El cine de Saura y Cuenca

Óscar Martínez Pérez
-

El cine de Saura y Cuenca

Carlos Saura llegó y se enamoró de  Cuenca y su provincia cuando en los años 40 su hermano Antonio, que enfermó de tuberculosis, vino por consejo médico a veranear a nuestra ciudad y así poder respirar aire puro. Para ello, su padre alquiló una casa en la Cuenca alta y antigua en donde, desde entonces, la familia pasó largos veraneos…

Con los años, Carlos Saura se inició en la fotografía. Un libro de Lev Kulechov, recomendado por su hermano, le sirvió para ingresar en el  Instituto de Experiencias Cinematográficas. Después comenzó a hacer fotografías por la ciudad y su provincia, incidiendo en la composición y la estética. El ojo sauriano captó con su Leica M3 los fuertes contraluces, los cielos con filtro naranja, los reflejos y volúmenes y el paisaje humano, popular, social, laboral y festivo y semana santero de los conquenses…

Filmografía conquense. La filmografía sauriana comienza para Cuenca en 1958 cuando el Ayuntamiento de nuestra ciudad le encarga la realización de un documental como propaganda turística. Este mediometraje de Saura le valdría un premio del Sindicato Nacional del Espectáculo, una medalla en el Festival de Bilbao y una mención especial en el Festival de Cine de San Sebastián.

Cuenca, nombre del documental, nació de forma sencilla, con un presupuesto económico y con la indicación de tener una finalidad de promoción turística… Relata Carlos Saura que después de reunirse con las autoridades conquenses, intentó forzar la idea y llevarla más allá de lo que entonces se hacía en los documentales al uso. Saura consiguió libertad para el tratamiento temático y mayor tiempo para rodar con tranquilidad y eficacia. El Bergman español respetó el esquema de partida, estructurando el documental en tres apartados: una parte geográfica y didáctica  sobre Cuenca, una segunda parte sobre la historia conquense y una parte final sobre la Cuenca de aquellos años… El rodaje se inició en mayo de 1957 y se prolongó durante prácticamente un año; el guión lo escribió Saura y para los comentarios recabó la ayuda de José Ayllón, siendo la voz en off la de Francisco Rabal…  

Al final del rodaje del corto, que serviría sin duda de entrada en el séptimo arte, Saura explicó que con él intentó un cine «brutal, primitivo en sus personajes, un cine para rodar en la Serranía de Cuenca, en Castilla, en los Monegros, en los pueblos de Guadalajara, Teruel… allí donde el hombre y la tierra se identifican formando un todo»... El documental supo eludir los tópicos de la época y plasmar en escenas y situaciones un prisma nuevo y con una estructura narrativa distinta y cíclica en algunos casos, como en la secuencia más inspirada de Cuenca (que algunos críticos aproximan al  trabajo del Buñuel en Las Hurdes) en la que describe, primero, las tareas de la siega y la trilla en la Mancha conquense, centrándose después en los cuerpos fatigados y castigados por el trabajo y el sol y finalmente reflejarlos en el momento del reposo… También de forma novedosa aparecerá la evocación mortuoria con la escena en el cementerio de Garcimuñoz y la figura de Jorge Manrique. 

La película sauriana capta también de forma muy clara y novedosa la exploración del sonido, partiendo del inicial silencio a «la emergencia sonora de la Turbas» tan característica de la Semana Santa conquense. La Ciudad Encantada la plasmará a través de una secuencia calificada por la crítica como de abstracción visual en la que el ojo fotográfico de Saura se aprecia sin ambages.

El documental se estrenó en un cine de Cuenca –como Saura contó– con todas las fuerzas vivas presentes, se pasó la película y como no hubo alboroto alguno y sí en cambio una respuesta magnífica de los asistentes ante la hermosura de la cinta presentada, las autoridades se quedaron tranquilas ante una posible mala acogida de Cuenca.

'Peppermint frappé'. En 1967 llegó la ocasión para Cuenca de aparecer en una película de calidad, que desde el lejano eco de Calle Mayor no ocurría… El filme se rodó en la ciudad de Cuenca y en los baños de Valdeganga aprovechando también los espectaculares paisajes y quebradas del Ventano del Diablo, donde se despeñaba un icónico coche rojo. 

En la película, Saura demuestra un conocimiento muy preciso de los demonios familiares de los conquenses de la posguerra. Eduardo Alcalá (FMR), en 1995, situaba a Saura y su película en lo más alto: «Con Pippermint frappé el joven director alcanzó un lugar en el cielo cinematográfico, confirmando su categoría en el festival de Berlín donde obtuvo el Oso de Plata para el filme, que ya había logrado para La Caza. 

Por supuesto, Pippermint frappé desconcertó aún más que disgustó en los medios de la burguesía de Cuenca cuyos ritos y mitos desvelaba y revelaba. Lo que hasta cierto punto era inevitable y venía a confirmar que Saura había puesto el dedo en la llaga. En Cuenca, sin embargo, no obstante la estampa traumatizada de los personajes –López Vázquez y Geraldine formaban el 'team' estelar– se asomaba en algunos planos hoy famosos en la estética del cine… Lo que podemos decir es que tanto Cuenca como Pippermint frappé, ya están instaladas en el friso de nuestros mitos más fértiles y admirables. Y Carlos Saura ha pasado de ser un joven anarquista e indocumentado a convertirse en uno de los mejores y máximos intérpretes de un mundo que es mucho más que una ciudad y que llamamos Cuenca.