Orfebre de la madera en clave musical

Leo Cortijo
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Jesús Segovia, entusiasta amante de la música, ha trabajado durante más de dos años para elaborar desde la nada una pequeña obra de ingeniería: una zanfoña, un curioso instrumento de origen medieval.

Jesús Segovia posa para ‘La Tribuna’ orgulloso sujetando en sus manos la zanfoña que ha diseñado. - Foto: Leo Cortijo

La idea surgió en uno de los ensayos del grupo Pulso y Púa. En una de esas muchas conversaciones entre Jesús Segovia y Herminio Carrillo, tristemente fallecido hace escasos días. ¿Por qué no recuperamos este instrumento musical de origen medieval? ¿Cómo has dicho que se llama? Zanfoña. ¿Cómo? Zanfoña... Ambos coincidieron en que resultaría «muy difícil» poder elaborarlo desde la más absoluta nada, pero Jesús, entusiasta amante de la música donde los haya, dio un paso al frente y entonó algo así como «yo me encargo, a ver qué saco». Así lo narra él mismo a La Tribuna, feliz por contar ya con su pequeña 'criatura' entre las manos, pero triste al mismo tiempo porque el bueno de Herminio no esté entre nosotros y pueda contemplar el resultado de tantas y tantas horas de trabajo y desvelo. Además, comenta, «él iba a ser el encargado de poner la guinda y hacer que la zanfoña sonara a las mil maravillas».

Jesús, al que bien se le podría etiquetar como un orfebre de la madera –en clave musical, eso sí–, por la precisión quirúrgica y minuciosa con la que ha tenido que maniobrar, empezó con este proyecto antes de la pandemia. La tónica dominante a lo largo del proceso, que comenzó con un completo trabajo de documentación y estudio para conocer el instrumento en profundidad, ha sido un tacto exquisito por el más mínimo de los detalles. La zanfoña que ha elaborado es poco menos que una pequeña obra de ingeniería. «Todo tiene un sitio reservado en un espacio muy concreto y para que todo funcione como tiene funcionar, no hay margen de error», comenta. Por eso, no han sido ni una ni dos las veces que ha tenido que repetir algunos procesos hasta dar finalmente con la tecla... nunca mejor dicho, por cierto.

Manos a la obra. A raíz de la información obtenida en internet y en libros sobre la zanfoña, Jesús –proyectista de profesión ahora ya jubilado–, diseñó una serie de planos a escala en su ordenador. Tocaba ponerse manos a la obra y para eso este avezado manitas del bricolaje contaba con una mesa de trabajo en el trastero de su casa. Había que ensamblar todas las piezas que previamente se habían cincelado y gubiado, en algunos casos puliendo hasta el más aparentemente insignificante de los detalles... Marquetería del más alto nivel con maderas de todo tipo.

Desde sapelly americano hasta nogal, pasando por sabina conquense, de balsa o caoba para las clavijas. En este sentido, los tres respiraderos, asemejándose a los rosetones de la Catedral, le dan un toque casi único al instrumento. Instrumento que, eso sí, por muy medieval que sea, está adaptado al siglo XXI y cuenta con un ecualizador electrónico con sus respectivas salidas para conectarlo, por ejemplo, a un amplificador. 

La zanfoña diseñada y elaborada por Jesús tiene varios juegos de cuerdas y de ahí la «diversidad y variedad» de sonidos que produce. Nuestro luthier particular lo disecciona para enseñárnoslo, empezando por las llamadas cuerdas 'simpáticas', que son cuatro y no se tocan, ya que «suenan gracias a la transmisión de la propia caja». Luego hay otras cuatro, dos a cada lado, que cuentan además con la acción de otros pequeños elementos llamados perrillos, que emiten una sola nota generalmente más grave. Éstas son «de acompañamiento». Por último, en la parte central de la zanfoña, hay tres cuerdas más, conocidas como 'cantantes' o melódicas, que emiten varias notas gracias a la presión que sobre ellas ejercen unas espadillas que acortan la cuerda a través de un teclado. Asimismo, a la rueda, elemento fundamental, «hay que darle un poquito de resina especial para que las cuerdas no solo no se desgasten, sino también para que arranquen el sonido».

Origen del instrumento. La zanfoña, tal y como explica Jesús, «tiene un origen medieval y parte del centro y el norte de Europa, como Alemania y algún país escandinavo». Durante muchos años –prosigue–, «estuvo  bastante desaparecida hasta que en las Cortes del rey Alfonso X de Castilla, el Sabio, salió a relucir de nuevo, parece ser que gracias a los ciegos, que la tocaban por las calles». Esa llegada a España desde tierras centroeuropeas se produjo «a través de las rutas jacobeas». De hecho, Jesús apunta una curiosidad, y es que en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela, en la imagen superior central, «hay esculpidas dos personas con una zanfoña, una encargada de mover la manivela y otro tocando las teclas».

Una vez materializado esta especie de sueño o empeño personal, Jesús echa la vista atrás y explica que la principal receta para llevar la embarcación a buen puerto ha sido «armarse de una paciencia infinita». No es para menos, pues ha elevado el método heurístico de ensayo y error hasta la enésima potencia. «A veces seguía y seguía por pura cabezonería y después de estar toda una mañana trabajando era mi mujer la que me tenía que decir que había llegado la hora de comer, porque si no...». Después de varias dosis de tenacidad, constancia e ilusión –porque sin ésta última no se saca nada adelante en la vida–, Jesús alcanzó la meta. Eso sí, ahora, ya sin el añorado Herminio, «mi gran amigo», que lo ha trastocado todo, la puesta en marcha del instrumento «tiene que recaer en manos de un profesional, como un profesor, por ejemplo, porque todas las notas llevan su correspondiente afinación», relata Jesús, que ya se afana en buscar ese perfil. Lo conseguirá... lo más difícil ya está hecho.