Punto de encuentro

Leo Cortijo
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Rosana lleva las riendas de un 'emblema' de la arteria principal de la ciudad. El quiosco Bonilla es toda una institución en la calle Carretería. En él se dan cita pequeños y mayores... Vayas cuando vayas, hay gente.

Punto de encuentro - Foto: Reyes Martínez

Alza la persiana de su negocio todos los días puntualmente a las siete y media de la mañana. Por delante aguardan –exceptuando el margen de tiempo establecido para comer–, más de 13 horas sin parar. Non-stop, que dirían los modernos... Y más ahora que su marido, con el que regenta el establecimiento, no puede atenderlo como le gustaría por una cuestión personal. Rosana repite el ritual de todos los días. Coloca con mimo los diarios y las revistas en sus estanterías, así como en el pequeño escaparate para que el ávido lector de información pueda leer los titulares que trae la prensa.

Parece increíble, por cierto, que en tan pequeño espacio físico pueda caber tanto contenido. Eso habla a las claras de lo bien ordenado que está el coqueto negocio del que lleva las riendas, santo y seña de la principal arteria de Cuenca. El quiosco Bonilla, como toda la vida se le ha conocido, es un referente en la calle Carretería. No hay conquense que, al menos una vez en la vida, no haya estado en los apenas dos metros cuadrados de local. Comprar el periódico, echar la Quiniela o coger un juguetillo para el nieto se convierte casi en un acto reflejo para muchos de los que pasan por su puerta. Que no son ni uno ni dos, por cierto. Rosana, de hecho, dice que nunca se ha parado a contar la cantidad de gente que ve cruzar porque pueden ser miles a lo largo de un día.

Natural del pequeño municipio de La Frontera, esta entusiasta quiosquera cambió de registro como el que pasa del negro al blanco. Después de más de 20 años dedicada en cuerpo y alma a la hostelería, hace tan solo cuatro colgó esos trastos para dedicarse a estos otros. En este sentido, subraya que hay algo en común. Un «pilar maestro» que sustenta la clave de bóveda de éste y de cualquier negocio que funciona de cara al público: el trato con la gente. En ese capítulo, reconoce que tiene mucho terreno ganado, y es que lo hace como el que cose y canta. Tiene un don de gentes maravilloso...

Por eso, no es de extrañar que su particular 'parroquia' sea tan «fiel» y que «cada día» lo sea incluso «más». Para todo en la vida hay que valer... Y todo tiene su mérito. Sobre estos cimientos ha levantado Rosana su quiosco hasta convertirlo en un «punto de encuentro» para muchos vecinos. A todos o casi todos, dice, les saluda por su nombre, y es que la amistad trasciende el ámbito comercial. Es más, algunos les cuentan «sus cosas» y hasta se establece un «vínculo» muy especial. 

Eso sí, las conversaciones no pueden alargarse mucho en el tiempo, y es que en el quiosco Bonilla hay una ley no escrita que dice que siempre hay gente. Y si no es así, no pasan ni 30 segundos hasta que entra por la puerta el siguiente cliente. Doy fe. Si no lo conocen –que lo dudo–, les animo a que hagan la prueba. Allí les atenderá la simpática Rosana, como viene haciendo durante los últimos cuatro años. Desde que sale el sol y hasta que se pone.

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