José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


Futuro abierto para la Casa Zavala

19/05/2022

La decisión del Ayuntamiento de Cuenca encaminada a recuperar para la ciudad la totalidad de la Casa Zavala y darle un uso razonable y conveniente merece todos los elogios, porque de esa forma se pone fin a una situación verdaderamente anómala, que se ha prolongado durante más tiempo del necesario para escándalo de quienes en ese tiempo hemos asistido, a veces asombrados, otras incrédulos, a la permanencia de unos hechos que deberían haberse cancelado hace ya mucho. Bien está si ahora se hace y tras una oportuna labor de limpieza se libra de parásitos este noble inmueble para destinarlo a unos fines de verdadera importancia para la comunidad ciudadana.

La que hoy conocemos como Casa Zavala es uno de los edificios singulares de mayor valor arquitectónico de cuantos existen en Cuenca. La construcción inicial procede, probablemente, del siglo XVII, época en que perteneció a la familia Cerdán de Landa, cuyo escudo se encuentra situado en la fachada a la plaza de San Nicolás. A finales del siglo XIX fue adquirida por la familia Herraiz, que le dio nombre durante el periodo siguiente hasta que en 1966 fue adquirido por Juan Zavala y Lafora, arquitecto del Banco de España, quien se encargó de dirigir la restauración, con el fin de situar en él su colección personal de objetos de arte, mobiliario y biblioteca, que había ido adquiriendo durante sus frecuentes viajes por el mundo, remodelando la distribución interior de los espacios. Al morir en 1970, su viuda, Antonia Gallardo, propuso al Ayuntamiento la cesión del edificio con todo su contenido, lo que fue aceptado por el consistorio. El 9 de abril de 1973, se firmaba oficial y solemnemente el documento de cesión del edificio al Ayuntamiento. Lo hicieron la propietaria y el alcalde, Andrés Moya, en un acto público que todavía recuerdo con nitidez y que aventuraba un espléndido futuro para el arte y la cultura en Cuenca.

Al morir la señora Gallardo en 1976, se produjo un aumento del legado con los útiles y enseres procedentes del domicilio madrileño de la familia. Por su parte, el Ayuntamiento decidió incrementar ese legado inicial con sus propios fondos artísticos, anunciando el propósito de crear el Museo Municipal de Artes Plásticas y Decorativas propósito que años después, en 1982, recibió un nuevo impulso con la llegada de la colección artística donada por Raúl Chávarri, quien junto con Víctor de la Vega reestructuraron el nuevo espacio expositivo.

Todo ello se quebró de manera ciertamente abrupta cuando al pintor Antonio Saura, por tantos motivos recordado y admirado (no olvidaré nunca mis conversaciones con él en su estudio ni la última frase que me dijo, justo el día antes de ser hospitalizado) se le ocurrió la idea de promover una Fundación con su obra, y para materializarla pensó en la Casa Zavala. A regañadientes, después de una breve resistencia, el Ayuntamiento aceptó la demanda, renunció a sus propios intereses y puso el edificio a disposición de lo que no era más que una idea, un propósito que apenas si pudo dar los primeros pasos porque la muerte del pintor, en 1998, dio al traste con todo. Las herederas (mujer e hija) cancelaron de inmediato el proyecto y renunciaron a seguir adelante con él, los patronos que el propio Saura había designado se fueron retirando uno tras otro, luego lo hicieron las instituciones públicas que debían aportar la financiación y finalmente todo quedó en una entelequia cuyos últimos avatares, ciertamente tristes, en manos de Hacienda y de la Justicia, voy a pasar por alto para llegar a lo que realmente interesa, que es el presente o, quizá mejor, el futuro.

En el último tramo de este desventurado recorrido, la Casa Zavala fue el espacio elegido por otra Fundación, la de Roberto Polo, para situar la colección que pensaba ubicar en Cuenca, intención que fue estorbada por los intereses espurios de los entonces ocupantes del inmueble lo que obligó a buscar otro destino, el de la iglesia de Santa Cruz, donde se ofrece un montaje realmente atractivo, muy inteligente. Es dudoso que a estas alturas Roberto Polo quiera trasladar su colección a la Casa Zavala, aunque todo es posible, una vez que las partes implicadas hagan una valoración de la situación. Pero si, como imagino, ese cambio no se va a realizar, el Ayuntamiento tiene ahora por delante una ocupación muy entretenida: definir el futuro de este noble inmueble. Puede seguir dedicándose a exposiciones temporales, que necesariamente deben ser de altísima calidad e interés o se puede preparar una instalación permanente, tal como en tiempos fue insinuada, para albergar la dispersa, almacenada y abundante colección municipal de obras de arte, buena parte de ella depositada e invisible en el Museo de Cuenca. Y alguna otra opción más que, sin duda, se puede plantear.

Vuelvo al comienzo de este artículo. La recuperación en plenitud de la Casa Zavala por parte del Ayuntamiento es una excelente noticia, que pone fin a un periodo ciertamente turbio. Que la sensatez acompañe a los regidores municipales para acertar con la decisión futura es un ferviente deseo que, seguramente, compartimos muchas personas en esta ciudad.