Editorial

Los países del norte ponen a prueba la esencia del proyecto europeo

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Las respuestas que la UE está llamada a ofrecer en este momento tan crucial deben estar en consonancia con su historia

Las perspectivas de un acuerdo en el Consejo Europeo que se celebra este fin de semana, la primera cumbre presencial desde el inicio de la pandemia, no son nada alentadoras para los intereses que defiende España ante sus socios. La postura de los autodenominados países frugales (Suecia, Austria, Dinamarca y Holanda) no ha cambiado ni un milímetro en las últimas semanas, lo que confirma que el acuerdo en esta cita entre los 27 será muy complicado, por no decir imposible. El reparto del fondo de reconstrucción de 750.000 millones y el presupuesto plurianual de la UE para el periodo 2021-2027 están sobre la mesa, pero la fractura entre el norte y el sur sigue siendo tan profunda que hasta el propio presidente del Consejo Europeo duda de que pueda llegarse a un acuerdo pronto, lo que sin duda agravaría los costes de la crisis. 

Pedro Sánchez certificó hace una semana, tras el fracaso de la candidatura de Nadia Calviño para presidir el Eurogrupo, que el respaldo de Alemania y Francia ya no es suficiente garantía de nada en el espinoso juego de equilibrios de fuerzas e intereses en la UE. Y, más que previsiblemente, volverá a comprobarlo este próximo fin de semana en Bruselas, cuando se tope con el rechazo de los países del norte al plan de rescate para paliar los efectos de la crisis económica causada por el coronavirus. Consciente de las dificultades para llegar a un acuerdo beneficioso para España ha desplegado en las últimas horas una intensa agenda por el viejo continente. Se ha vuelto a encontrar con el respaldo de Angela Merkel y Emmanuel Macron, pero en Holanda y Suecia sus homólogos le han subrayado las líneas rojas: endurecer las condiciones para que haya transferencias directas y extremar las condiciones sobre el control del dinero. En otras palabras, estricto control de la deuda con ajustes presupuestarios, mantener la reforma del mercado laboral y garantizar la sostenibilidad de las pensiones. Las ayudas estarán supeditadas a la puesta en marcha de las reformas comprometidas. No habrá ayudas a fondo perdido sin esas condiciones. 

Es crucial que la decisión sobre el plan de reconstrucción se tome cuanto antes y no se vea afectada por un compromiso a la baja. Sería inaceptable no solo desde un punto de vista económico sino también moral. Las respuestas que la UE está llamada a ofrecer en este momento tan crucial deben estar en consonancia con su historia. «Europa no se hará de una sola vez o de acuerdo a un plan único. Se construirá mediante logros concretos que creen, en primer lugar, una solidaridad de hecho». Esa propuesta de la Declaración de Schuman, presentada en 1950 y convertida en texto de partida para la creación de la UE, debería aplicarse ahora con toda decisión. Solo unidos podremos hacer que Europa vuelva a ser fuerte. Los intereses nacionales serían en este momento anacrónicos e ineficaces. O todos ganamos o todos perdemos.