El comercio augura «contención del consumo» en plenas rebajas

Leo Cortijo
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La campaña de descuentos arranca con el optimismo bajo mínimos entre los comerciantes debido a la compleja coyuntura económica y a la «imposibilidad» de competir con las grandes compañías del textil.

El comercio augura «contención del consumo» en plenas rebajas - Foto: Reyes Martínez

Los comercios empiezan a colocar en sus escaparates los carteles de 'Rebajas' con la mira ya puesta en una temporada estival que, eso sí, ha tornado en azul oscuro casi negro. Las perspectivas económicas no son muy halagüeñas y desde hace algunos meses se viene arrastrando una tendencia preocupante como es la «contención del consumo» debido a la imparable curva del encarecimiento del coste de la vida. La inflación no da tregua y los precios de bienes y servicios no dejan de aumentar a pasos agigantados, lo que, en consecuencia y en distinto grado, frena las posibilidades de todos los bolsillos.

Esta difícil coyuntura económica es la que resta optimismo al sector del comercio en la ciudad, que ya nota las complejas réplicas de un terremoto llamado 'más inflación, menos consumo'. «Esta última semana ya se ha notado una barbaridad; en mi caso particular, vienen y miran, pero no compran como antes», comenta Natalia Cotillas, miembro de la junta directiva de la Asociación de Comercio de Cuenca y responsable del establecimiento Borboleta. A pesar de que la campaña de rebajas puede suponer un «pequeño impulso» para el sector, la situación económica prima, y eso hace que «si los precios están altos, la gente echa el freno» en productos que no son de primera necesidad o imprescindibles en el día a día. «Comida hay que comprar sí o sí a diario, pero ropa o calzado, por ejemplo, se puede posponer», argumenta.

Así todo, a juicio de esta comerciante, las perspectivas todavía pintan peor en el horizonte: «El invierno va a ser muy difícil, personalmente lo veo complicado», sentencia de forma lacónica. Y es que hay más eventos, actividades y movimiento que hace un año y, por supuesto, que hace dos, pero «el consumo se está conteniendo». Además, de cara a las rebajas, cada comerciante hace en cierta medida «la guerra por su cuenta», puesto que la campaña está liberalizada y cada empresario puede elegir las fechas que considere oportunas o, directamente, establecer o no descuentos.

Lo cierto es que durante el periodo de rebajas no es oro todo lo que reluce. Cotillas destaca que al pequeño comercio no le queda otra en muchas ocasiones que seguir la estala de las grandes casas, aunque no tienen «el mismo poder» que esos gigantes de la industria textil, ya que ellos tienen capacidad para «guisárselo y comérselo al mismo tiempo». Esa capacidad de producir en cada momento la cantidad y la calidad de sus productos se adereza con agresivas campañas de marketing y publicidad. En este sentido, comenta la comerciante conquense, están inmersas en una continua espiral de promociones todo el año que enlazan «campaña tras campaña».

Así todo, resulta «imposible» combatir con estos titanes. Es una especie de David contra Goliat en el que tampoco les ayuda en absoluto el modelo de venta online. Un apartado en el que ahora, por cierto, se ha sumado un coloso chino del textil que amenaza con destronar a las principales firmas del sector. En esta industria por encima de cualquier otra, todo está en continuo movimiento y en muchas ocasiones maniobran en arenas movedizas. De esta forma, en un mercado tan salvaje como éste, se pregunta Cotillas, «¿a qué puesto queda relegado el pequeño comercio de toda la vida?».

Hábitos de consumo. Por si todos estos hándicaps no supusieran suficientes piedras en el pedregoso camino, hay que sumar un «cambio en los hábitos de consumo», especialmente agudizado en lo que se refiere a la ropa y el calzado. Ahora y cada vez con mayor peso, a diferencia de lo que ocurría hace unas décadas, prima el consumo 'de usar y tirar', ropa de bajo coste y baja calidad, apunta Cotillas. En este capítulo, el pequeño comercio «no puede competir» porque su proveedor –tal y como le ocurre a la responsable de Borboleta–, son productores españoles que no rebajan la calidad y que por tanto no pueden rebajar sus precios, ya que «nadie da duros a pesetas». 

De esta forma, si el pequeño comerciante aplica un descuento en una prenda, por ejemplo, en una gran mayoría de casos va en detrimento de su margen, que ya de por sé es «muy exiguo». Las grandes industrias, remata Cotillas, no tienen por qué, ya que «se producen su ropa, pueden abaratar en costes y en calidad y pueden hacer rebajas». «Eso yo no puedo hacerlo», finaliza.