Las Navidades de la pandemia

Leo Cortijo
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La evolución de la crisis sanitaria durante las próximas semanas es fundamental, pero los expertos coinciden en que lo más probable es que las restricciones sean la tónica dominante en los que para muchos son los días más felices del año

Las Navidades de la pandemia - Foto: Reyes MartÁ­nez

Dentro de dos meses exactamente, si todo fuese como siempre, las familias se juntarían en torno a una mesa para compartir una entrañable cena de Nochebuena –a pesar del cuñado de turno– o una rica comida de Navidad. Una semana después ocurriría tres cuartos de lo mismo, con la cena de Nochevieja y el posterior cotillón de Año Nuevo. Los más pequeños de la casa tendrían su gran día con la llegada de los Reyes Magos en la espectacular cabalgata. Y todo, si la opción elegida es quedarse en la ciudad y no viajar a ningún otro destino aprovechando las vacaciones, algo muy habitual por estas fechas. Esas serían unas Navidades como las de toda la vida...

Ahí está la clave, y es que si algo es seguro en este increíble 2020 es que nada es como siempre. Acosados por una segunda oleada galopante, mucho tendría que cambiar el panorama actual para no hablar de una Navidad, como poco, atípica. Y dejémoslo ahí... No hace falta ser un lince para saber, a dos meses vista, que este año no vamos a estar para muchas fiestas. Habrá que ver cómo evoluciona la pandemia durante las próximas semanas, pero es más que probable que las restricciones y las limitaciones sociales sean la tónica dominante en los que para muchos son (o eran) los días más felices del año.

El grueso de los contagios se está produciendo en situaciones cotidianas y permitidas, fundamentalmente en el entorno familiar. Ahí es hacia donde dirigimos en primer lugar el foco. ¿Qué pasará con las comidas con otros miembros de la familia? El desarrollo de la pandemia durante los últimos días ha hecho encender las alarmas y decretar medidas especiales para la ciudad. De esta forma, la autoridad sanitaria recomienda limitar los encuentros sociales fuera del grupo de convivencia estable. Eso significa que nada de juntarse, y menos en un espacio cerrado y durante un tiempo prolongado, con aquellos con los que no se viva en la misma casa. En caso de producirse, recalcan, se fija un máximo de diez personas. Si hoy fuese 24 de diciembre, lo recomendable sería que celebrásemos la cena de Nochebuena, estrictamente, con aquellos con los que vivamos habitualmente. Si desoímos esa recomendación tenemos que ser conscientes de que el número de padres, hijos, tíos, primos, abuelos y demás parientes no debe superar la decena.

En el caso de las cenas de empresa todavía resulta más complejo, pues aunque fueran pocos los invitados, ninguno de ellos, se supone, serían convivientes. Además hay que recordar que en este momento el aforo de bares, restaurantes y negocios de hostelería se reduce al 50 por ciento en interior y al 75 en terraza.

Multitudes. El panorama pasa del azul oscuro al negro cuando se tienen en cuenta algunas de las costumbres más multitudinarias de las Navidades. ¿Qué serían éstas sin, por ejemplo, los cotillones de Nochevieja? ¿Y sin poder tomarse las uvas en la plaza del pueblo junto a los amigos? Seguramente, unas Navidades más tristes, pero son las que ha tocado vivir. Eventos de este tipo –coinciden todos los expertos– están ya descartados. Como también lo está lo que más sonrisas dibuja durante estas fechas: las cabalgatas de reyes. Sus majestades de Oriente tendrán que buscar nuevas fórmulas en su llegada a la ciudad. El recibimiento con música, luces, sonido y confeti por las calles de Cuenca, acompañados de todo su séquito, es inviable.

En algunos sitios ya han optado porque los niños hagan videollamadas con Melchor, Gaspar y Baltasar para hacerles llegar sus deseos. Lo que sí van a poder hacer los pajes reales es comprar esos regalos que los más pequeños de la casa les han encargado. En la situación en la que ahora mismo se encuentra Cuenca, los comercios pueden abrir sus puertas sin ningún tipo de problema, aunque eso sí, deben extremar las medidas higiénico-sanitarias y garantizar la distancia de seguridad. Supermercados y centros comerciales, por cierto, tienen limitado su aforo a la mitad.

Una de las incógnitas más difíciles de despejar es si, llegado el momento, se podrá viajar. La movilidad no está restringida... por ahora. El principal inconveniente en este sentido es conocer en qué situación se encuentra el punto de destino. Son muchas las ciudades, o incluso comunidades, que durante las últimas semanas han realizado un cierre perimetral de su territorio, y es de esperar que hasta Navidad se sigan jalonando casos así.

Al final pasará lo que tenga que pasar. Lo mejor es ir mentalizándose ya, cuando todavía es algo que, aunque cada vez más cerca, se observa aún en el horizonte. No va a ser como siempre, nada lo es desde marzo. Y por eso ahora, más que nunca, no podemos perder de vista el verdadero significado de la Navidad, que no es otro que el amor. Algo que nunca puede faltar. Venga lo que venga...