Nuevos grabados rupestres en la Cueva de los Casares

b. palancar ruiz
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Los investigadores localizan en las últimas catas llevadas a cabo en el interior de la cavidad 15 piezas, seis restos óseos y tres carbones, elementos que se enviarán a laboratorios especializados de Oxford y Colonia

Nuevos grabados rupestres en la Cueva de los Casares - Foto: Florencia Foresi

Hace quince días, los investigadores de la Universidad del Alcalá salían de la Cueva de los Casares con buenas sensaciones. Es la cuarta campaña de excavación en el interior del yacimiento por el proyecto de investigación sobre el Paleolítico que está llevando a cabo Alcalá en colaboración con las universidades de Colonia, Complutense y el Neandertal Museum desde 2014.

Como ya hicieron en 2018, los expertos se han situado a los pies de los grabados prehistóricos. Ahora, en dos puntos diferentes de la cavidad, senos A y B, para tratar de recoger el mayor número de restos posibles de los estratos de la tierra con el objetivo de que estos ayuden a datar el momento en el que se realizaron grabados y pinturas.

«Tenemos una idea de que esos grabados se hicieron entre 26.000 y 17.000 años antes de hoy. Pero queremos centrarlo más», declara el profesor Javier Alcolea, uno de los responsables de dirigir la investigación de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) junto al también docente Manuel Alcaraz.  

Los restos encontrados se están clasificando en el laboratorio. Se trata de 15 piezas, seis restos óseos que pertenecerían a animales y tres carbones. Estas últimas nueve muestras se analizarán en centros especializados, Oxford y Colonia, para someterlos a procedimientos de datación, como el Carbono 14, con los que es posible conocer la fecha de antigüedad de un material. Los resultados de estos análisis, ya adelanta Javier Alcolea, tardarán cinco o seis meses desde que se envíen en el mes de septiembre. Y es que, a finales de ese mes, un micromorfólogo experto en realizar estudios sedimentológicos se desplazará hasta Riba de Saelices para practicar nuevos análisis.

«Presentamos un proyecto a la Junta y tenemos dos proyectos más con el Consejo Europeo de Investigación y otro del Ministerio de Economía. Con ellos, lo que hemos intentado desde 2018 es contextualizar las grafías rupestres porque están sin estudiar desde 1935. Otra parte del proyecto es datar las pinturas negras que se encuentran en el seno C, muy mal conservadas, que teóricamente se han realizado con carbón», explica Javier Alcolea.

No es nada sencillo. El profesor mantiene que la concentración de partículas de carbón es tan pequeña que, hasta hoy, no ha sido posible especificar una datación concreta. Los huesos encontrados en campañas anteriores tampoco conservaban colágeno. Pero confían en que los materiales extraídos este verano sí que sean óptimos.

Eso sí, con los datos que ya tienen encima de la mesa, los investigadores afirman que «nuestra especie no vivió en la cueva. Sabemos que no es un yacimiento de habitación en sentido estricto, que ha habido una frecuentación por grupos de neandertales», que podrían haber vivido en la entrada de la cavidad, pero eso es un aspecto que no se puede constatar científicamente, más allá de pequeñas evidencias, porque el suelo de la parte exterior está totalmente arrasado.

 «En la última campaña no hemos encontrado útiles. Sí, soportes laminares diferentes a los del mundo neandertal y que nos permite pensar que están en una posición estratigráfica inmediatamente por encima de Paleolítico Medio, y justo por debajo de Prehistoria reciente», mantiene Javier Alcolea

importancia. «Si hiciéramos un ranking, por número, tamaño y calidad gráfica los grabados, es una de las cuatro cuevas más importantes de Europa. Pero en realidad no tiene nada de especial. Entra dentro de los cánones de lo que es el Arte Paleolítico clásico de Europa. De hecho, se puede relacionar muy bien con el norte de la Península Ibérica y tiene cosas específicas de la Meseta» en clara referencia a las figuras de antropomorfos porque, para Alcolea, «parecen un modismo regional» ya que también están en la cercana Cueva de la Hoz.

El proyecto de la UAH es el segundo que se desarrolla en la Cueva de los Casares. En los años 60, la Universidad de Zaragoza realizó una intervención, que se puede ver en la visita, en la que se encontró el único resto humano que ha aparecido: «Es un trozo de metacarpiano, un trozo de dedo, que en la época se dató que tenía entre 70 y 80 mil años de antigüedad. Morfológicamente pertenecería al hombre de Neandertal, cuya presencia queda constatada en el interior de la caverna durante el Paleolítico Medio y Superior», señala el guía actual, Carlos Loscos.

Sobre su relevancia, Javier Alcolea afirma que «es muy desconocida» y muestra la disposición de la UAH a colaborar para enriquecer la visita turística, ya que los investigadores están realizando modelos 3D de los paneles donde se encuentran los grabados basándose en fotografías y mapas topográficos que realizan en su interior. Pero advierte que, primero, tiene que finalizar su investigación. «Hay que trabajarlo bastante y hemos empezado ahora, por lo que nos quedan cuatro o cinco años en el interior para el estudio de los grabados».  

Hasta el momento, si había unas 80 figuras de época prehistórica censadas oficialmente por los estudios que realizó Juan Cabré en los años 30, Javier Alcolea confirma que la tecnología disponible hoy en día permite multiplicar por cinco esa cifra, distinguiéndolas, claro está, de los cientos de grafitis realizados durante la Guerra Civil sobre algunos grabados paleolíticos.