Editorial

Las relaciones con Venezuela tensionan aún más la política doméstica

-

La visita que el líder de la oposición venezolana, Juan Guaidó, gira desde hoy a España se ha convertido en un asunto polémico en la política nacional. Era de esperar que a izquierda y derecha se le concediera a esta visita una visión muy distinta entre ellos, pero lo que más ha sorprendido, aunque de manera relativa, ha sido la división que el viaje está causando entre los expresidentes socialistas Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. El primero, partidario de que se le reciba con los honores de un representante legitimado de Venezuela, mientras que el segundo considera un error que se le pudiera reconocer como tal. En medio, el actual jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, que al rechazar recibirle ya ha dejado clara la posición oficial del Gobierno de España. El necesario apoyo de Podemos para sacar adelante la investidura y gobernar en coalición condiciona de manera extraordinaria al PSOE, que en este caso está actuando con las mismas pautas que la formación de Pablo Iglesias, defensora del régimen de Nicolás Maduro. 

La negativa de Sánchez a mantener un encuentro con Guaidó no ha pasado inadvertida para la oposición, que por el contrario sí va a reunirse con el líder opositor y que no ha perdido la oportunidad para afear la decisión del Gobierno, que puede dejar a España en una posición incómoda en sus relaciones con Iberoamérica. Este hecho alcanza mayor dimensión al conocerse que uno de los hombres de mayor confianza de Sánchez en el Ejecutivo y en el PSOE, el ministro José Luis Ábalos, mantuvo un encuentro el lunes con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, que tiene prohibida la entrada a la Unión Europea. Es inevitable que la oposición exija explicaciones, tanto por el fondo como por la forma, ya que la conversación entre ambos se produjo en el interior del avión en el que la número dos de Maduro aterrizó en el aeropuerto de Barajas. 

La petición de dimisión que han realizado desde PP y Vox tiene justificación si Ábalos no fuera capaz de dar explicaciones convincentes y rápidas, más allá de que acudió al avión para convencer a Rodríguez de que no descendieran del mismo porque, de haberlo hecho, se hubiera producido un conflicto diplomático. Hasta qué punto el ministro español debe intervenir en ese sentido es también otra de las dudas, junto a la de si la prohibición de viajar a la UE a una veintena de altos cargos de Maduro incluye las escalas. En cualquier caso, este incidente justo en vísperas de la llegada de Guaidó a España tensiona aún más y de manera innecesaria las relaciones entre los bloques políticos en nuestro país y deja al Gobierno en una posición de difícil defensa por la blandura con la que actúa sobre Venezuela, ya que, por ejemplo, incumple su propio discurso sobre los derechos humanos, en los que no es un ejemplo a seguir.