Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Feminismo y nueva ruralidad

08/03/2023

Resulta complicado llenar una columna de opinión el ocho de marzo sin hablar de la mujer y el feminismo, y eso es positivo. Hace unos años algo así hubiera sido impensable. El feminismo aún era algo que se clamaba en rincones, incluso prohibidos, en un panorama absolutamente desolador para la condición femenina. Hoy la situación es muy distinta hasta el punto de que el feminismo, en sus distintas intensidades y tonalidades, se ha convertido en un hecho transversal que muy pocos se atreven a calificar como negativo. Sin duda, hoy el feminismo se ha convertido en algo políticamente correcto perdiendo así parte de su autenticidad y fuerza genuina. Las grandes empresas multinacionales se apuntan al feminismo al tiempo que siguen usando a la mujer como reclamo publicitario de primer orden, como anzuelo sexual, como objeto apetecible. El feminismo que se nos ha instalado en forma de producto de consumo masivo tiene también una buena dosis de hipocresía adherida. Nadie que se precie puede dejar de pasar por caja un ocho de marzo a presentar sus credenciales feministas, aunque al día siguiente se le hayan pasado todos los furores y vuelva al machismo acostumbrado y profundamente incrustado en nuestra forma de ser. Al tiempo, hay mujeres que están aprovechando muy bien este feminismo ambiental de lo políticamente correcto para exigir implícitamente una especie de pleitesía que les emparenta, por otro camino, con lo más rancio de un tiempo periclitado en el que la mujer o era maltratada como un sucio guiñapo o se subía en un pedestal de autocomplacencia y exigencias continuas que convertían la vida del hombre en un pequeño infierno. En el fondo, dos caras de la misma moneda. De lo que se trata finalmente es de conseguir un trato entre iguales y unas condiciones igualitarias que no discriminen el hecho de ser mujer. Se ha avanzado muchísimo en los últimos años, pero aún queda mucho trabajo por hacer, aunque el camino por recorrer se hará bajo el signo de la división. Ya no hay un acuerdo generalizado en lo que es el feminismo y lo que no lo es, y cada uno adapta el feminismo a su ideología. Así tenemos un feminismo liberal y otro progresista, incluso dentro del segundo hay tendencias diversas y contrapuestas como hemos visto durante esta legislatura en las leyes que han salido de la factoría de Irene Montero y que han enfrentado a sectores del mismo gobierno. La Ley del Solo Sí es Sí ha puesto contra las cuerdas, como ningún otro tema, la llamada coalición progresista.
El feminismo ha perdido el territorio de lo incontaminado por intereses ideológicos, ha perdido píe en el terreno de lo más primario, aunque queda algún espacio lleno de vida y posibilidades como es el feminismo en los ámbitos rurales. A nadie se le escapa ya que el feminismo es uno de los principales motores para la repoblación de España. Lo femenino y lo rural serán los vértices de las revoluciones del futuro. De un lado, la fuerza imparable de la mujer en los pueblos, liberada ya de muchas de las viejas ataduras, y factor fundamental para la fijación de población en los entornos más despoblados. Antes las mujeres tiraban de muchos carros en los pueblos, aunque permanecían en la sombra y en ocasiones maltratadas. Hoy las mujeres empoderadas son titulares de explotaciones agrarias y ganaderas, dirigen un negocio, teletrabajan y tienen hijos en el mundo rural. En el lado negativo, es cierto que el machismo sigue siendo más acusado en el ambiente rural, y la violencia de género más escondida y menos denunciada en los pueblos que en las ciudades.
Con todo, resulta impensable una revitalización de la España Vaciada sin el concurso de las mujeres en los puestos de mando. Si la tarea es ardua y quijotesca, sin la mujer es imposible, no solamente por su capacidad de dirigir sino por su función biológica en la procreación. La mujer es la gran fijadora de población y cuantas más mujeres jóvenes habiten nuestros pueblos más habitantes habrá en disposición de dar vida a las comarcas en riesgo de perecer. La mujer es la gran repobladora y no puede ser de otra forma. Por eso se explica también que la despoblación afecta más a zonas donde la presencia de la mujer en edad joven es menor a la del hombre. La ecuación es así de simple y el feminismo aplicado a los entornos rurales, el feminismo rural, es una fuerza de una proyección inequívoca, esta vez con menos polémicas urbanas que lo enturbien.

«A nadie se le escapa que el feminismo es uno de los principales motores para la repoblación del mundo rural. Si la tarea es posible, lo será con las mujeres empoderadas»