Las formas de Rufo y un 'Ilógico' para salvar la honra

Leo Cortijo
-

El excelso concepto del toledano tiene premio y abre la puerta grande, la que Manzanares se cerró por el mal uso del acero. El Juli, sin opciones.

Las formas de Rufo y un 'Ilógico' para salvar la honra

En esta tauromaquia actual que muchos creen que apunta hacia el precipicio, hay motivos para la esperanza. Razones por las que no tirar la toalla y seguir creyendo que esto es posible, que podremos llevar a nuestros nietos a las plazas de toros dentro de unos años y que nada ni nadie puede arrebatárnoslo. Uno de esos motivos para ilusionarse –y cargados de razones– es Tomás Rufo. Sin ninguna duda. El torero más importante del último año a base de poner en práctica un concepto que retrotrae a tiempos pasados y que rompe con las modas actuales. Formas ortodoxas y puras. Juventud y ganas de comerse el mundo. Cuenca le disfrutó y le abrió la puerta del triunfo de par en par. Todo en una discreta corrida de José Vázquez, donde solo un toro rayó a una altura excelsa. Salvó la honra ganadera. Fue a parar a manos de Manzanares, que lo pinchó y eso le privó de tocar pelo. El Juli se las vio con un lote imposible. 

El montadito Nizardo que abrió tarde cumplió en la única vara que El Juli quiso administrarle, eso sí, sin medir del todo bien. El madrileño planteó faena en los medios y sin tardar. Pronto y en la mano porque el animal tampoco estaba para muchas florituras. La falta de fuerzas impedía que su acometividad tuviera eco y todo lo protestaba a media altura. Por esos derroteros lo condujo Julián alternando en series cortas y de poco vuelo. Solo en las postrimerías y a base de sudar la gota, logró algún que otro derechazo suelto reseñable, pero de poco peso. El bajo como un zapato y atacado de kilos Orvallo recibió la 'varita' en la puerta de toriles, mientras huía. El parlamento juliano resultó de lo más insulso posible, y es que el de Vázquez llevó por bandera el descaste y falta de boyantía. Un imposible ante el que el de Velilla se justificó por ambos lados sin llegar a comunicar nada. Y eso que lo que intentó en demasía… El presidente aguantó la fuerte petición. Unos pocos aplaudieron su decisión, la mayoría se lo recriminaron. Lo cierto es que eso le cerró la puerta grande a Julián. ¿Mi opinión? Bien, presidente.  

Ilógico fue un toro bien hecho y con los cinco ya cumplidos. No falla: toro armónico, toro que tiende a embestir. Con él se estiró con gusto a la verónica un Manzanares entonado con el percal. Tres cuartos de lo mismo con la muleta, con la que el alicantino gestionó a la perfección tiempos y espacios ante un extraordinario animal de José Vázquez en el último tercio. Dos primeras series por el derecho de enorme transmisión, de muletazos ligados pero rectilíneos, eso sí. Todo ante una 'joyita' que iba pronto, que repetía, que tenía recorrido y que metía la cara por abajo con una clase superlativa. Al natural la faena no rayó en la misma dimensión porque faltó ajuste y ceñimiento. Eso sí, hubo algunos pasajes a cámara lenta y con una plasticidad suprema. Nadie como él compone la figura. Ahora bien, la cadenciosa obra de José Mari se fue por el desolladero al marrar en lo que suele ser un cañón, que es la espada. 

Al Hereje que hizo quinto, la vara solo se le señaló y quizá por eso y por su baja condición, se movió rebrincando en la roja de Manzanares en los prolegómenos. Cambió la cosa. O, mejor dicho, el torero hizo que cambiara en las series siguientes, atacando especialmente por el flanco derecho. Ahí lo sustentó todo a base de tirar líneas y ligar dejándosela en la cara. El animal se movió sin clase, pero en manos del enfibrado torero, que parece una pintura en sí mismo, aquello pareció más de lo que realmente era. Ahora bien, la gente acabó entrando, como el toro en su muleta. Por lo civil o por lo criminal. Como en su primero, la espada le jugó una mala pasada.

Latoso fue abanto de salida y no se encarriló hasta vérselas con el del castoreño, en una vara de mansito. Además puso las cosas complicadas en el tercio de rehiletes, dejando clara su condición. No quería pelea y mugiendo lo evidenciaba… Una pena porque en lo poco que pudo dibujar Tomás Rufo dejó claro que su concepto del toreo puede llenar plazas. Rectitud en la figura y temple y mando en la muñeca. Unas formas con las que se sale de los viciados y pervertidos cánones actuales. De ese palo intentó sacar agua de un pozo vacío, y es que el mansurrón, un marmolillo, no guardaba nada dentro. Todo lo hizo él, que no pudo ser más. 

Al feúco Discreto que cerró festejo le recetó de recibo tres verónicas de auténtico escándalo. Con los vuelos, el mentón hundido y echado para adelante, como está mandado. Con las dos rodillas en la arena y entre las dos rayas comenzó a construir una obra que tuvo en el toreo al natural su pilar maestro. Rufo tuvo que exponer todo lo que el burel se guardaba, pues aunque se movió, lo hizo con cierta brusquedad. La entrega no fue limpia ni total y eso ensució la mayoría de los muletazos del torero de Pepino, que volvió a apuntar maneras. Por momentos faltó pulcritud, pero no claridad de ideas ni seguridad en sí mismo. Aplomado, supo estar por encima de él. El espadazo fue de órdago. Solo le faltó meter el brazo hasta el codo. Al cielo de Cuenca. 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuenca. Segunda de la Feria de San Julián. Algo más de tres cuartos de entrada en tarde soleada y muy calurosa. Se lidiaron seis toros de José Vázquez, bien presentados en líneas generales. Flojo y descastado el soso primero; con recorrido y repetición en su embestida el muy buen segudo; manso sin opciones de nada el marmolillo tercero; descastado e insulso hasta decir basta el cuarto; se dejó sin clase el quinto; y se dejó con cierta brusquedad el sexto.

El Juli (azul soraya y oro): oreja y ovación con saludos.

José María Manzanares (azul marino y oro): ovación con saludos y oreja tras aviso. 

Tomás Rufo (blanco y oro): ovación con saludos y dos orejas.