Cien años del suicidio del poeta Sinforiano Martínez Escribano

Óscar Martínez Pérez
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Cien años del suicidio del poeta Sinforiano Martínez Escribano

Sinforiano Martínez Escribano nació en Belmontejo, en 1894 (algunos autores, entre ellos De la Rica, sitúan erróneamente como su lugar de nacimiento la localidad de Torralba). Eduardo Martínez, médico de profesión (estudioso de la Disentería) y natural de Albalate de las Nogueras, fue el padre de este joven poeta y periodista, que ha sido situado por la crítica literaria entre los malditos y bohemios de la poesía conquense… En 1923, ahora hace cien años, con apenas 32 de edad, el poeta se arrojó en zapatillas blancas y vestido de frac al vacío por el Puente de San Pablo.

Pocas referencias hay sobre la vida y obra de este enigmático poeta y periodista conquense. Lo cierto es que fundó y editó varias revistas como El Cáliz y la estrella (1917), además de varios poemarios como La Princesa Florinda (1914), De la flor de la vida (con prólogo de Luis de Tapia, 1915), La Trova, La orgía y Canciones de mi lira. Sinforiano, trabajador incansable, publicó también varias piezas en prosa. F. Martínez Ruiz ha situado la obra y el estilo de Martínez Escribano como el de un poeta modernista y cuentista de impronta idealista… Hoy es cierto que la obra en prosa y sus poemarios no se pueden encontrar en casi ningún sitio.

Para vislumbrar de alguna forma la vida del desdichado conquense contamos con una biografía novelada escrita por su amigo y compañero el bohemio catalán Alfredo Pallardó, periodista hecho a sí mismo que alcanzó mucho éxito por sus artículos… El periódico conquense La Voz de Cuenca, que se había fundado un año antes del suicidio de Escribano y que estaba dirigido por Gómez Meneses, publicó entre los meses de octubre a noviembre unas páginas noveladas sobre Sinforiano, tituladas La rima trágica. El texto de Pallardó recuerda y revive en forma de relato la vida que el desdichado poeta mantuvo en la capital de España. 

En el café El Ideal de la calle San Bernardo, el poeta frecuentaba a sus amigos y aspiraba a tener una vida importante y profunda, por encima de las pequeñas pasiones. Martínez Escribano estaba enamorado de Fuensanta, que había huido de su pueblo para radicarse en Madrid y a la que el poeta enseguida convertirá en su musa; a pesar del turbio e inconfesable pasado de su enamorada, ambos caerán en el alcoholismo y la desesperación… Alfredo Pallardó, al literaturizar la vida y suicido del poeta, seguramente despertó en la sociedad conquense, impermeable y reaccionaria, una carga admonitoria de lo que era Cuenca y su ambiente humano.

'Los amantes de Cuenca'. En 1924, Alfonso Vidal y Planas, periodista y escritor gerundense de amplísima obra y trágica y bohemia existencia (asesinato, cárcel y exilio de por medio) dedicaría dentro de la colección La Novela de Hoy una historia novelada, titulada Los amantes de Cuenca; un caso de romanticismo exacerbado, el de un escritor conquense (Sinforiano) lanzado a la conquista de Madrid, con muy trágicos resultados.

La obra, como todas las publicadas en La Novela de Hoy, tuvo mucha repercusión popular y de esta manera, la temática conquense volvía a estar presente en la literatura popular. El prestigioso crítico de la época, Cansinos Assens, dedicaba una larga recensión sobre los amantes conquenses, explicando que «entre las líneas de esa apología de Cuenca y de los valores conquenses, hecha en tono humorístico, de una ingrávida ligereza, pudiera leerse toda esa filosofía rousseauniana, base del romanticismo, que exalta la naturalidad y el sentimiento de los campos y aldeas sobre el buen gusto artificial de los salones. 

Cuenca es aquí el símbolo de esas Arcadias ingenuas y felices de las primeras novelas románticas, donde se ignora ese miedo a lo cursi que es el espantajo de las cortes y donde el arte surge espontáneo, canto de alondra, copla del hombre enamorado. Los amantes de Cuenca, Serafín y Margarita son adorables a la sombra de ese 'Manzano magnífico, poema optimista', donde los coloca el autor; adorables de nimios, pueriles e inocentes, embriagándose de besos y cazalla; y al final dan la réplica al gran Pantaleón con la ironía magistral de su saludo póstumo. El genio romántico de Vidal y Planas crea aquí el mito de Cuenca, la escala de los valores conquenses…».