«En esta obra pretendo humanizar a las hijas de Isabel II»

V.M.
-

Bajo el título 'Las hijas de Isabel II', la profesora y doctora en Periodismo Cristina Barreiro profundiza en la historia del siglo XIX español a través de la vida de esas infantas, una de las cuales, Paz, estuvo vinculada a la provincia de Cuenca

Cristina Barreiro, escritora y doctora en Periodismo. - Foto: C.B.G.

Se trata de una obra que sin dejar de lado el rigor histórico se aproxima a las personalidades de las infantas, ¿cómo abordó ese proceso?

Es un libro en el que de manera amena he tratado ofrecer una aproximación a la historia de España entre 1851 y 1958: desde el nacimiento de Isabel de Borbón hasta el fallecimiento de la infanta Eulalia, haciéndolo a través de la mirada de estas cuatro hermanas, las que fueron hijas de la Reina Isabel II, la Reina castiza. La vida de sus hijas se mueve al calor de los acontecimientos históricos que ocurrieron en ese tiempo, días de revoluciones, cambios del modelo político, caída y surgimiento de Imperios y dos Guerras Mundiales. No es un libro académico, es un trabajo divulgativo en el que trato que el lector conozca todos esos procesos históricos desde la biografía de cuatro infantas españolas a las que he tratado de humanizar en sus aspectos familiares, personales y cotidianos. Es un libro para todos los públicos con el que trato que el lector pase un rato agradable.

Fueron mujeres de personalidades muy diferentes, desde el fuerte carácter de La Chata al romanticismo que parece envolver a Pilar...

Son mujeres que responden a su condición y a su tiempo, aunque marcadas por una manera de ser diferente. Ninguna de ellas entendía España sin la Monarquía y lo hacían además desde una fuerte religiosidad; sin embargo, podemos decir que Isabel era la guardiana del Protocolo, Paz la bondad y Eulalia quien rompió con unos convencionalismos en los que no encajaba. Pilar murió muy joven, en 1879, apenas había cumplido los 18 años, quizá la más reservada de las hermanas; las cuatro eran muy parlanchinas y fueron alegres y fuertes de carácter, porque la vida, aunque pueda parecer que les sonreía, no fue fácil para ellas y lidiaron con el exilio, la enfermedad y hasta la guerra.

 ¿Cómo fue la vida de las infantas en la Corte de Isabel II?

Eran el centro de todas las atenciones. Sobre todo, Isabel que era la mayor y hasta el nacimiento de su hermano, Princesa de Asturias. Pero su madre tiene que abandonar España con motivo de La Gloriosa en 1868 y ellas, muy niñas, se marchan también al París de Eugenia de Montijo y Napoleón III. Su verdadero protagonismo social llega en los años de la Restauración, ya durante el reinado de Alfonso XII, ahí sí eran el centro de todos los corrillos y la crónica social, sus paseos, bailes de sociedad… todo suscitaba comentarios y también sus actos institucionales. Siempre apoyaron al Rey y cuando éste fallece, a su cuñada, la regente María Cristina a la que quisieron muchísimo. En familia la llamaban Crista y así se dirigen a ella en toda la correspondencia privada. Podía ser muy Habsburgo y un poco estirada, pero fue una mujer de Estado y cumplió escrupulosamente sus deberes constitucionales. En mi libro es una secundaria de lujo. He tratado de documentarme mucho sobre la manera de vestir de todas ellas, el ajuar, la lista civil, los menús que se servían en palacio...

 ¿Y qué relaciones mantuvieron con su hermano?

Eran las hermanas del Rey y las quería muchísimo, sobre todo, a las pequeñas. Todos eran muy jóvenes. Pilar, Paz y Eulalia, durante el reinado de Alfonso XII no tenían ningún papel político, aunque sí institucional. Fueron su apoyo cuando se quedó viudo de Mercedes. En su vida cotidiana eran todos bastante cercanos, hoy diríamos que hasta naturales. La más estirada, pese a su campechanía con el pueblo, era la Chata. A sus hermanas las tenía fritas con sus deberes como infantas y el cumplimiento de las formas. Eulalia, por ejemplo, fue la encargada de visitar Cuba y Estados Unidos en 1893 cuando las cosas ya no estaban bien en las Antillas: fue el primer miembro de la familia real en pisar las Américas. Y ella ya intuyó que las cosas estaban complicadas para España y así se lo iba contando a su madre en sus cartas.

¿Es también el libro reflejo del convulso siglo XIX en nuestro país?

Del siglo XIX por supuesto: el nacimiento del movimiento obrero, la fuerza del anarquismo, los atentados políticos... Alfonso XII ya sufrió alguno y también del siglo XX. La novela cubre el período de la Gran Guerra, esa gran tragedia europea, en la que España fue neutral pero no se vio ajena a las repercusiones que tuvo en la sociedad. Además, la infanta Paz vivía en Munich y le tocó muy de cerca la crisis económica de entreguerras y el nacimiento del nacional-socialismo. Ella y su marido, Luis Fernando de Baviera, nunca fueron nazis. El paganismo es incompatible con su religiosidad, pero se vieron afectados por los cambios políticos y las revueltas sociales de la República de Weimar. Pese a todo, Paz siempre quería volver a España, aquí vivía uno de sus hijos, Nando, y además tenía una finca en Saelices, en Cuenca, que había heredado de su abuela la reina María Cristina de Nápoles y se llamaba Villa Paz, le encantaba pasar temporadas allí con sus nietos.  Tuvieron problemas con la testamentaría porque María Cristina tenía otros nietos fruto de su matrimonio con Muñoz y hasta 1905 la cosa no se arregla. Eulalia recibió otra, eran edificaciones y fincas de labor que estaban separadas por el río Cigüela y  su puente romano. En 1921 Paz puso la primera piedra de los soldados conquenses muertos en África. 

Los supuestos devaneos de Isabel II han dado mucho que hablar, ¿aborda de alguna manera ese aspecto?

No de manera directa, porque no pretendo polemizar ni hacer frivolidad de la historia, pero indudablemente el asunto de las paternidades de las infantas era algo que estaba en el ambiente y no escapaba de comentarios y rumores. El papel de Miguel Tenorio fue importante en la vida de Paz, pero el rey consorte, Francisco de Asís, que reconoció a todos los hijos de Isabel, es también un personaje que tiene su espacio en este libro, siempre estuvo pendiente de ellas, especialmente de la Chata, a la que yo creo era la que más quería.