José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


La ampliación del Museo, una historia interminable

20/10/2022

Alguna vez he recordado -quizá incluso en alguno de estos artículos- la sencilla teoría que mantenía un antiguo alcalde de esta ciudad, cuando se refería a la fórmula eficaz para gestionar los asuntos públicos: un año para planear y proyectar, dos para ejecutar lo previsto y el cuarto para inaugurar todo lo hecho. Estoy totalmente seguro que nadie ha desarrollado jamás un programa tan sencillo. Más bien a lo que asistimos de forma constante es a una calamitosa pérdida del tiempo en cuestiones banales de manera que cuando llega el tramo final de la legislatura en vez de participar en el bonito espectáculo de las inauguraciones nos vemos sumergidos en una batería de promesas, muchas de ellas auténticas invenciones de lo absurdo, que se garantizan para un momento futuro inconcreto. No estoy en condiciones de asegurar cuántas de esas promesas son recibidas con ánimo de credibilidad ni cuántas provocan el escepticismo de una ciudadanía ya muy escaldada. Dejo al buen criterio de cada lector el apuntarse al bando de los crédulos o los incrédulos.
Entre la retahíla de promesas que nos van llegando estos días en aluvión (y las que quedan, de aquí hasta mayo) hay una inesperada, o al menos yo no la contaba entre las que pudieran surgir, entre otros motivos porque parecía adormilada, envuelta entre mullidas nubes de algodón, durmiendo un plácido sueño de olvidos administrativos, el que corresponde a las cosas de la cultura, que por aquí importan menos que nada y por tanto no era previsible que nadie se acordara de asunto tan insignificante. Pues miren por dónde alguien le ha soplado al oído del presidente de la Junta de Comunidades, García-Page, que tal asunto estaba pendiente y ni corto ni perezoso lo ha añadido al repertorio de promesas por cumplir, eso sí, sin plazos ni presupuesto. Debo decir que estaré encantado si este anuncio, por lo menos este, aunque sea el único, sale adelante y los vemos entrar en el terreno de la realidad en los próximos años.
La historia de la nunca vista ampliación y remodelación del Museo Provincial (que algunos siguen llamando Arqueológico) daría para escribir una novela, de modo que ofreceré solo unos datos parciales y esquemáticos, ajustados al espacio disponible en esta página. El origen de esta instalación (seguro que muchos lo recuerdan) está en Valeria, cuando el maestro y alcalde del lugar, Francisco Suay, al frente de una aguerrida tropa de gentes del lugar pone manos a la obra de recuperar la antigua ciudad hispano-romana con cuyos restos, en 1952, se monta un primer museo, en la planta baja del Ayuntamiento y que pronto se ve superado por la cantidad de material disponible, por lo que unos años más tarde se decide el traslado a Cuenca, quedando instalado, ya con carácter provincial, en el edificio El Almudí. El Museo nace oficialmente por un decreto del ministerio de Educación Nacional de 4 de julio de 1963 con el título de Museo Provincial de Bellas Artes de Cuenca y pronto el espacio disponible volvió a ser insuficiente por lo que se buscó otro más amplio en el que poder exponer de modo más razonable el riquísimo material que iban proporcionando todos los lugares de la provincia. Ese nuevo espacio fue la antigua Casa Curato de San Martín, debidamente restaurada cuyas puertas se abrieron al público el 18 de julio de 1974. La disposición de los fondos iniciales se hizo del siguiente modo: la sección de Prehistoria en la planta baja; Arqueología Clásica y Medieval, en la primera; Bellas Artes en la segunda. Pero el proceso y el problema siguió engordando: cada vez había más objetos hallados en las excavaciones y el espacio era insuficiente, por lo que fue sacrificada la sección de Bellas Artes y sus obras almacenadas, con gran desconsuelo de quienes creemos que ese rico material debería estar visible para todos.
Y aquí comienzan las desventuras del Museo, que necesita y busca una ampliación necesaria y que parece fácil, porque al lado del edificio hay otros dos, los números 8 y 10 de la calle Obispo Valero, de titularidad municipal y susceptibles de ser anexionados al primero. Ambos inmuebles están en avanzado estado de ruina lo que no impide que estén okupados por varias personas, en condiciones infrahumanas pero sin que nadie se atreva a tomar la decisión de desalojarlos. Durante los años transcurridos desde la implantación de la democracia, todos los directores del Museo han intentado desbloquear el problema proponiendo diferentes soluciones, bien para toda la manzana edificable o solo para el espacio ya disponible, sin éxito. En ocasiones, el ministerio llegó a aprobar un presupuesto para intervenir, pero ante las dilaciones municipales en conceder la licencia de obras, el dinero previsto se derivó hacia otras ciudades,
En 2015 el Consorcio de la Ciudad de Cuenca aprobó una cantidad para poder afrontar la reforma y al año siguiente la Junta de Comunidades presentó en el ministerio el proyecto museológico, que incluía el discurso expositivo, relación de piezas propuestas, necesidades de restauración de las colecciones, montajes, dotación de espacios para talleres, biblioteca y sala de conferencias, con los datos necesarios para poder hacer la convocatoria de las obras pero… seguía pendiente el asunto de la posibilidad de disponer del espacio para actuar sobre él. La Junta de Gobierno Local del Ayuntamiento de Cuenca acordó el 26 de abril de 2017 iniciar las actuaciones necesarias para la recuperación de los dos inmuebles de propiedad municipal para ponerlos a disposición del ministerio y llevar adelante las obras de ampliación. Y así podríamos seguir, desgranando datos y fechas para llegar siempre al mismo sitio: la impotencia. 
        Ahí estábamos, cuando el señor García-Page se saca de la chistera la noticia de que ahora sí va a llegar la ampliación del Museo. Como a pesar de todo soy un sujeto respetuoso con la autoridad, me gustaría creer que ahora la cosa va en serio. Y si no, será un nuevo dato que añadir a la que parece ser una historia interminable.