visados de turista durante casi tres años y que ha impuesto estrictas cuarentenas obligatorias. Y sorprende más cuando, desde la aparición del virus en Wuhan en diciembre de 2019, los chinos han mostrado una absoluta falta de transparencia, obstruyendo investigaciones y alimentando día tras día los recelos de la comunidad internacional. Por eso, ante la falta de información sólida es fundamental establecer una estricta vigilancia sanitaria internacional para que no vuelva a resurgir una pandemia que ni mucho menos se puede dar por resuelta.