Restaurado el valverdeño Cristo de la Azucena

Óscar Martínez Pérez
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La imagen que ha sido rehabilitada no es la que fue quemada y mutilada en 1936

Restaurado el valverdeño Cristo de la Azucena

En el libro escrito por Fray Justo Pérez de Urbel Los Mártires de la Iglesia (testigos de su fe), publicado en 1956,  que a su vez recoge lo aportado por el libro Martirologio de Cuenca, publicado en 1947 por Sebastián Cirac Estopañán, aparece una cita y testimonio emitido por el juzgado militar de Cuenca sobre los terribles acontecimientos que ocurrieron en agosto de 1936 en la localidad de Valverde de Júcar. Relata el informe que unos milicianos republicanos de izquierdas llegados desde la capital provincial se dirigieron a la iglesia del pueblo, en la que quemaron y destruyeron todas las imágenes que había; y de forma muy especial, las mutilaciones y aberraciones a las que fue sometido la imagen del Cristo de la Azucena…

Hace pocos días los valverdeños pudieron ver y participar en la procesión que, con la presencia del Obispo de Cuenca, desfiló por la calles del pueblo con motivo de la festividad del Santísimo Cristo de la Azucena que se celebra el cada 12 de marzo. El obispo Monseñor Yanguas bendijo la imagen del Cristo y las nuevas andas procesionales que recientemente han sido restauradas, por encargo de la cofradía del Santísimo Cristo de la Azucena, con verdadero primor por el polifacético artista y muñidor de la cultura valverdeña, Plácido Caro Pistón.

El Cristo restaurado recientemente no es el que fue quemado y mutilado -del que nada quedó- y no fue hasta bien entrado los años 50 cuando se pudo sustituir por otro, realizado en los talleres de la localidad gerundense de Olot. Esta nueva imagen es un  Cristo muerto en la cruz de dos metros de envergadura, fijado sobre una cruz de unos tres metros, que con posterioridad fue recortada para poder ser situada en un retablo más pequeño de lo necesario… El pintor y escultor Caro Pistón también ha realizado para el paso procesional dos Jarrones tallados en madera, estofados, dorados en pan de oro auténtico, plata y policromados al óleo. La intervención, que ha durado nueve meses de delicados trabajos sobre la imagen y cruz del Cristo de la Azucena, ha consistido en la consolidación interior de la imagen, en la retirada de suciedad, barnices y partes de antiguos repintes. También se han saneado y consolidado las fisuras exteriores reintegrando la capa de estuco perdida. Asimismo, se ha recuperado la policromía original con la reposición de la capa pictórica realizada al óleo y finalizada con barniz de retoque para permitir una futura restauración más profunda y finalmente se ha restaurado la Cruz que en tiempos pasados fue recortada, para que pudiera ser encajada en el espacio del retablo que donó un vecino del pueblo…

El artista encargado del trabajo ha recalcado que de los elementos originales de la imagen y la Cruz, el estuco, la escayola, la pintura, el esmalte y el barniz han sido respetados y preservados los que eran estrictamente necesarios y útiles a la imagen. Resulta evidente y muy satisfactoria la nueva visión de la obra, que permite comprobar que ha sido humanizada de nuevo, despojando a la figura del Cristo del color verdusco que en nada tenía de original y que el restaurador ha sabido como nadie desvelar, dotando a la imagen de una nueva vida sin olvidar el sufrimiento, las llagas y heridas sangrientas de Cristo tanto en su faz como en su cuerpo y de forma originalísima en su espalda…

Nunca salió del pueblo. El trabajo realizado con pasión y maestría por el pintor y escultor Plácido Caro ha sido muy valorado por los vecinos y hermanos valverdeños que han podido redescubrir y sentir un acicate y renovado fervor sobre una de sus imágenes más icónicas de la localidad…

Plácido ha tenido al Cristo muerto en la Cruz yaciendo durante nueve meses en una maciza mesa de madera, situada en la casa natal del ilustre militar José Lasso y Pérez, donde ha obrado el milagro artístico, consiguiendo que el Santísimo Cristo de la Azucena no abandonase su pueblo ni siquiera para procurarle esos primeros auxilios que la imagen pedía a gritos… En la próxima Semana Santa valverdeña volverá a procesionar con su renovado aspecto el Viernes Santo, en el Vía Crucis y en el Santo Entierro.

No hay ningún valverdeño que no conozca bien la historia del Santísimo Cristo de la Azucena y en especial una hermosa leyenda que habla del encargo de tallar dos Cristos, uno para Alarcón y otro para Valverde: Los confundieron y los mandaron cambiados. Al comprobarlo, decidieron subsanar el error (uno era muerto y otro expirante). En aquel tiempo aún no se había inventado el automóvil, por lo que los habitantes de Valverde, en un carro, bien acondicionado y sobre una «cama de azucenas» para que no sufriera deterioro, colocaron al Cristo y uncieron a la carreta una pareja de bueyes.

El carro partió sin dificultad alguna, mientras anduvo por el término de Valverde. Pasando el puente nuevo, los bueyes se pararon y no hubo medio de hacerles andar. Entonces uncieron otra pareja, con el mismo resultado, añadiendo cada vez un par de bueyes, hasta que fueron tres yuntas. La carreta ni se movió.

Entonces comprendieron que algo extraordinario, sucedía, porque no era lógico que tres parejas de bueyes no pudieran mover una carreta con tan poco peso. Supusieron que sería que el Cristo no querría marcharse de Valverde. Lo cogieron entre dos y tranquilamente lo llevaron a Valverde. Sin el Cristo, los bueyes marcharon tranquilamente, no las tres yuntas, sino los primeros solamente. Ya, ni en un pueblo ni en otro intentaron más cambios. Es una imagen tan milagrosa, que se cuentan cosas que son verdaderos prodigios.