En el punto de mira

Leo Cortijo
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Pedro Notario

En el punto de mira

La ecuación de las variables óptica y Cuenca solo despeja una incógnita posible: Pedro Notario. Desde hace casi un siglo, ese nombre y ese apellido están intrínsecamente ligados a la sociedad conquense. Al sentir del día a día de la calle más señera y singular de la ciudad. El vetusto a la par que preciso reloj que adorna su fachada marca la vida de Carretería, cual corazón con el latir de sus manecillas.

El Pedro Notario que protagoniza esta última es la tercera generación. Su abuelo y su padre, bajo el mismo sello onomástico, pusieron y mantuvieron en pie un comercio dedicado al más preciado de los cinco sentidos, que navega con firmeza contra viento y marea con 90 años a sus espaldas. «Mi abuelo era relojero, como mi padre, pero él estudió la carrera de Óptica, que en aquellos entonces se llamaba óptico de anteojería». Y así reza el título expedido en 1959 que adorna la habitación donde ahora se gradúa. El negocio de las gafas y los relojes han caminado de la mano en esta familia. El mítico reloj de Notario, de hecho, en un principio lucía en un mástil en la acera, «pero cada vez que pasaba un camión se lo llevaba por delante». De ahí que acertaran al ponerlo en la fachada. En el último arreglo le cambiaron las esferas, pusieron iluminación led y ya actualiza la hora de forma automática.

Hoy Pedro contempla esa historia –su historia– con respeto y admiración. Y también mucha responsabilidad. Lógico al ser consciente de que «esto lo empezó tu abuelo, lo siguió tu padre y ahora tú lo tienes que mantener» en una coyuntura económica que es una auténtica jungla para el pequeño comercio. «Me preocupa que llegue un momento en el que tenga que cerrar... sería un fracaso», apunta desde la sinceridad que le otorga un realismo magníficamente entendido: «Mi padre siempre decía que un pesimista es un realista bien informado». Y es que el escenario que contempla en unos años le lleva a asegurar que «quedarán las grandes superficies, las cadenas, internet... y poco más».

En este contexto, Pedro tiene una receta infalible para «funcionar». Partiendo de la base de que lo primero es «trabajar bien», resulta «fundamental» tener «un trato cercano con la gente». «Tienen que venir con confianza y saber que vas a hacer todo lo posible por ayudarles», destaca convencido. «Esa es la única manera de sobrevivir en ese momento». Una receta, por cierto, que le funciona. Su eslabón de la cadena familiar ya supera los 20 años en la profesión. Y tiene mucho mérito, pues el suyo es un sector tremendamente «competitivo», en el que hay que guerrear contra las grandes cadenas.

Por eso, todo el mundo en Cuenca sabe cómo se trabaja en Óptica Notario. Pedro, a los mandos de la nave; Laura apoyándole; y Nuria «como una más de la familia», destaca el capitán del barco. Además, ella es la encargada de deslumbrar a todos los viandantes de Carretería con sus escaparates temáticos. Esos que se adornan con mil y una maravillas dependiendo de la época del año.

En tantísimos años de profesión, Pedro guarda recuerdos en su retina –nunca mejor dicho– para dar y tomar. Dentro de ese baúl, busca y rebusca para encontrar un momento que se le quedó «grabado»: las lentillas que «más a gusto he puesto en mi vida». Cuenta con una sonrisa en la cara que fue a un niño de siete años «que tenía muchísima graduación». Cómo sería que a éste le salió del alma un «¡Por fin! ¡Ya puedo jugar al fútbol!». Ahí radica lo más gratificante de su profesión: «Ayudar a la gente». Esa es su forma de entender este trabajo. Por eso no le importa «en absoluto» pasar todo el tiempo que haga falta con un cliente que quiere probarse las gafas que hagan falta «hasta que se vaya a gusto, conforme y cómodo».

Lo entiendo, dice sonriendo, porque una gafa «es algo que se lleva en la cara, que es lo primero que se mira; lo que no entiendo es que se le preste más atención a los zapatos, que los llevamos en los pies...». Y no le falta razón.