Cumbre climática, la UE baila sola

VIdal Maté
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Mientras Bruselas impone al sector duras condiciones medioambientales, los países con medios no cumplen lo mínimo frente a los más pobres, que no pueden hacerlo

La industria ‘agro’ debe cumplir un plan de medidas para cobrar los fondos para sus explotaciones. - Foto: Alberto Rodrigo

La semana pasada concluyó, prácticamente como había comenzado, la esperada cumbre sobre el cambio climático en el seno de la Organización Mundial de Naciones Unidas para la Alimentación con la asistencia de las delegaciones de 200 países y un amplio abanico de objetivos básicamente centrados en evitar un mayor calentamiento global del Planeta mediante la reducción de emisiones de gases efecto invernadero, con la búsqueda y la aplicación de modelos de energías alternativas, especialmente al petróleo y al carbón ,y para la instauración de más medidas medioambientales que contribuyan al mantenimiento de la biodiversidad y a la protección del territorio.

Los resultados, un fiasco de escasos acuerdos no vinculantes, escasez de compromisos en los ejes centrales de las preocupaciones principales en relación con el cambio climático, las emisiones, y falta de definición en los pocos puntos novedosos acordados, como la posibilidad de apoyos financieros a los territorios más pobres para avanzar en la senda de las reducciones de emisiones de los gases más contaminantes para modificar sus fuentes de energía.

De entrada, a pesar de la masiva asistencia de naciones, al margen de las delegaciones no gubernamentales que no pasan de ser meros espectadores, poco se podía esperar de dicha cumbre.

Primero, porque algunos de los países más potentes -y también los más contaminantes- no acudieron a la cita. Fue el caso de China, que supone un 34% de las emisiones, con una política industrial salvaje que le permite su estrategia de producciones baratas para exportar a todo el mundo; India, con el 6,7% de las emisiones, o Rusia, con otro 4,6%. El hecho de que no acudan al encuentro ya hace entender que no tenían, de entrada, ningún interés por la reunión y menos para cumplir con sus acuerdos.

Segundo, porque se trata de una cumbre donde sí acuden los territorios más desfavorecidos, pero sin recursos y posibilidades suficientes para apuntarse a cumplir con nuevas exigencias menos contaminantes para producir, cuando el problema principal de sus poblaciones es sobrevivir.

En este contexto, la Unión Europea, cuya participación en las emisiones de todo el mundo de gases de efecto invernadero se sitúa en el entorno del 10%, se puede decir que bailó sola con su estrategia verde para la defensa del medio ambiente y para la protección del cambio climático, que tienen sobre sus espaldas de forma obligatoria los agricultores y ganaderos del bloque comunitario.

El encuentro no dio una salida clara para la contención del incremento del calentamiento de la Tierra, donde el debate se concretó en limitar el mismo a 1,5 grados respecto al período preindustrial, cuando en este momento ya se ha elevado 1,1 grados. Ligado al debate sobre la temperatura, estuvo la negociación sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, con la meta de rebajar los mismos hasta un 45% en 2030 en relación con los datos de 2010. El problema de ambos compromisos es la dificultad para su cumplimiento en cuanto los países no tienen en sus planes esos mismos objetivos para tomar las medidas que los hagan posibles.

Entre los pocos consensos a destacar de la cita se hallaría la decisión de constituir un fondo financiero para apoyar en sus políticas energéticas de cambio a las naciones más pobres. Pero como suele suceder en la mayor parte de las actuaciones ligadas a la FAO, en este momento no se sabe cómo se va a nutrir ese fondo que, en principio, iba a contar con 100.000 millones de dólares en el marco del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Y, en segundo lugar, tampoco hay una definición de cuáles y bajo qué parámetros serían los territorios integrados en ese fondo, lo que hace temer que el principal acuerdo será nuevamente motivo de debate en la siguiente cumbre.

La defensa del medio ambiente, de la biodiversidad del Planeta y reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero para evitar un mayor calentamiento que pueda seguir provocando modificaciones del clima, constituye una estrategia global que no se puede basar en simples recomendaciones, sino que debería contar con mecanismos y exigencias para garantizar su ejecución. 

Exigencias desiguales

No resulta entendible que en un asunto de semejante importancia, los responsables de países cuyas poblaciones suponen una tercera parte del total mundial se laven las manos y se alejen de la posibilidad de cumplir unos acuerdos, en medio de la impotencia de quienes tratan de buscar salidas autoimponiéndose duras condiciones en materia de emisiones en detrimento, en muchos casos de sus producciones y la necesidad de importar lo que otros producen, sin cumplir esas exigencias.

Este sería el caso de la Unión Europea, donde el sector agrario debe cumplir un importante paquete de prácticas medioambientales de forma obligatoria y otras de forma voluntaria, pero todas ellas necesarias para cobrar unos fondos importantes para el funcionamiento de sus explotaciones. Una parte de esas exigencias se contemplan en la Estrategia Del campo a la Mesa para reducir el empleo de abonos en un 20% y del 50% en los productos fitosanitarios, así como en la Estrategia Biodiversidad 2030. Además de ello, el sector agrario tiene que cumplir de forma obligatoria las medidas contempladas en la Condicionalidad reforzada y en actuaciones previstas en la BECAM, buenas Condiciones Agrícolas y Medioambientales referidas al mantenimiento de los pastos permanentes, a la protección de humedales y toberas, a la prohibición de la quema de rastrojos para mantener la materia orgánica de los suelos, la creación de franjas de protección en los márgenes de los cursos de agua para evitar contaminaciones y escorrentías a las prácticas de menos laboreo para evitar la degradación de los suelos, a la cobertura mínima de las superficies, la rotación de cultivos, la prohibición de convertir o arar pastos permanentes en zonas medioambientales sensibles en espacios naturales natura 2000 o una fertilización sostenible.

Una nueva cumbre del clima que también cerró en falso y donde se puso de manifiesto que, aunque el planeta es común, existen tres mundos, unos que cumplen, otros que no cumplen, ni tienen interés en cumplir, y otros, que no pueden hacerlo. La Unión Europea baila sola.