Maestro del imprevisto

Leo Cortijo
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Alex M. Simón busca la foto que nadie tiene. Huye de estándares y de todo aquello que resulte previsible. Un sello propio muy marcado que le ha valido multitud de premios fotográficos

Maestro del imprevisto - Foto: Reyes Martí­nez

Empezó a hacer sus primeras fotografías con un cámara digital compacta en 2004. Como con la que cualquier hijo de vecino inmortalizaría sus vacaciones en Benidorm, por ejemplo. Pero Alex M. Simón –como se le conoce en el mundillo– no paró ahí. El gusanillo por captar instantáneas había picado y lo que entonces era simplemente una afición, se acabó convirtiendo en una profesión. Una profesión, por cierto, que realiza a las mil maravillas, pues es un maestro del objetivo. Uno de los baluartes conquenses de la fotografía social, taurina y semanasantera. Y a eso ha llegado por el camino de la constancia, el autoaprendizaje y la pasión por lo que hace.

«Todo lo que sé lo he aprendido por mí solo, lo que no quiere decir que no haya estudiado porque le he dedicado muchísimas horas», comenta Alex, que encarna a la perfección la figura del autodidacta. Además de empaparte de libros y manuales, es fundamental practicar, «que es como se consigue el tino en esto de la fotografía». Algo habrá hecho muy bien en ese recorrido cuando de un tiempo a esta parte atesora multitud de premios, sobre todo de temática nazarena y taurina.

El último, fallado hace escasos días, sin ir más lejos, le aupó al Olimpo de la fotografía sanferminera, y es que una de sus instantáneas fue la mejor del Concurso Internacional de Fotografía del Encierro, organizado por la Asociación de Periodistas de Navarra. La mejor obra de en torno a medio millar de fotógrafos. Ahí es nada... «No me lo esperaba», reconoce a pesar de que el año pasado ya se llevó el segundo.

Y todo ello, «sacando horas de donde no las hay», pues Alex es ingeniero técnico de minas y trabaja en grandes obras haciendo voladuras. La falta de tiempo, precisamente, es lo que le impide alargar en número su temporada de bodas, bautizos y comuniones. «Hago entre unas siete y nueve bodas al año porque no puedo coger todas las que yo quisiera... porque si no, no vivo», explica con una sonrisa de oreja a oreja. Para estos trabajos y para todos los que impliquen capturar momentos, Alex tiene una receta, que es «intentar hacer lo que no hace nadie». Parece fácil, pero no lo es. Huye de los posados sencillos y de todo lo que huela a previsible. De hecho, se declara amante de lo imprevisto, «de todo aquello que se sale fuera de lo normal». Y así le pasa a veces en las bodas, por ejemplo, cuando se gana alguna pequeña reprimenda del sacerdote de turno porque éste le he pillado disparando su cámara desde un lugar de la iglesia del que no se suele disparar.

En las procesiones de Semana Santa, siguiendo este espíritu tan propio, Alex detalla que hace «más y mejores fotografías» antes del inicio de los desfiles procesionales que durante el transcurso de los mismos. «Me gusta más ese pequeño caos, esos nervios y esa ilusión que hay entre los nazarenos antes de salir que la procesión en sí», destaca. Tres cuartos de lo mismo le sucede en el capítulo taurómaco, y es que valora más los minutos previos en el patio de cuadrillas cuando los toreros se preparan que el festejo en cuestión.

De aquella primera cámara compacta hasta ahora, Alex ha evolucionado y mejorado de forma sobresaliente su equipo de fotografía. «Me gusta mucho comprar y vender y casi todo mi equipo es de segunda mano... he ido dando pequeños pasos y ahora tengo un equipo profesional bastante bueno», argumenta. Tiene tres cuerpos y varios objetivos porque «nunca se sabe lo que te puede pasar cuando estás trabajando». De hecho, en los encierros dispara con las tres cámaras al mismo tiempo.

Con tantas metas logradas en tan poco tiempo, Alex todavía tiene un hito que conseguir, y es que alguna de sus fotografías ilustre el cartel de la Semana Santa de Cuenca o de alguna feria taurina. «Sería un sueño», dice. Lo conseguirá. Tiempo al tiempo...