Los hoteleros esperan «optimistas» un verano prepandémico

Leo Cortijo
-

Los empresarios del sector subrayan que las perspectivas son «positivas» y confían en que el movimiento generalizado de turistas repercuta en Cuenca con la misma fuerza o más que antes del estallido vírico.

La recepcionista del Hotel Torremangana, uno de los más importantes de la ciudad, atiende a una cliente, en una imagen de archivo. - Foto: Reyes Martínez

Cuenca es destino receptor de turistas. Dentro del interior peninsular es uno de los enclaves preferidos por los visitantes merced a dos pilares fundamentales, cultura y naturaleza, y a una etiqueta –Patrimonio de la Humanidad– que concentra con orgullo las bondades de una ciudad maravillosamente única. Sin embargo, durante los dos últimos años, la pandemia ha puesto contra las cuerdas en muchas ocasiones al sector que encarna como pocos el motor económico de Cuenca: el turismo. Han sido muchos meses de restricciones, limitaciones o incluso cierres a cal y canto. Afortunadamente, todo pasó. Los empresarios del ramo que tuvieron que navegar en aguas inciertas y muy peligrosas respiran hoy un poco más aliviados. Después de un 2020 para olvidar y un 2021 para comenzar a esperanzarse, las previsiones para este verano son –con la cautela lógica del que sabe que todo cambia en un chasquido de dedos– «muy positivas».

El periodo estival ya está aquí y el «optimismo» reina entre los principales hoteleros de la ciudad. José Manuel Abascal, director del Hotel Torremangana, explica que las perspectivas que imperan a nivel nacional destacan que «la gente tiene muchas ganas de viajar», y eso hace que la mira se dirija automáticamente hacia un verano y un otoño «satisfactorios». «No somos Baleares, ni Marbella ni el Levante español, pero salvando las distancias, también tendremos nuestro movimiento», comenta el también presidente de la Agrupación de Hostelería y Turismo.

Mucho tienen que ver en ello los cambios en los hábitos de algunos turistas tras la experiencia del coronavirus, y es que la apuesta por el turismo de interior y natural, y no tanto por la masificación de la playa, es una realidad palpable. Abascal defiende que todo acaba dependiendo en gran medida de la meteorología, pues «si hace mucho calor, como en este mayo que hemos tenido, la gente opta por la playa; pero si las temperaturas son más templadas, como los pasados enero y febrero, la cosa mejora para nosotros, y es que entonces tuvimos unos visitantes que no esperábamos». En definitiva, ahora el público «se reparte mucho más» entre los diferentes destinos que ofrece España. Hace tan solo un puñado de años, el verano era sinónimo inequívoco de arena, toalla, sombrilla y bañador, y ahora ya no lo es tanto. Algo ha cambiado para que Cuenca ocupe una buena posición en este capítulo.

Ese «despegue» turístico tras la pandemia del que habla Abascal, también lo hace suyo Juan Serrapio, director del Parador. «Esta época nos ha enseñado a ser muy prudentes incluso a la hora de hacer valoraciones a corto plazo porque sabemos que cualquier acontecimiento nos puede influir, pero en principio somos optimistas de cara a verano», argumenta. Para el máximo responsable de uno de los puntales de la oferta hotelera conquense, la pandemia ha servido para que muchos clientes nacionales hayan valorado en mayor grado las bondades del país, merced a que durante mucho tiempo «no nos han permitido casi viajar al extranjero». Una tendencia que «ojalá haya llegado para quedarse».

Con todo, Serrapio hace hincapié en que no podemos olvidar que «ya teníamos un turismo de interior importante», y es que «agosto siempre ha sido agosto». El julio del año pasado «ya mejoró» con respecto a otros años precisamente por lo nuevos hábitos turísticos, pero es cierto que ahí «tenemos margen para mejorar y las perspectivas es que podemos hacerlo». Eso sí, añade, cualquier plan estratégico que se dibuje en el horizonte tiene que ahondar en varios puntales. Todos los huevos no se pueden poner en la misma cesta.

A pesar de la coyuntura. Borja García vela armas en sus tres hoteles –Convento del Giraldo, Cueva del Fraile y Leonor de Aquitania– de cara a la campaña canicular. Espera que las estadísticas sean iguales o incluso superiores que las de 2019, que tras unos años «malísimos» fue el primero después de una década «en el que los números empezaban a ser razonablemente buenos». Así todo, el optimismo está por las nubes y, de hecho, ya ha comenzado a contratar personal extra para cuando llegue el pico de la temporada, y es que por entonces «será complicado encontrar personal». Tanto es así que ya se encuentra en niveles de empleo previos a la pandemia.

Y todo a pesar de la compleja coyuntura actual. Hay veces, relata el gerente del grupo empresarial Cuenca con Carácter, que «te asombras cuando compruebas que la realidad económica que nos acompaña en estos días y las dificultades que tenemos no acompasan con la actitud de la población», y es que tanto la capacidad de ahorro de las familias durante lo peor del COVID como las ganas por «recuperar todo ese tiempo perdido», están «contrarrestando» la tormenta que nos ha tocado vivir. Asimismo, sentencia, «hay gente que durante estos dos años ha renunciado a la playa, ha venido a Cuenca y ha descubierto un turismo de interior muy gratificante».