Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


La canción del verano

19/08/2021

Cada estación del año nos ofrece el placer de disfrutar de tópicos que no por manidos son menos ciertos. Si estamos en primavera, hablamos de golondrinas. Si nos encontramos en otoño nos centraremos en la caída de las hojas. Por el contrario, el invierno nos trae aroma de turrón y nieve. Hay muchos más, por supuesto. Pero, si hablamos del verano, creo que uno de los más recurrentes es la canción del verano. Al principio del estío hablamos de cuál puede ser y cuando este acaba coronamos como canción del verano ese soniquete que se nos ha metido en la cabeza de oírlo continuamente en chiringuitos playeros, atracciones feriales y barbacoas vecinales. O al menos así era antes de la pandemia, claro.
Cuando comenzaba el verano nadie nos imaginábamos que tendríamos que contemplar, con el corazón en un puño, el ascenso al poder de los talibanes y el descenso a los infiernos de tantas y tantas mujeres que viven encogidas por el más que seguro recorte de sus libertades. Como hace veinte años. Cierto es que intentan convencernos de que en esta ocasión será diferente pero guardamos en la retina imágenes de destrucción de tanta riqueza cultural, de tanto sufrimiento soportado estoicamente por quien piensa de un modo diferente y, sobre todo, por quien es de un sexo diferente. Contemplamos ahora, como en un remake veraniego, las dantescas imágenes de un aeropuerto atestado de gente intentando huir de quien, dice, ha venido a salvarla. Vemos como las naciones occidentales aceleran la evacuación de su personal como si fuera una huida. No soy experto en geopolítica, desde luego, pero esto pinta mal, muy mal.
Mientras tanto, en el Caribe, la tragedia vuelve a cebarse con Haití. Parece que la magnitud de lo que se avecina en Afganistán ha eclipsado el último zarpazo de la naturaleza contra el que, posiblemente, sea el país más pobre del mundo. Afortunadamente la cantidad de muertos y heridos no se acerca a la de 2010 pero aun así estamos hablando de más de 1200 muertos y 5000 heridos. Sumémosle la llegada de la tormenta tropical Grace para conformar el cóctel de destrucción y pobreza en que seguirá sumida la caribeña Haití durante años y años.
Pero todo esto nos pilla lejos.
Aquí seguimos sumidos en la subida continua y continuada (quizá incluso canallesca) del precio de la luz obligando a muchísimas empresas a hacer malabares económicos para poder seguir abiertos. Y así llevan desde marzo del año pasado. Los demás disfrutamos de la libertad de elegir hora y día para hacer coladas, comidas, poner cafeteras…Pero no pasa nada, nadie asume la responsabilidad de este hecho deleznable y articula las medidas correctoras oportunas. Igual que llenar el depósito de gasolina. La clase política sabe que la luz y la gasolina son elementos de primera necesidad y que vamos a seguir usándolos. Les da igual el sufrimiento de tantos y tantos conciudadanos.
En fin, querido lector, ¿adivinas qué tema propongo como canción del verano? Sí, La vida sigue igual.