José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


La importancia de poder tomar un café a tiempo

10/03/2022

Una tarde, hace ya mucho tiempo, cuando yo era director del Teatro Auditorio de Cuenca, estábamos esperando la llegada de un famoso cantautor español que parecía estar retrasándose un poco. Al fin apareció y sin dejar que pudiera saludarlo, como era mi intención, lanzó un grito estentóreo acompañado de una gesticulación acorde con su irritación: «¡Vaya autovía tenéis por aquí! ¡No hay un mal sitio en que parar, tomar un café y mear!». Sentí que debía defender el buen nombre de Cuenca y le argumenté: «Es que la autovía es nueva y todavía no les ha dado tiempo a preparar un área de servicio. La próxima vez que vengas ya no tendrás ese problema». El tiempo ha seguido pasando, el famoso cantautor ya está muerto y enterrado pero si hubiera vuelto a actuar aquí habría encontrado que la autovía entre Cuenca y Tarancón sigue sin tener un área de servicio en el que los viajeros puedan satisfacer cualquier necesidad, las que sean.
Como es natural, no conozco todas las autovías que cruzan los territorios de este país pero sí puedo decir que en ningún caso he viajado 80 kilómetros sin poder repostar combustible o entrar en una cafetería lo que me lleva a creer que la nuestra es una situación excepcional y anómala. La antigua carretera tenía tres puntos para repostar: Naharros, Carrascosa del Campo y Paredes; sólo sobrevive la segunda, pero dentro del pueblo, lo que obliga a salir de la autovía y perder unos cuantos minutos en ese proceso, algo que no gusta a todo el mundo y eso sin tener en cuenta que tal instalación tiene un horario limitado con lo que uno se puede llevar la sorpresa de encontrarla cerrada.
80 kilómetros hay también entre Cuenca y Tragacete, por la que es la primera carretera turística de la provincia. Aquí si había una gasolinera intermedia, en Villalba de la Sierra; había, porque ya no está, de manera que como en el caso anterior, quienes pretendan hacer esa excursión tienen que cubrir bien el depósito de combustible antes de empezar el viaje. En este caso, por lo menos, el otro problema que irritaba al cantautor, el de las necesidades humanas, sí se puede satisfacer porque afortunadamente hay varios establecimientos en los que se puede encontrar ayuda.
Estoy hablando, como es lógico, de actividades comerciales sujetas a la oferta y la demanda, aunque en el caso de las autovías hay una intervención previa de la administración pública para señalar el punto en que se deben ubicar las áreas de servicio y parece obvio que en el caso de la A-40 tal cosa no se ha hecho. Pero cualquiera que sea el supuesto la consecuencia es que no se está prestando un servicio a cargo de una empresa particular y cuando tal cosa ocurre los responsables de la cosa pública deberían plantearse algún tipo de intervención correctora que, o bien supla a la iniciativa privada o la estimule de algún modo para que cubra la necesidad localizada. El tema, por supuesto, tiene una amplia derivación hacia otros muchos aspectos de la vida colectiva, como estamos viendo en las últimas semanas, en que parece haberse desatado una carrera para liquidar y cerrar servicios comerciales en entidades privadas. Previamente se encargaron de liquidar la estructura que mantenía el Estado (bancos, telefonía, combustible, correos) con el argumento de que la empresa privada lo haría mejor y con menos coste. Ya estamos viendo el resultado.
La tímida reacción de algunos Ayuntamientos, facilitando la apertura del único bar del pueblo o buscando un mecanismo que permita instalar un cajero automático son iniciativas muy loables, que deberían extenderse a todos los problemas que puedan suscitar los apóstoles del neoliberalismo a ultranza, con los bancos a la cabeza, que ponen por delante de todo la rentabilidad y los costes a la vez que nos inundan con noticias sobre las cuantiosas ganancias obtenidas el año pasado. 
Vuelvo al tema inicial de este artículo. Cada dos por tres nos sueltan un discurso sobre la bondad del turismo, la importancia del turismo, el futuro del turismo en Cuenca. Un turismo sin gasolineras, sin áreas de servicio, sin oficinas de información, sin cajeros automáticos, sin la necesaria y adecuada infraestructura que se debe poner a disposición de quienes viajan. Como ocurre en cualquier lugar que pretende, de verdad y no solo de boquilla, mantener un turismo de calidad y abundante.