Cuenca ya resta los días para su «gran semana»

Leo Cortijo
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Después de mucho tiempo, lágrimas y anhelos, la comunidad 'semanasantera' emerge «con más fuerza que nunca» y en las calles de la ciudad ya se «respira» el ambiente nazareno a falta de un mes para las procesiones.

Cuenca ya resta los días para su «gran semana» - Foto: Reyes Martinez

A muchos la cuenta atrás se les está haciendo eterna. Miran el calendario y comprueban cómo cada día que resta pesa como una losa en su ánimo. Son tantas las ganas de escuchar a las trompetas y los tambores de la banda de la Junta de Cofradías romper el silencio de una Cuenca nazarena presa por la pandemia, que cada segundo cuenta. Son, exactamente, 34 días los que separan a la comunidad semanasantera del primer golpe de horquilla. ¿Qué son cinco semanas cuando llevamos esperando, en algunos casos, hasta cuatro años? La ilusión está por las nubes. Nubes, precisamente, a las que se mira como única amenaza temible real en el horizonte una vez despejada la incógnita de la pandemia que, con toda la cautela del mundo, parece haber pasado a mejor vida. Por fin.

Las hermandades ya han movido ficha. Nunca han dejado de hacerlo, pero a estas alturas del año, habiendo dejado atrás el Miércoles de Ceniza, la actividad cuaresmal de las cofradías entra en plena ebullición. Desde la tradicional veneración de Jesús de Medinaceli en San Felipe hasta la procesión del Amarrado por las calles de San Antón, como puntales de un corazón cofrade que también late a través de infinidad de actos, cultos, funciones religiosas y juntas generales. El presidente de la institución nazarena, Jorge Sánchez Albendea, entiende que ese es el «mejor ejemplo» de que el paréntesis que el coronavirus abrió en su momento, se cierra. Un parón «demasiado importante» para cualquier otro evento en la ciudad, pero no así para la razón existencial de muchos conquenses. El máximo responsable de la Junta de Cofradías saca pecho en ese sentido por los nazarenos de Cuenca, y es que a escasos días de que llegue nuestra «gran semana», están respondiendo a todas las llamadas que desde las hermandades o desde la propia institución se realizan.

La llama sigue viva, «muy viva», apunta Sánchez Albendea, consciente de que esta Semana Santa es clave para el futuro a medio y largo plazo. La mejor muestra del aliento de los conquenses es cómo llenaron hasta la bandera la sala principal del Teatro Auditorio José Luis Perales para arropar la presentación del cartel de la Pasión. «Si demostramos que este año arrimamos todos el hombro como antes de que todo esto pasara, recuperamos todos los niveles de participación y seguimos mejorando, tal y como veníamos haciendo, la solemnidad de nuestras procesiones, habremos dado un paso adelante fundamental». Ese es el «desvelo» del presidente de la JdC, volver a la casilla de salida como si nada hubiera pasado. Sin olvidar, eso sí, a aquellos nazarenos que ya desfilan en la procesión del cielo. El «mejor tributo» que a ellos se les puede rendir es que «hagamos de ésta la mejor Semana Santa de la historia».

Como institución lo tienen «absolutamente todo» preparado para ello. La normalidad, bien entendida, camina de la mano de la prudencia en este sentido. «Lo que mejor sabemos hacer es organizar procesiones, lo llevamos haciendo durante muchísimos años y eso es lo que hemos hecho», subraya Sánchez Albendea para evidenciar que «todo está listo» para que el próximo Domingo de Ramos se abran las puertas de San Andrés. O, mejor dicho, antes, el Viernes de Dolores para escuchar el pregón del sacerdote y periodista Antonio Pelayo. 

La «única meta». Con todo, en el seno de la institución nazarena barajan «todos los escenarios posibles» y por eso tienen «varias alternativas» siendo conscientes de que la «única meta» ahora mismo es volver a poner los pasos en la calle. En este momento, «nada invita a pensar» en lo contrario. Ese ambiente nazareno ya se nota en la calle. Basta con pasear por los principales enclaves de la ciudad para ver como muchos escaparates lucen túnicas, tulipas o tambores de turbo, entre otros muchos enseres propios de la celebración. 

La ciudad se impregna, de forma literal, de un aura semanasantera muy especial. «¡Cómo lo echábamos de menos!», exclama Sánchez Albendea. Él, los nazarenos y todos los negocios para los que de una forma o de otra, la Semana Santa supone una porción importante del pastel que facturan a lo largo del año. Esa es la «otra riqueza» de la gran semana de Cuenca, argumenta con toda la razón el presidente de la JdC. «No sé si alguna vez nos hemos parado tranquilamente a preguntarnos cuánto supone para sectores clave de la economía conquense, como la hostelería, el turismo o el comercio, por ejemplo, la celebración de las procesiones». Algo habremos tenido que aprender cuando durante los dos últimos años no las ha habido y así nos ha ido…  

No solo por eso, sino por todo, esta ciudad no se entiende sin su Semana Santa. Y, al contrario, la Semana Santa de Cuenca sería mucho menos sin el escenario único en el que se desarrolla. La simbiosis es perfecta. Más que eso, es mágica. Y por fin, después de mucho tiempo, muchas lágrimas y muchos anhelos, la Cuenca nazarena emerge «con más fuerza que nunca». Es el resurgir de nuestras cenizas.