A manos llenas

J. Monreal
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Fidel colabora como voluntario en el Banco de Alimentos

A manos llenas - Foto: Reyes MartÁ­nez

Está a punto de cumplir 76 años. Goza de una envidiable salud y, lo que es más importante derrocha buen humor y nunca falta una sonrisa en su rostro.

Llegada la hora de la jubilación, Fidel supo qué hacer con su tiempo libre y no dudó ni un momento en echar una mano a su amigo Antonio Villaseñor, «en el Banco de Alimentos de Cuenca, del que es el máximo responsable», dice Fidel, al tiempo que repasa las entregas de alimentos que acaban de llegar a la nave almacén.

Un trabajo de voluntariado que ejecuta día tras día, siendo el primero que acude para abrir las puertas y coordinar la tarea de cada uno de los muchos voluntarios que prestan apoyo a la distribución y almacenaje de los alimentos que más tarde serán repartidos entre las familias más necesitadas.

«Mi trabajo consiste en estar al tanto de todo lo que entra en el almacén y de señalar dónde hay que almacenarlo», comenta el voluntario, consciente de que su labor, como la de los demás miembros de este colectivo altruista sirve para paliar la situación de precariedad en la que se encuentran muchos conquenses.

«Decidí incorporarme a esta tarea porque dispongo de tiempo libre y es un forma de ayudar a los demás».

Mañana y tarde.

Disfruta con lo que hace, y se muestra satisfecho de ser el más veterano de cuantos voluntarios acuden a trabajar en el Banco de Alimentos de Cuenca, «e incluso me hacen caso y cumplen con las órdenes que doy», comenta sonriendo Fidel, consciente de que la veteranía es un grado y, aunque no luce galones de mando, es un hombre respetado por su experiencia y capacidad.

Coordina el almacén y lo mismo monta en la carretilla mecánica que apila cajas de alimentos recién descargados de los camiones.

«En cierto modo es como si no hubiera dejado de trabajar, porque sigo haciendo muchas de las cosas que hacía cuando estaba en activo, salvo que en esta ocasión no hay suelo alguno, salvo la gran satisfacción de servir de ayuda a los demás sin percibir nada a cambio».

Mercancías que llegan cada día y que son colocadas y clasificadas para una más rápida distribución.

«Es un almacén con gran capacidad, aunque estamos ahora mismo a mitad de llenado, porque es mucho lo que se reparte, sobre todo entre familias conquenses, cosa que no sucedía en los primeros años de funcionamiento del Banco de Alimentos. Fueron años muy duros, sobre todo los de la crisis, y ahora parece que vuelve a aumentar la demanda de alimentos».

Fidel camina entre las grandes pilas de productos recién llegados a la nave, y repasa con el lápiz las notas de entrega, al tiempo que señala la calidad de los alimentos que son repartidos.

«Todas marcas reconocidas y alimentos de primera necesidad, entre los que no faltan la pasta, el arroz, aceite, latas de conserva, frutas en almíbar, mermeladas e incluso pañales».

Contento con su trabajo, Fidel echa de menos la falta de colaboración de los jóvenes, «aunque es lógico que la mayoría de voluntarios seamos jubilados, porque lo primero es cumplir con el trabajo y cuando se pueda, echar una mano», comenta el veterano voluntario.

Trabajo no falta, y menos en estas fechas que se aproximan, ya que en este mes de octubre tendrá lugar la gran campaña anual de captación de alimentos en diversas superficies comerciales.

«Estamos preparando ya esa gran campaña, y esperamos que los conquenses sigan siendo generosos como lo han sido en otras ocasiones», comenta Fidel Sevilla, quien al margen de su tarea como voluntario, es un consumado jugador en el arte del dominó. «No soy un gran maestro, pero me defiendo bien con las fichas», dice este auténtico campeón de la solidaridad. Fiel a sí mismo.