Un Silencio que conmueve a Cuenca

L.O.
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El Miércoles Santo conquense desafía a los malos pronósticos climatológicos y brilla con aquel esplendor que tenía antes de que la pandemia dejase vacías las calles de la capital por Semana Santa

Un Silencio que conmueve a Cuenca - Foto: Reyes Martínez

Arrancó el Miércoles Santo mirando al cielo. Las nubes negras amenazaban una de las jornadas marcadas en rojo en el calendario de muchos conquenses. La ciudad rebosaba entusiasmo, ilusión y pasión por su Semana Santa, y solo la lluvia no estaba invitada a la fiesta. Pero parecía que tampoco se quería perder la Procesión del Silencio. Incluso se hizo presente en el Casco Antiguo, a eso de las diez de la noche, cuando varias hermandades habían alcanzado ya la Catedral y otras estaban a punto de hacerlo. Nadie pareció inmutarse, ni dentro ni fuera del cortejo. Los paraguas que sacó el respetable fueron muy escasos. Las ganas -si aquello no se ponía peor climatológicamente hablando- podían, y pudieron de hecho, con todo. Cuenca quería vivir un día grande, previo a los días más importantes de la Pasión de Cristo, y lo vivió. Como si 2020 y 2021 nunca hubieran existido.

El desfile procesional arrancó desde la Iglesia Parroquial de San Esteban, cuando pasaban unos segundos de las siete de la tarde. Una multitud (que se iba a multiplicar a lo largo del recorrido) esperaba las salidas de las Venerables Hermandades de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto y del Prendimiento. Con la Banda de trompetas y tambores de la Junta de Cofradías de Cuenca abriendo el cortejo ascendieron ambas Hermandades con sus Sagradas Imágenes titulares hacia la Plaza. En la Parroquia de El Salvador se unió al cortejo la Hermandad de Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol. Precisamente, poco antes de incorporarse al desfile, se vivió uno de los momentos más emotivos de la jornada, cuando la Hermandad quiso homenajear a Tomás Redondo Ortega, quien fuera director durante más de tres décadas de la Agrupación Musical San Clemente De La Mancha y que falleció a finales de 2020. Y es que esta agrupación ha acompañado a la Amargura en su estación de penitencia durante más de 20 años.

Un mar de capuces blanco -el color del Miércoles Santo en Cuenca pues solo los capuces de San Pedro Apóstol lucen otro color- ascendió hacia la Plaza Mayor ante la emoción y la curiosidad de cientos de personas que se agolparon en el recorrido para volver a escuchar el legendario sonido de las horquillas, santo y seña de la Semana Santa de la capital. Capital que tiene el relevo nazareno más que asegurado, ya que los niños fueron una constante entre la mar de nazarenos que recorrió las calles conquenses.

Mientras desde la Iglesia de San Pedro, en lo más alto de la ciudad antigua, iniciaban su incorporación al desfile procesional tres cofradías más: las Hermandades de San Pedro Apóstol, La Negación de San Pedro y el Santísimo Ecce Homo (de San Miguel). El discurrir de todas las Cofradías se llegó a simultanear, con todo el Casco Antiguo lleno de túnicas, capuces, tambores, horquillas y trompetas, hasta confluir en la Plaza Mayor. Mientras, en el interior de la Catedral se preparaban ya los nazarenos de la Hermandad de la Santa Cena, que se unieron al cortejo -para encabezarlo, además- en la misma Catedral.

Sobrecogía el silencio a los pies de la Catedral a pesar de la cantidad de gente que se acumuló en la plaza para ver el despliegue de arte y religiosidad de esta procesión. Sonó el redoble de la Banda de trompetas y tambores de la Junta de Cofradías de Cuenca indicando que la Procesión del Silencio arrancaba su descenso. Un descenso realizado como siempre en perfecto orden cronológico para narrar los episodios de la Pasión del Redentor y que discurrió por Alfonso VIII y Andrés de Cabrera, San Juan y Palafox, para llegar a la parte baja de la ciudad. Las populares Curvas de la Audiencia, a pesar del frío, se llenaron de fieles para ver el cortejo cuando la medianoche marcaba ya el inicio del Jueves Santo.

Más desangelada la calle Carretería, pero aún con muchos conquenses y visitantes expectantes por ver esta Procesión del Silencio, las hermandades vislumbraban ya el final de su estación penitencial, con las tulipas alumbrando su camino. La Iglesia de San Esteban y Aguirre cobijaron a la mayoría de las Hermandades de este Miércoles Santo, el Santísimo Ecce Homo (de San Miguel) y Nuestra Señora de la Amargura siguieron su camino de vuelta, ya con la madrugada de los días grandes de la Pasión avanzando, hacia la iglesia del Salvador.