Manguitos y cilindros

J. López
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Miguel Garrote Gómez

Manguitos y cilindros

Llaves ajustables, de presión, pistolas de impacto, compresoras, osciloscopios, gatos y patines hidráulicos, manómetros o scanner para diagnosticar los sensores del sistema eléctrico. Estas y otras tantas herramientas, algunas de nombres más difíciles de recordar, forman parte de la extensa lista de útiles que un mecánico de coches maneja frecuentemente cada día. Bien pudiera ser el caso de Miguel Garrote, jefe de taller de Talleres Villa Laín, quien puede presumir de llevar toda una vida en la profesión. Esta empresa familiar, que cuenta con siete trabajadores, está ubicada en el polígono Sepes desde hace 16 años.

«Siempre ha sido mecánica y luego, poco a poco, hemos ido evolucionando a la electricidad. Ahora también nos dedicamos a la transformación de rampas para minusválidos, adaptaciones a la conducción o la instalación de nuevos equipos de gas GLP», cuenta el profesional, que explica que las instalaciones disponen de un laboratorio en el que «se controlan elementos como los inyectores de common-rail, pero el día a día son revisiones y averías de cualquier tipo eléctrico y electrónico».

Eso sí, la evolución tecnológica de la automoción es tal que obliga a los mecánicos a estar en continua formación para estar a la última. Tanto es así que, en el último año, «hemos tenido que asistir a 10 cursos. Cualquier modificación, en vehículos de gasolina de inyección directa o con las reparaciones de las cajas de cambios automáticas DSG, por ejemplo, te obliga a asistir a la formación y a homologarte».

Garrote, que también preside la Asociación Provincial de Concesionarios y Talleres de Reparación de Automóviles de Cuenca (Tracc), confiesa que todavía hay pillería en el sector. Se calcula, dice, que en España «existen unos 2.000 y pico talleres ilegales». En Cuenca, por desgracia, «aún hay quien lo hace. El problema es que no hay suficientes armas legales. Tienen las puertas cerradas de sus talleres y no se puede demostrar que están trabajando de forma ilegal». Además, hay que tener en cuenta que «determinadas reparaciones forman parte de la seguridad vial». Por contra, avala que los talleres adscritos a la asociación incluida en CEOE-Cepyme Cuenca pueden presumir de buen hacer y profesionalidad. 

Y es que ya se sabe que el sector tiene mala fama por aquello de las malas prácticas de algunos. La junta de la trócola –que de hecho existe–, los zunchos, el bulón, las casillas o la chaveta pueden sonar a chino y generar desconfianza. 

«Esto no viene de ahora. Sí que es cierto que antes te decían qué te iba a costar la reparación y te lo daban en un papel. Ahora ya no se trabaja así. Hay tarifarios, cada pieza se factura con su referencia y PVP, y la claridad que hay en una factura no es la que había hace años», comenta el responsable de Talleres Villa Laín, que recuerda que «hay gente que todavía piensa que un taller es aquel cuchitril en el que el suelo está lleno de grasa o hay el clásico calendario con desnudos. Esos prejuicios los arrastramos, pero hoy en día no tiene nada que ver». 

Además, añade, «la gente se queja a veces de la mano de obra, pero no sabe lo que hay detrás. No es el hecho de cambiar una pieza, sino que muchas veces se necesitan utilizar programas de diagnosis, que no son gratis, formación de la máquina y del sistema y el utillaje para cambiarlo. Los talleres ya no son de martillo y llave inglesa».

Ahora que, como cualquier profesión, la mecánica también tiene sus satisfacciones. «Como la adaptación que le hemos hecho a un cliente que le dio un ictus y no podía conducir. Se sentó en el coche, soltó una sonrisa y fue una sensación increíble. Contribuimos a hacer feliz a alguien que había conducido toda su vida».