Editorial

La cortina de humo que esconde lo trascendente se hace más espesa

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Todavía no se ha cumplido un año desde que el sátrapa ruso ordenara invadir y bombardear Ucrania, pero ya es habitual que la actualidad publicada pase de puntillas, o ni siquiera pase, por la guerra que ha subvertido la recuperación económica de occidente, España incluida, tras la pandemia de covid. Resulta igualmente llamativo que una competición deportiva, por más que sea la más arraigada en este lado del mundo y obedezca a la amplificación de un espectáculo que mueve miles de millones y de puestos de trabajo en nuestro país, haya sido capaz de imponerse a toda la negrura que exuda la actualidad en el plano económico y político.

La activación de la campaña decembrina, trufada de fiestas, puentes, acueductos y citas privadas para celebrar la despedida de un año que no merecerá honores con el paso del tiempo, ha sumido a la sociedad en esa forma narcótica de existir en la que la pirámide se invierte y lo superficial ocupa la cúspide de las prioridades mientras lo trascendente se enquista sin remisión. Paralelamente, la inflación continúa en niveles insostenibles y no da síntomas de relajarse en el corto plazo. La política se enfanga en discursos cercanos al odio y en dibujar leyes o reformas legislativas de imposible digestión, bien por las vías de agua que manifiestan -caso de la ley del 'solo sí es sí'-, bien por estar dictadas por quienes aprovechan su fortaleza parlamentaria para rendir al Gobierno a su antojo y conveniencia, como está sucediendo con los dictados de ERC y Bildu al Ejecutivo de Pedro Sánchez.

Lo grave de este estado social indolente es que se prioriza la atención sobre lo transitorio, efímero y vulgar para no concentrarse en aquello que determinará el rumbo del país y de la sociedad española durante los próximos meses, que vienen con un pronóstico tormentoso que solo ha puesto de acuerdo a los expertos en que no serán fáciles. 

El caso de la guerra en Ucrania es paradigmático por todas las consecuencias que emanan de ella. Resulta complejo pensar en una estabilización económica sin lograr algo parecido a una tregua o paz tensa en el Este de Europa. La dependencia energética y el impacto en el comercio mundial de bienes y materias primas no puede afrontarse con garantías sin una planificación estratégica que requiere mucho tiempo.

Frente a esa realidad, los hechos demuestran que la guerra se perpetúa, se recrudece y pone cada día más cuesta arriba tanto la supervivencia de la población, sometida a la destrucción sistemática de las infraestructuras básicas como una nueva forma de asedio, como la salida de Putin de la trampa en la que él decidió entrar y, en el camino, meter al resto del mundo. Miremos hacia lo importante.