Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


Los santos, Halloween y un poeta surcoreano

28/10/2021

Leyendo a Ko Un, poeta surcoreano, me encontré una frase que viene pintiparada al tema que quiero compartirles hoy. El bueno de Ko afirmaba que el fenómeno de la globalización actual pone en peligro las variedades culturales, su identidad, además de cercenar su capacidad creativa.
No puedo estar más de acuerdo en este punto con el autor de Diez mil vidas. Creemos que ser moderno es afirmar lo ajeno negando lo propio. Nos encontramos así con infinidad de amigos que hacen bodyjam, bodypump, crossfit, fitness, spinning, stretching… vamos que no sabemos si hacen deporte o se están preparando el B1 de inglés por libre. Nos empeñamos así en asumir modas o costumbres ajenas a las nuestras, como si decir solo que vamos al gimnasio nos quitara ese poso de modernidad o nos quitara puntos en la carrera por ser más cool que nadie.
Desde hace semanas, los macro comercios que rodean la ciudad nos ofrecen toda una serie de disfraces y complementos para celebrar una festividad que no es nuestra de ninguna manera. Sí, es cierto que la globalización a la que aludía Ko Un nos acerca a realidades culturales diferentes que deberían enriquecernos pero que están consiguiendo todo lo contrario, hundir en el olvido las propias. La devastadora influencia norteamericana y el incesante bombardeo por anunciantes interesados nos coloca este próximo fin de semana en la obligación de participar en Halloween disfrazados de los personajes más extraños, de llenar las calles de tiernos vástagos al ritmo del cansino «truco o trato», entendiéndolo como algo normal.
Claro que la cosa empezó antes, desde hace años se dedican unidades en diversos libros de texto al estudio de esta celebración, otro punto a favor del bilingüismo (entiéndase de modo irónico). No digo que esto este mal. Lo que no es correcto es que nos obliguen a abrazar costumbres, tradiciones… olvidando las nuestras.  
Este próximo fin de semana celebramos, nada más y nada menos, que la festividad de Todos los Santos.
Y tenemos un montón de maneras propias de hacerlo. ¿Cuántos adolescentes e incluso "adultoscentes" aprovecharán este puente para ver una buena versión de Don Juan Tenorio? ¿En cuántos pueblos seguirán doblando las campanas la noche de todos los Santos para espantar los malos espíritus? (Claro que en este caso posiblemente a los vecinos les moleste el benéfico y armonioso sonido de un campanario obligando a la pérdida de esta tradición inmemorial). Más allá de los tuneados huesos de santo o buñuelos de viento, ¿cuántos probaremos los puches en estas fechas?  
Dejo aparte la acostumbrada visita al cementerio que aún se mantiene con cierta pujanza familiar, aunque en muchos segmentos de edad conocerán, gracias a la industria Disney y su emotivo Coco, más sobre el día de muertos mejicano que sobre el día de difuntos español.
En fin, no se trata de hacer una defensa encendida y exclusiva de lo propio, la vida no va de eso, va de hacerlo aceptando y asumiendo en su justa medida lo ajeno.
Al menos siempre nos quedará D. Adolfo Gustavo con su Monte de Ánimas.