Manuel Mingo, misionero conquense en Bolivia

Redacción
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Manuel Mingo, misionero conquense en Bolivia

La figura del franciscano y misionero conquense Manuel Mingo ha estado olvidada durante mucho tiempo. La historia hispánica de la evangelización americana habla de cientos, miles de españoles que se embarcaron hasta llegar a las inmensas y lejanas Indias para civilizar y evangelizar a los pueblos aborígenes. 

Hace pocos años, la profesora de la Universidad de Extremadura, Purificación Gato, recogía en un libro las vicisitudes vitales y espirituales del franciscano y misionero Manuel Mingo. El conquense fue, mucho tiempo antes, glosado por el también franciscano y coetáneo suyo Antonio Comajuncosa Hortet, comisario prefecto de las veintiuna reducciones que dependían del Colegio de Tarija (actual Bolivia) y que escribió y publicó «Memoria de los religiosos de este Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de la Villa de Tarija: sus títulos, empleos y méritos adquiridos desde su agregación hasta su fallecimiento, o desafiliación; empieza por los que actualmente...» del que se puede rastrear el currículum vital del misionero conquense.

Nacido y acristianado. Los padres de Manuel Mingo fueron vecinos conquenses, llamados Cristóbal Mingo y Gregoria Herraiz. Fray Manuel de la Concepción nació en Cuenca, entonces Castilla la Nueva, en 1726, siendo bautizado en la parroquia de Santa Cruz (en la actualidad alberga la Colección Roberto Polo) por el presbítero Luis izquierdo, siendo su padrino Manuel de Castro.

Manuel Mingo pasó su infancia y preadolescencia en Cuenca. Poco o nada se sabe de esta etapa vital hasta su toma de los hábitos en la orden franciscana de Murcia, en 1742. Su labor en el convento murciano fue la de atender espiritualmente las ermitas que circundaban su convento. Años más tarde será ordenado por el obispo de Albarracín con la tonsura clerical y más tarde será nombrado Diácono… En 1750, en la localidad de Tarancón, con 24 años, es ordenado sacerdote por el Obispo Diego Martínez Garrido de Trica y a la vez recibe la patente para ir a misionar a las Indias españolas.

En 1752 embarca desde España hacía las costas del virreinato del Río de la Plata junto a otros misioneros franciscanos; un viaje lleno de contratiempos, cuyas vidas corrieron peligro debido a lo cerca que estuvieron de naufragar ante las costas conocidas como «el infierno de los navegantes».

Manuel Mingo emprendió viaje y cruzó en acémila la distancia entre Buenos Aires y Tarija (Bolivia), localidad en la que desarrolló su actividad misionera siendo uno de los fundadores del Colegio Misionero de Tarija, en 1755, y de la Reducción de las Salinas; también fue cronista y guardián del Colegio. Sus biógrafos destacan como muy meritorio en su haber el que fuese comisario recolector de misioneros de España a Indias. El conquense viajó en varias ocasiones a la metrópoli para reclutar futuros misioneros franciscanos españoles y así  reforzar y perpetuar la labor realizada en el Colegio Franciscano de Tarija. 

No cabe duda que el esfuerzo, habilidad y preparación demostrada por el franciscano conquense le situaron en lo más «alto» como Comisario, realizando la función más importante y considerada dentro del mundo franciscano. Gracias al trabajo de Purificación Gato en el archivo general de Indias sabemos cómo fue físicamente nuestro paisano misionero. En los viajes a ultramar de los pasajeros a la América española se requería una especie de informe completo con los detalles del religioso, edad, origen, estudios, destino… y finalmente una descripción física del viajero, que en el caso de Mingo decía: «El padre Fray Manuel de la Concepción tiene 62 años. Cuerpo regular; barba y pelo cano; algunas arrugas en la cara; ojos garzos».

Manuel Mingo dejó escrita una obra fundamental para el mundo misionero de la época, Instrucción para saber con acierto traer misión de España para este Colegio de Tarija cuando haya necesidad, donde plasma la experiencia de su venida a España y vuelta a Tarija como Comisario colector. Este texto explica cómo el misionero lidiaba con el todopoderoso Consejo de Indias además de describir la ruta y el viaje desde Tarija a Jujuy, Tucumán y Córdoba hasta llegar a Buenos Aires y Montevideo, donde se embarcaba hacia la España europea…; sin olvidar la importante labor de habilidad e inteligencia de la que hacía gala el comisario en circunstancias donde el soborno, el engaño y la mentira eran moneda de cambio habitual…

Su única obra publicada nos ha permitido conocer, además, el funcionamiento de la vida en el Convento de San Francisco el Grande de Madrid; edificio que acogía el Cuarto de Indias, especie de «residencia» donde los misioneros ultramarinos vivían y hacían los trámites con la Corona española y así poder realizar con éxito los fines últimos de llevar nuevos misioneros para evangelizar y civilizar a los pueblos amerindios.