Mucho más que un amigo

Manu Reina
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Loreto Ruiz de Arcaute padece una grave enfermedad y su único 'antídoto' es la compañía de 'Golfo', un perro que es capaz de detectar una brusca bajada o subida de azúcar con media hora de antelación

Mucho más que un amigo - Foto: Reyes Martínez

El perro es el mejor amigo del ser humano. Existen cada día una infinidad de situaciones reales que dan buena fe de ello. Pero para Loreto Ruiz de Arcaute es mucho más que una bella amistad. Tanto que su vida depende de un ser canino. El infalible olfato de estos animales permite seguir con vida a esta madrileña, que reside en Cuenca desde hace más de dos años. Y es que Ruiz de Arcaute padece una grave enfermedad que le hace sufrir de forma rutinaria fuertes subidas y bajadas de azúcar. Pero Golfo, que es así como se llama su perro, detecta con media hora de antelación estas alteraciones en su organismo, gracias a su desarrollado sentido del olfato. Ese preciado tiempo permite a esta mujer de 55 años sentarse «para relajarme o tomar un bocado para contrarrestar», explica. El perro alerta a su cuidadora con varios golpes en el codo o en el brazo, mediante su hocico, además de «detenerse por completo en la puerta de un restaurante, algo que ha visto mucha gente de Cuenca y se han quedado boquiabiertos», relata.

Golfo, que tiene un cruce de mastín con labrador, es el segundo perro que contribuye a que esta mujer pueda seguir con vida, y así lo hace desde hace más de dos años. Antes de su llegada, esta increíble labor la hizo su otro ángel de la guarda, que era Ron, un canino con cruce de pastor alemán y rottweiler, que estuvo a su lado durante tres años. «Los perros son el mejor regalo que me ha dado la vida porque sin ellos no podría estar hoy aquí», asegura esta conquense de adopción. Y es que esta función de alertar a la persona no la realiza una raza canina en concreto, sino que cualquiera puede hacerlo gracias al extraordinario olfato que poseen. Loreto se entristece a la hora de hablar de cómo una parte de la sociedad describe a muchas razas como «potencialmente peligrosas, tal y como especifica la ley, pero no es así». Esta conquense de adopción explica que son «amables, cariñosos, divertidos, entretenidos y, además, la medicina para seguir viviendo, como es mi caso». 

origen. Pero no siempre sus inseparables amigos han estado junto a ella. Ruiz de Arcaute tuvo que lidiar con su enfermedad durante unos años donde no encontraba solución a la misma. Su organismo rechazaba la insulina. Tras recorrer diferentes consultas de médicos y probar diferentes fórmulas su esperanza estuvo a punto de agotarse, ya que ni la medicina podía ayudarle. No obstante, «decidí de dejar de pensar si me iba a morir o no, y opté por probar fortuna con los perros, que eran mi última opción», asegura. Esta conquense ha estado en coma tantas veces que «he perdido la cuenta, ya que nada le venía bien a mi cuerpo y a menudo tenía el azúcar entre 500 y 1.000», explica. Unos registros desorbitados que llevan el organismo al límite.

Mucho más que un amigoMucho más que un amigo - Foto: Reyes MartínezTras hablar con un adiestrador y conocer las características concretas que debía tener el perro a elegir, Loreto se dirigió a una protectora para encontrarse con su ángel de la guarda. Eso sí, para cumplir de forma eficaz con la función, el canino debía ser de gran envergadura para que pudiera actuar en casos de extrema gravedad, como es entrar en coma, algo que ha vivido durante muchas ocasiones la protagonista. Una de las trabajadoras de la protectora le entregó a Ron, que cumplía con las cualidades, y ahí empezó un romance único. Ambos se salvaron mutuamente. Pese a que estaba organizado un proceso de adiestramiento previo «me di cuenta que el perro empezó a aprender sólo porque el olor de la bajada o subida de la azúcar tiene que ser tan llamativo que enseguida lo capta», explica Loreto. La misma situación se produjo con Golfo. Que aprendieran ambos perros de forma rápida fue algo «maravilloso» porque esta mujer no tenía tiempo para esperar. 

nueva vida. Loreto Ruiz de Arcaute volvió a nacer el pasado día 2 de abril en el Hospital Virgen de la Luz. «Tengo un infinito agradecimiento para todos los médicos, enfermeros y trabajadores que están en el hospital porque me devolvieron la vida», subraya. Y es que en esa fecha fue intervenida para extirparle un tumor en los ovarios que pesaba hasta dos quilos y medio. Algo que desconocía Loreto, pero que ha sido la causa de que su organismo rechazase siempre la insulina y que provocara alteraciones extremas en su cuerpo. Pero no fue nada sencillo. Durante la intervención quirúrgica se le desplazó el intestino y eso le generó un fallo multiorgánico. Una vez más, entre la vida y la muerte. 

Por suerte, los médicos pudieron salvar su vida y cinco meses después se encuentra «totalmente recuperada y sin ningún rastro del tumor ni daños colaterales», señala. Es cierto que las bajadas o incrementos de azúcar se siguen produciendo «pero estoy tranquila porque tengo a Golfo a mi lado y ahora las controlo mucho mejor», sentencia. Pero todavía hay una cuenta pendiente, y es contra la legislación actual. A nivel nacional existe una ley que regula el uso de perros en cuestiones médicas, pero en comunidades autónomas «hay mucho trabajo aún por hacer», detalla. Esta madrileña abandonó la capital española al no poder adquirir una licencia, ya que «es demasiado cara y me exigían entre 11.000 y 25.000 euros, algo que no puedo asumir», explica. Por ello, puso rumbo a Cuenca, «una ciudad que me ha acogido con los brazos abiertos», aunque «sin una legislación». Actualmente esta conquense de adopción no puede subir al autobús, al taxi o entrar en un bar con su perro por derecho propio o por necesidad vital, «sólo puedo hacerlo si los propietarios me lo permiten», confirma. 

Hasta que no entre vigor una nueva normativa, esta mujer tiene que seguir lidiando con obstáculos, aunque está acostumbrada porque «mi vida siempre ha tenido numerosos contratiempos». Mientras tanto, Loreto seguirá disfrutando de su día a día con la seguridad de que hay alguien que vela por ella y que cuida y mima cada paso que da. Algo que evidencia que el perro y el ser humano son amigos pero, en este caso, son uña y carne.