Una amistad eterna y memorable

Manu Reina
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A sus 94 años Luis Cañas replanta los árboles y riega la vegetación del mirador de José Luis Coll ante el vandalismo y el olvido institucional

Una amistad eterna y memorable - Foto: Reyes Martínez

En la agenda de Luis Cañas hay dos días señalados en rojo cada semana. Ambos simbolizan las fechas en la que tiene que transportar un total de 120 litros de agua desde la calle Fray Luis de León hasta el mirador de José Luis Coll, que se encuentra en el camino de San Isidro. La tarea no es nada sencilla. Mucho menos cuando el protagonista de esta historia tiene 94 años y debe lidiar con la debilidad que trae consigo la edad. Pero ni una cosa ni la otra le impiden cuidar y mimar el espacio público que ensalza y reconoce la figura del laureado humorista, su eterno amigo. 

Primero rellena con agua las 12 garrafas de 10 litros que tiene en su vivienda, concretamente en un cuarto. Media hora después de esta faena tiene que bajar todas ellas, ayudado del ascensor de su vivienda, hasta el garaje, que es allí donde se encuentra su coche. Una y otra vez. Dos veces por semana. Este proceso le cuesta «mucho» porque las botellas pesan y de lo lindo. «Tengo que hacer muchas paradas para no cansarme», asegura Cañas. Una vez coloca de forma milimétrica la docena de garrafas en el maletero pone rumbo hasta el mirador. Tras superar un recorrido marcado por calles y tramos estrechos, el cruce continuado de personas y el paso justo entre vehículos por la Plaza Mayor o el Castillo llega hasta el espacio que más adora. Detiene su medio de transporte con determinación y empieza a bajar una por una cada garrafa. El esfuerzo ya es evidente pero, según incide «no pienso dejar de hacerlo». Poco a poco empieza a regar los pinos y árboles hasta que cae la última gota. 

Después de ese momento espera dos horas más para que la vegetación chupe todo el líquido. «No puedo irme sin ver que ya no queda nada en los surcos», explica. Así, desde que abre el grifo por primera vez en su domicilio hasta que enciende el motor para iniciar el camino de vuelta han pasado «unas cuatro o cinco horas, pero no me importa porque es lo que quiero hacer». Este es el trayecto que completa los lunes y jueves o los martes y viernes, dependiendo de su organización. La labor es encomiable y admirable.

Una amistad eterna y memorableUna amistad eterna y memorable - Foto: Reyes MartínezObstáculos. Además, Cañas tiene que hacer frente a retos que le minan poco a poco la moral y el aliento. Y es que continuamente le roban los pinos que por iniciativa propia planta en el espacio dedicado a su famoso amigo. Le ha ocurrido innumerables veces. «Siempre vienen y me quitan los árboles y eso hace que tenga que replantarlos», narra apesadumbrado. «Hasta un olivo que puse con tanto cariño se lo han llevado», añade. «Incluso los cipreses que hay en honor a José Luis Coll y su hermano Mario ya no están», sentencia. 

El enfado -lógico- le invade la cara, pero sobre todo remarca la «incomprensión de que haya gente tan mala», que apunta que ahora mismo prefiere «no replantar porque sé que se los van a llevar» y lanza un llamamiento desesperado a los vándalos: «Por lo menos que no desaparezcan los que crecen en estos momentos». En este sentido, propone que se instale una cámara de grabación para que «no haya más casos».

Cañas, pese a todo, mantiene la ilusión. Todo sea por su amigo. Cuando desapareció el olivo, una gran cantidad de aceitunas cayeron al suelo. Él recogió una de ellas y con sutileza la desmembró para obtener una semilla. «Planté esa semilla en una maceta de mi casa y ya tengo un pequeño árbol con sus primeros ramitas», comenta. Es ahora una de las esperanzas que tiene, ya que este nuevo ejemplar surgió del anterior, que perduró durante un tiempo junto a la escultura que hay como homenaje al humorista. 

Una amistad eterna y memorableUna amistad eterna y memorable - Foto: Reyes MartínezEso sí, atemorizado de que pueda desaparecer de nuevo, por ahora no tiene decidido «plantarlo aquí porque seguro que vengo al día siguiente y ya no está». Mucho menos cuando es pequeño aún y fácil de quitar: «Si se llevaron el primero, que tenía un tronco muy grande y pesaba mucho, imagínate que harían con éste». 

falta de agua. Es evidente que todo este esfuerzo podría cortarse de raíz si acometieran una obra «para traer agua desde el estanque que hay en San Isidro». Eso podría ser una realidad, insiste, «mediante un tubo de 100 metros y un sistema de goteo que permitiese regar los árboles». Su alegría sería aún más grande si instalasen una fuente «que daría color a este espacio y ayudaría a que estuviese más verde». Algo que permitiera también a las familias «pasar el rato aquí y disfrutar de las vistas en un paraje inmejorable, pero a día de hoy es algo imposible», asume con resignación. Apenas confía en que algún día sea así y, de hecho, teme mucho «el estado en el que pueda quedar cuando yo ya no pueda subir el agua o simplemente no esté aquí». 

Mucha gente le pregunta el por qué de esta laboriosa labor y mucho más con su edad. Pero el protagonista es muy claro: «José Luis Coll era mi amigo y quiero que este mirador esté en las mejores condiciones posibles». Sabe que esto, además, hace «muy feliz» a los familiares, que se encuentran en Madrid y Austria, ya que ellos también tienen el deseo de que el lugar donde perviven las cenizas de José Luis Coll y su hermano esté lo mejor cuidado posible. Como Cañas se encuentra en Cuenca, su ciudad de toda la vida, él mismo se encarga de cumplir con esta misión. 

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Una amistad eterna y memorable - Foto: Reyes Martínez

Cañas es, sin duda, un amigo de verdad. Un hombre fiel a sus principios, respetuoso y servidor de sus seres queridos hasta el último momento. Nadie le va a impedir cumplir con su deseo porque «siempre he querido y querré a mi gran amigo José Luis Coll y haré todo lo que esté en mis manos, me cueste lo que me cueste». Ni el examen que tiene que pasar cada mes de enero para seguir contando con su carné de conducir le va a negar su cometido. Está claro que el laureado humorista, allá donde esté, estará orgulloso de ver cómo su eterno amigo cuida de su memoria. «No quiero que nadie se olvide de quién era José Luis Coll y trataré de predicar su figura hasta que no pueda más, punto final», sentencia. Porque de esto se trata la amistad eterna.