A flote en mitad de la sequía

SPC
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La superficie ecológica retiene mejor el agua que la convencional y sufre menos la falta de lluvia. Crece el consumo de estos productos a pesar de la inflación

A flote en mitad de la sequía - Foto: Alberto Rodrigo

E l ajo, la cebolla o el maíz son ejemplos de algunos alimentos cuya superficie de cultivo va a verse reducida esta campaña. Las especies que precisan riego, sobre todos en las zonas más castigadas por la sequía, van a ser dejadas a un lado por los agricultores en vista de la falta de disponibilidad de agua y la ausencia de garantías para que las plantas puedan completar su ciclo. Preparar la tierra y sembrar o plantar sin saber si se va a obtener beneficio no es buena idea, y menos después de una campaña pasada que no fue boyante, con cosechas ya reducidas y una merma sensible de la renta agraria.

Esta escasez de agua afecta a todos los agricultores, pero no todos sufren sus efectos de la misma manera porque los que trabajan en ecológico parten con ventaja, ya que «todos los cultivos tienen sistemas de mitigación y reducción del gasto de agua», explica el presidente de la Asociación Profesional Española de la Producción Ecológica (Ecovalia), Álvaro Barrera. Según dice, la característica principal de este tipo de agricultura es la capacidad del suelo de retener líquido gracias a su propia estructura.

En el caso de la convencional, el presidente de Ecovalia expone que los compuestos nitrogenados y las sustancias químicas que le aportan los productos fitosanitarios, bajo episodios de sequía provocan que el suelo se queme y la planta no disponga de aporte hídrico. En cambio, en el caso de la agricultura ecológica, los cultivos sí pueden «echar mano» de ese «vaso de agua extra» para sofocar el calor ya que carecen de esas sustancias que provocan un bloqueo en la absorción.

En situaciones como la que atraviesa en la actualidad el país, con la reserva hídrica al 48,2% y en descenso por sexta semana consecutiva a pesar de las precipitaciones que se vienen registrando, la vista se posa en la capacidad de los embalses de suministrar agua tanto para consumo doméstico como para la agricultura. Sobre ello, Barrera alerta de la presencia de «organofosforados que hacen que los límites de estas materias activas estén por encima de lo permitido para el consumo humano» y advierte de que «la poca agua que hay es agua que no está disponible». Añade que esto es por que los fitosanitarios presentes en la agricultura convencional llegan hasta los embalses arrastrados por las lluvias y hacen que, al haber menos agua almacenada, la concentración de esas sustancias aumente.

En los mercados.

La falta de disponibilidad de agua, sumada a otras adversidades climáticas como el pedrisco, ha provocado que muchos cultivos hayan reducido su superficie cultivada y sus rendimientos, con el consiguiente aumento de precios; buenos ejemplos son el melón, la sandía, la cebolla o el tomate. Y esto repercute en el precio final al consumidor, para el que se han incrementado los costes de los alimentos en la cesta de la compra, especialmente los de frutas y hortalizas.

La agricultura ecológica no está exenta de sufrir estos vaivenes económicos, ya que el precio de los insumos también ha subido y ha afectado a todos los productos. No obstante, a juicio del presidente de Ecovalia, factores como una distribución más «de la granja a la mesa», más común en productos ecológicos que en los convencionales, mitigan en parte este problema.

En cualquier caso el consumidor no ha dejado de comprar estos productos orgánicos: el gasto medio total per cápita se situó en 60 euros por persona al año (un aumento del 3%), de los que 53,2 corresponden a la cantidad que gastan los españoles en el ámbito del hogar, según los datos de Ecovalia. Ello a pesar de que, en general, se compró un 7% menos de productos frescos debido a la inflación

El técnico de investigación en producción ecológica en el Instituto Vasco de Investigación Agraria (Neiker) y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Roberto Ruiz de Arcaute, subraya la capacidad de la agricultura ecológica de «competir» con la convencional. Destaca que esta última «no llega a alcanzar el rendimiento esperado» a partir de los insumos que se le aportan y, por tanto, «producir es más caro o equivale, en muchas ocasiones, al modelo ecológico».

El caso es que la agricultura ecológica sigue avanzando. La sociedad demanda una cantidad creciente de alimentos de este tipo. La intención de la Unión Europea es alcanzar un 25% de todas las tierras cultivables para 2030 y España va haciendo su trabajo. Según el Ministerio de Agricultura, la superficie destinada a la producción ecológica en España aumentó el 8% en 2021 frente al año anterior, hasta alcanzar las 2.635.442 hectáreas, y sitúa ya la Superficie Agraria Útil (SAU) dedicada a este tipo de producción en el 10,79%.

 

El sector en datos.

Durante el 2022, los españoles gastaron una media de 60 euros en productos ecológicos tanto fuera como dentro del hogar, una cifra que supone un incremento del 3,1% y de casi dos euros con respecto al año anterior, cuando se gastaron 58,15 euros. Según los últimos datos de Ecovalia, en los últimos tres años el consumo ecológico ha aumentado un 45% tras la estabilización después de la pandemia.

Además, la cesta ecológica en España durante 2022 estuvo conformada por un 64% de productos de origen vegetal, principalmente de fruta (14%) y hortalizas (10%), y un 36% de productos de origen animal, fundamentalmente carne (27%).

En España, hay 2,6 millones de hectáreas de superficie ecológica certificada y en los últimos cinco años se ha registrado un crecimiento del 26,6 % en la superficie.