El Teatro-Museo Dalí reabre hoy sus puertas tras el parón impuesto por el estado de alarma y lo hace con una reivindicación del surrealismo vinculada a esta era COVID-19 que, durante meses, ha generado preguntas en redes sociales sobre qué opinaría el genio ampurdanés de la situación actual.
Para ello, la directora de este espacio y de los otros dos que conforman el denominado triángulo daliniano, el Castillo de Púbol y la Casa de Portlligat, ha reunido una docena de obras que nunca habían compartido sala y que conforman la muestra Dalí: El surrealismo soy yo. Paisajes fuera del tiempo.
La exposición servirá para ese regreso a la nueva normalidad del Teatro-Museo de Figueres, que ha permanecido cerrado cuatro meses y que se ha adaptado a los protocolos sanitarios.
La muestra permanecerá abierta al público hasta el próximo 13 de septiembre, cuando la Fundación Gala-Dalí ha anunciado que volverá a cerrar sus espacios ante la inviabilidad de mantenerlos abiertos en un momento de pandemia que frena la llegada de turistas extranjeros y obliga a cumplir estrictas medidas de seguridad e higiene.
Los 12 óleos surrealistas van de 1926 a 1937, con la excepción de Poesía de América, que data de 1943 y confirma que los rasgos de ese estilo pictórico permanecían años después de la época principal en la obra del artista. Las piezas son telas, cartones y tablas que han sido solicitadas por su relevancia para exposiciones internacionales en Rusia, Japón o Australia, por lo que nunca habían coincidido en un mismo espacio.
Hombre con la cabeza llena de nubes, Estudio para La Miel es más dulce que la sangre, Singularidades, El espectro del Sex-Appeal o la citada Poesía de América son algunas de las piezas icónicas que han reunido Aguer y la comisaria adjunta, Carme Ruiz.
La exposición pivota sobre la frase El surrealismo soy yo que pronunció Salvador Dalí y que el tiempo ha confirmado al pasar a la posteridad como icono de ese movimiento con una iconografía integrada en el imaginario popular.
Transgresión, libertad, rebeldía y poder para desdibujar la frontera entre arte y realidad son características del ampurdanés, que escribió que «el hombre tiene derecho al enigma y a los simulacros que se fundamentan sobre estas grandes constantes vitales: el instinto sexual, la conciencia de la muerte y la melancolía física provocada por el espacio-tiempo».