El retorno del Generalísimo y la vida contemplativa de Reíllo

J. López
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La localidad conquense ha sido noticia en estos días por la decisión del Ayuntamiento de restituir y recuperar el nombre de una calle dedicada a un antiguo maestro y alcalde, por la denominación antigua

La localidad conquense ha sido noticia en estos días por la decisión del Ayuntamiento de restituir y recuperar el nombre de una calle dedicada a un antiguo maestro y alcalde, por la denominación antigua. - Foto: Reyes Martí­nez

Franco ‘vuelve’: un pueblo de Cuenca recupera la calle del Generalísimo’, ‘Se lía gorda porque le han devuelto el nombre a una calle de un municipio de la región’, o ‘Polémica en Reíllo por el cambio de nombre de una calle al de Generalísimo’, son algunos de los titulares aparecidos en la prensa nacional esta semana. La decisión del Ayuntamiento, gobernado por el popular Pablo Campillo, de reponer el nombre de la calle más importante del pueblo corrió como la pólvora. Y eso que la placa había sido cambiada hace quince días.
Lo que son las cosas, Reíllo se convirtió en pocas horas en tema de conversación de tertulias y programas televisivos y dio para varias páginas de revistas y prensa, que opinaron libremente del polémico cambio.
Esta localidad de algo más de 130 habitantes, a algo más de 30 kilómetros de la capital conquense y a escasos 6 de Carboneras de Guadazaón, se levantó de su monotonía y volvió a ser por unas horas noticia nacional. 
Han pasado cerca de dos años desde la última vez que la localidad de la Serranía Media acaparó titulares. Un incendio provocado por un rayo, en agosto de 2012, arrasó varias hectáreas en la Dehesa de la Torre y el pasado año, en febrero, se exhumaron los restos mortales de tres guerrilleros, maquis, que fueron asesinados y posteriormente sepultados en el cementerio civil.
Pablo Campillo, de 33 años, «la edad de Jesucristo» dice, es el alcalde que ha decidido cambiar el nombre de la calle. El popular accedió al cargo en las últimas elecciones municipales, desde el inicio de la democracia y tras las legislaturas socialistas.
Dice Campillo no entender el por qué de tanto revuelo. «La gente ya le llamaba calle Generalísimo y van a seguir llamándola así. En el fondo se ha cambiado el nombre de un maestro y alcalde que era falangista, por otro», indica, y añade que «nadie del pueblo se ha quejado ni ha dicho nada. Tampoco creo que sea un problema, hay otros más importantes. Lo que pasa es que como el PP lo está haciendo bien y el PSOE no sabe de que hablar, están aburridos y tienen que armarla. En el fondo, Franco también es historia de España». El equipo de Gobierno, formado por cuatro concejales decidió recuperar el nombre de la calle, cambiada en 2008 por el entonces alcalde, para hacer cumplir la Ley de la Memoria Histórica.
El PSOE de Cuenca ha criticado el cambio, asegurando que responde a un interés «por mantener reminiscencias franquistas» y Ciudadanos por la República ha instado a la Subdelegación del Gobierno a actuar y hacer cumplir la ley.
 
La calle de la discordia. La calle larga parte desde el mismo cartel que anuncia el nombre del pueblo. Son las doce de la mañana y los vecinos aprovechan para ir a comprar pan -el horno hace años que cerró- al único bar que existe. Otros habitantes esperan la llegada de la médica, en el Centro de Salud habilitado en el edificio del Ayuntamiento, para que les pase consulta. 
Un par de ancianas abren el quicio de la puerta de una vivienda y asoman la cabeza para ver quien ha llegado. Una dice que el nombre sustituido, José Mondéjar, «no debería haber tenido una calle. Franco hizo bueno y malo, cómo todos los que vienen», la otra le replica que «no tenían que ponerle una calle ni a uno ni a otro». 
Un hombre que aprovecha la mañana soleada para hacer reforma en su casa, asegura que «han cambiado el nombre de la calle por un facha acabado, pero ese era el jefe. Y se la quitan a José Mondéjar, que agárrate también, era bien falangista», y opina que «son tonterías. Aquí hay problemas más importantes que un nombre. A ver si nos ponen un repetidor como Dios manda. En cuanto viene una tormenta se jode y si pasa en viernes, hasta el lunes no vienen a arreglarla».
Un señor de 80 años que camina hacia la plaza Conde de la Ventosa, la plaza donde se encuentra el Ayuntamiento, dice sin dejar de andar que «tampoco estaba tan mal lo de antes. Lo que hace falta es que no me toquen la pensión que me dan. Esto es una merienda de negros», y añade que en el pueblo «ya no quedan jóvenes. No hay más que viejos. Eso sí que preocupa».
Al vecino Jacinto no le parece bien que le hayan quitado la calle al que fue maestro y posteriormente alcalde en época franquista. «Era un manitas. Arregló el alcantarillado, nos metió el agua en las casas e hizo mucho por el pueblo. Le dieron 500.000 pesetas de la época», -el 24 de septiembre de 1967, Reíllo recibió el primer premio del XI Concurso Provincial de Embellecimiento y Mejora de los Pueblos-, «hizo el bar y la piscina», dice, y recuerda que «entonces venía mucha gente joven, de Cuenca, de otros sitios, y nos poníamos a bailar todos los sábados y domingos. Nos compró un pick-up para hacer guateque».
El teniente alcalde de la localidad, Miguel Ángel Panadero, se suma a la conversación y explica que el cambio «se hizo sin maldad, pero al final le ha venido bien al pueblo para salir en la televisión. Pero vamos, que digo a los que han venido a sacar noticias que investiguen la historia. Que miren 25 años, que se encontrarán que no aparecen 87.000 euros desde hace tiempo». 
Panadero apunta que hace unos meses se hizo un proyecto para reordenar  las calles «y decidimos colocar los nombres de toda la vida. Hemos puesto nuevas calles, camino de San Román, Camino del Santo, San Roque,  lo que se decía toda la vida. ¿Qué porqué quuitamos José Mondéjar? Pues por mi parte no le doy el nombre de una calle a ninguno del pueblo. Nadie tiene mérito aquí para tenerla».
Otro vecino se acerca para dar su opinión. «Esto sí que es una dictadura. Matas un pollo y vas a la carcel. Robas 100 millones y te hacen palmas», indica.
Roberto, el camarero del bar, ha sacado un café cortado y tres cervezas a la terraza. Se dirige al teniente alcalde y le increpa sonriendo: «Madre mía, la que habéis liao (sic)». El camarero pide que apuntemos las fiestas que se celebran en la localidad para agosto, el famoso encierro campero que se celebra en honor a Santa Ana y que llena la localidad de vecinos, aficionados y numerosos curiosos. Por unos días, Reíllo volverá ser noticia por otros motivos. «El resto, no es tan importante», dice Roberto.