Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El pequeño Nicolás

24/03/2023

Hay políticos que tienen un aura que les permite hacer cosas que otros no pueden. Es imposible predecir su llegada, pero una vez se han instalado en el poder, sus rivales se suceden con derrotas cada vez más humillantes. Angela Merkel tenía ese estatus y su pueblo la quería. Algún iluso piensa que su ausencia explica la agresión rusa.

Lo cierto es que en todas las grandes decisiones que un canciller alemán tuvo que tomar, se equivocó de largo. Hizo dependiente a Alemania de la energía rusa, aun a costa de sus vecinos; mantuvo seis años de ministra de defensa a una incapaz llamada Úrsula; se cargó la energía nuclear por decreto sin aportar una alternativa y destrozó la solidaridad alemana en la construcción de Europa. Nunca fue conservadora, ni liberal, ni de izquierdas; simplemente, era una fiel seguidora de las encuestas y del sentimiento como acción política.

No envidio al pobre Olaf Scholz, porque rectificar 16 años de despropósito no es fácil ni rápido. El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, habría realizado un gran servicio a su patria si hubiese dimitido el día de la invasión rusa; pero es un verbo que algunos políticos no saben conjugar, incluso en Alemania. El nuevo ministro de defensa, Boris Pistorius, digamos que es íntimo de un excanciller alemán del S.P.D.

La Unión Europea está en crisis, porque su objetivo originario era evitar la guerra en el continente. Dudo que la presidenta de dicha institución, pese a sus seis años de ministra de defensa alemana, se pregunte qué podía haber hecho antes para evitar la acción rusa; más bien, qué no hizo.

La élite europea disfruta con los apuros británicos, pero obvia que si Ucrania sigue en pie es gracias a sus muertos, a la ayuda de Estados Unidos y Gran Bretaña. La política energética y automovilística es tan patética que todos intuimos que será rectificada. Y lo único que nos preocupa es cómo insultar a Hungría y Polonia. Cierto es que son dos países complejos, aunque los mayores receptores de refugiados ucranianos de Europa. Ambos advierten de Rusia, pero con argumentos contrapuestos al tener intereses distintos. Su celo identitario se comprende por la opresión sufrida y el miedo a diluirse en un mundo global.

Úrsula Von der Leyen parece despreciar la discrepancia política y cree que posee una legitimidad real. Necesitamos una Europa plural y diversa, no una Europa alemana y políticamente correcta.