El poder del antihéroe

Agencias
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La muerte de Albert Uderzo deja huérfano a Astérix y su inseparable Obélix, pero una magnífica obra para releer

El poder del antihéroe

En torno al año 50 a.C, una pequeña aldea gala se resiste a la invasión romana de Julio César, gracias a la fuerza sobrehumana que una poción preparada por el druida del pueblo logra otorgar a sus guerreros.

¿Les suena? Seguramente, porque ese druida es Panorámix, y uno de los héroes que beben la poción es Astérix quien, junto a su inseparable amigo Obélix, pone a los romanos en aprietos una y otra vez. Sí, es el mismo Astérix que el año pasado cumplía ni más ni menos que 60 años de historias y que el pasado lunes se quedaba huérfano tras fallecer Albert Uderzo, su dibujante y segundo padre, junto al guionista René Goscinny, que murió en 1977.

A Uderzo se le consideraba el último exponente de la vieja escuela de dibujar personajes, un artesano del cómic que desde 2011 se había visto obligado a ceder el testigo de sus personajes por una recurrente tendinitis. Él mismo siempre se negó a que Astérix acabara con sus creadores y lo demostró cuando se quedó solo alimentando el mito del irreductible galo durante más de cuatro décadas y entregando la saga al dibujante Didier Conrad y del guionista Jean-Yves Ferri, que ya han firmado cuatro álbumes. Todos ellos, eso sí, bajo la supervisión del padre de la criatura. 

El dibujante francés solía contar que creó a Astérix junto a Goscinny en el apartamento de protección oficial que ocupaba en Bobigny, en la periferia de París, en 1959. Con el encargo de crear un personaje basado en los ancestros galos de Francia para una revista juvenil, dibujó una figura hercúlea, capaz de combatir el poderío de Roma. Pero Goscinny, de familia judía originaria del este de Europa, imaginó situar a su protagonista en las antípodas de los héroes que triunfaban en la época, a menudo llegados de EEUU.

Infatigable lector de Disney, para cuyos estudios siempre soñó trabajar, Uderzo acabó por aceptar que Astérix fuera un contrapunto de todos ellos, el listillo capaz de anteponer la maña a la fuerza, que obtenía de una poción mágica, un relato que permitió a los autores hacer una caricatura de la Francia contemporánea. Así, el antihéroe galo más fuerte de todos los tiempos pese a su cota estatura y escasa envergadura, recorrió el mundo con mil y una aventuras que se han llegado a traducir a 111 idiomas y de las que se han vendido 380 millones de álbumes.

Precisamente, la frescura de unos personajes atípicos y el humor de las historietas cautivaron a toda una generación de fans... Y lo han seguido haciendo con sus sucesores. Más de un lector probablemente esté pensando ahora qué se le pasó por la cabeza cuando cayó en sus manos el primer cómic de los galos, o cuál fue la historia con la que se inició en una saga que seguro que le enganchó. Sirva para hacerse una idea de hasta dónde llega este éxito y cómo estos dos galos son mucho más que algo anclado a una época que, en 2017, se subastó un ejemplar original de Le Tour de Gaule (1965) firmado por Goscinny y Uderzo por una cifra que superó el millón y medio de dólares.

En todos estos años, además, a Astérix se le ha multiplicado el trabajo. Ya no solo tiene que luchar contra los romanos: sale en películas, videojuegos, exposiciones, todo tipo de merchandising y hasta le han dedicado un parque temático. 

Pero «¡por Tutatis!», ¿cómo puede ser? Pues porque enganchan, tanto como las frases más célebres que han salido de sus viñetas. En concreto, esta expresión fue creada en francés por los autores de la saga. En la historieta, los galos la usan para expresar espanto. Toutatis era un dios celta de la antigua galia y bretaña. Era, supuestamente, un protector de las tribus.

Otras expresiones como «¡están locos estos romanos!» también reviven la lectura, ya que es lo que los galos siempre dicen cuando se refieren a los romanos y sus constantes intentos de incursión en la irreductible aldea gala. Aunque para Obélix son siempre los otros los que están locos, nunca él mismo, porque a le encanta machacarlos con su fuerza prácticamente innata.

En el álbum número 38, La hija de Vercingétorix, realizado el año pasado bajo las nuevas plumas, es la última aventura del hombrecillo del casco alado y quizá una buena opción para retomar estas míticas historietas o iniciar en ellas a una nueva generación de lectores.