Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


RR.SS. y M.P.

02/09/2021

He de confesar que las redes sociales me causan una mezcla de interés y apatía. Por un lado son una ventana abierta a una globalidad subjetiva y objetiva. Son el zoco milenialista en el que te encuentras desde el que vende un chambergo de segunda mano hasta el que se empeña en convencerte de la idoneidad de sus postulados. Adornemos este espacio con el maravilloso mundo de los recuerdos que nos traen cada cierto tiempo y nos encontramos con un lugar en el que nunca te sientes extraño. Pero en la parte más oscura de ese mercado nos topamos con la estrecha calle en la que sobreviven todo tipo de haters, trolls y demás fauna indeseable (desde este punto de vista) que nos obliga a escapar haciendo fú como el gato.
Prefiero quedarme con lo positivo. Las RR.SS. son también un punto de encuentro de opiniones e informaciones que, bien entendidas, enriquecen un debate que, sí o sí, debe ser constructivo. Y si lo centramos en lo próximo, en lo local, en lo nuestro, sirve también de pulso para saber cuál es la opinión de la ciudadanía sobre el estado, en general, del espacio común que compartimos.
Pues bien, en las últimas jornadas he encontrado un maravilloso debate a raíz del lamentable estado en el que se encuentra la estatua del benefactor Lucas Aguirre, obra del genial y siempre recordado Luis M.P., sita en el céntrico parque de San Julián. Cierto es que esta situación no es nueva. Amparados en una pésima educación, un nulo control y una ubicación escondida, los amigos del spray se dedican, cada cierto tiempo, a «adornar» lo ya bello de por sí.
Es lógico pensar que, ante el hartazgo derivado de la persistencia en la degradación, haya una nutrida corriente de vecinos que piensen en el traslado de estas imágenes a un lugar más seguro, o más vigilado.  Y también es lógica la postura del que piensa que no se debe ceder a la barbarie y sí adoptar las medidas correctoras que permitan seguir disfrutando de la colección escultórica de nuestras calles, de importancia capital aunque desconocida. Hoy se agrede la escultura del recordado benefactor, mañana cualquier otro espacio.
Quizá sea el momento de reclamar, a quien tenga competencia en esta materia, la creación de una ruta imaginera por las calles de la ciudad que permita conocer autoría de la obra e identidad del representado o de lo rememorado. Vamos, como ocurre en otras ciudades. Creada esa ruta habría que mantenerla y lo que es más importante, supervisarla. No sé si habría que invertir en material antigraffiti o crear un grupo de limpieza exclusivamente dedicado a mantener nuestro patrimonio o incluso a su vigilancia. No obstante, la mejor manera de conservarlo es, sin lugar a dudas, la educación pero este es un árbol que crece lento y el problema lo tenemos aquí y ahora.  Decía Cervantes en el Quijote que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho. Apliquémoslo. Enseñemos a nuestros jóvenes nuestra riqueza cultural, qué y quién representa, hagamos que lo vean in situ. Quizá de esta manera sean capaces de respetar lo común.