Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


Números

02/02/2023

Define la Real Academia Española la palabra número, en su tercera acepción, como cantidad de personas o cosas de determinada especie. Desde luego algo frío y real. El acercamiento a los números, por regla general, viene a tener un matiz casi traumático, envuelto en unas enseñanzas que tienen mucho de teórico y poco de práctico. Vamos, que no veo a nadie paseando por las hoces mientras que suma logaritmos, hace raíces cuadradas o usa aquello del máximo común divisor o el mínimo común múltiplo. A pesar del más que probable desapego generalizado a la ciencia matemática, la realidad, que se torna inevitable, nos indica que caminamos siempre bajo el yugo de la dictadura numérica cuyo uso se encarga, entre otras cosas, de desnaturalizar problemas, de ocultar realidades y, sobre todo, de alojar en el anonimato al individuo objeto del uso numérico.

El pasado lunes publicábamos un excelente artículo en el que, tras el velo de los números, tan bonicos ellos con sus tantos por cientos y esas cosas, se desenterraba la punta de un iceberg que esta sociedad, hedonista donde las haya, se empeña en obviar. Afirmábamos en él que, en el año 2021, veintidós personas decidieron quitarse la vida de una forma voluntaria. En el primer semestre de 2022, y a la espera del dato definitivo por parte del Instituto Nacional de Estadística, son ocho, moviéndonos en cifras muy parecidas. Supone esto que la tasa de suicidios en la provincia de Cuenca es cuatro puntos superior a la media nacional. Curioso que siendo menor el número de fallecidos por accidentes de tráfico seamos conscientes de la necesidad de realizar campañas para mejorar este dato, en cambio seguimos tratando las enfermedades mentales como un tema tabú, que existe, que está, pero que nos incomoda y esta sociedad, fugitiva de aquello que no le produce placer, prefiere mirar a otro lado. Personalmente creo que fracasamos colectivamente  cada vez que aumentamos un dígito en el casillero de los que entienden que la única salida a su situación es poner fin voluntario a su existencia.

Acostumbrados a los fuegos artificiales numéricos que nuestros munícipes suelen regalarnos cada cierto tiempo para demostrar su magnífica gestión en lo que es público, o sea, tuyo y mío, deberíamos reaccionar para exigirles la adopción de medidas concretas que eviten un solo suicidio asumiendo que cada vez que se produce, ahondamos en la crisis de valores en la que estamos sumidos. El acceso inmediato al cuidado de la salud mental, el establecimiento de unas condiciones mínimas dignas para el desarrollo de la vida humana y, por lo tanto, no solo la aprobación, sino también la dotación económica de cuantas propuestas vayan encaminadas a facilitar el día a día de todos y cada uno de nosotros, son necesidades que los diferentes partidos políticos, ahora que estamos en pre-pre-pre-pre-campaña, deberían incluir en un puesto preferencial dentro de los diversos programas que los ciudadanos estamos llamados a votar durante este electoral año 2023. La ausencia de estas medidas nos convierte solo en números, en estadística, en masa completamente manipulable… aunque quizá es lo que busquen.