Bodas, bautizos y comuniones: un año de «transición»

Leo Cortijo
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Aunque el fin del estado de alarma mejora en parte sus previsiones, los que viven de las bodas, los bautizos y las comuniones están a medio camino entre «la nada» de 2020 y lo que esperan sea «la normalidad» de 2022.

Bodas, bautizos y comuniones: un año de «transición»

El decaimiento del estado de alarma dibuja un nuevo horizonte para el sector de los eventos y las grandes celebraciones, sustentadas en tres patas: bodas, bautizos y comuniones. La nueva normativa que el Gobierno regional ha puesto sobre la mesa, que permite aforos con un máximo de 150 personas en interior y 250 en exterior, hace que sus expectativas sean algo mejores que las de hace unas semanas. Ahora bien, no es oro todo lo que reluce y la cautela es lo que marca el sentir generalizado. El resto de restricciones, empezando por el horario de cierre de los establecimientos, y la imprevisibilidad de lo que pueda ocurrir a medio plazo, condiciona a un sector que todavía se niega a lanzar las campanas al vuelo y califica este 2021 como «año de transición» hasta la ‘nueva normalidad’ que llegará –eso esperan con ilusión– en 2022.

Una de las voces más acreditadas para poner blanco sobre negro en este sentido es la de Nacho Villanueva, que gestiona un restaurante y un salón de celebraciones. Este empresario de la hostelería plantea dos escenarios bien diferenciados. Por un lado, el de las comuniones, que se van a celebrar prácticamente en su totalidad, aunque eso sí, «el número de invitados no es el de otros años». Nacho explica que este tipo de evento, que durante mayo y junio vive su mayor esplendor, salen adelante porque se celebran a mediodía y el número de personas no suele superar el medio millar. Eso los hace «perfectamente compatibles» con las medidas sanitarias. Ahora bien, también es cierto que en estas circunstancias generan «una serie de gastos añadidos», como es la contratación de más monitores para dividir a los niños en grupos.

El problema viene cuando el foco se pone sobre las bodas. El hándicap del horario es el principal escollo para que estos eventos lleguen a buen puerto. De hecho, Nacho comenta que de los 25 enlaces que tenían previstos para este año, celebrarán unos 12 como máximo. El 50 por ciento de los compromisos se han pospuesto para el año que viene, primero, porque hay parejas que no pueden o no quieren adelantar su boda al mediodía, y segundo, porque prefieren celebrarla en 2022 con mayor «tranquilidad». La merma de facturación es importante, en primer lugar, por la reducción del número de invitados: «Ahora mismo la media de asistencia a las bodas está en 120 personas, cuando durante los últimos años ha rondado las 185». Y, en segundo lugar, por un asunto que es fundamental en este tipo de eventos, como son las barras libres, directamente reducidas a la nada con la obligación de cerrar el establecimiento, en este momento, a la una de la madrugada.

Nacho Villanueva, salón de bodas ‘La Moraleja’Nacho Villanueva, salón de bodas ‘La Moraleja’ - Foto: Reyes Martí­nez

Con este panorama sobre la mesa, Nacho prefiere ser cauto y echar números una vez que termine el ejercicio. Será entonces, dice, cuando comprobará si las cuentas cuadran o no. Puede darse la singular situación de que este año su salón de bodas albergue una docena de enlaces y sea menos rentable que el año pasado, cuando dieron dos y la mayor parte del tiempo estuvo cerrado. El verdadero intríngulis del asunto radica en que tener la finca abierta y a pleno rendimiento supone unos gastos fijos «enormes» con independencia del número de eventos que se celebren. Nacho lo ejemplifica así de claro: «El jardín tiene que estar igual de cuidado para dos bodas que para 30». Por eso augura que este año el margen de beneficios no superará el 10 por ciento, cuando en otras temporadas rondaba el 18. Eso es, sentencia al respecto, «lo comido por lo servido».

Y como se suele decir, ‘virgencita, virgencita que me quede como estoy’... al menos para esta primavera y verano. Y es que aunque cada vez parece más remoto por el buen ritmo de la vacunación, la hostelería contiene la respiración cuando observa atónita las imágenes de multitudes bebiendo y bailando sin respetar las más básicas normas pandémicas, temerosa de que en los próximos días puedan repuntar las cifras de contagios. En este sentido, ya no saben a qué atenerse y solo piden que se tomen las precauciones necesarias para que eso no ocurra y «nos dejen trabajar en paz».

Pulsamos otro termómetro para conocer los ánimos del sector de cara a esta campaña. Silvia Fernández es organizadora de eventos, y como Nacho, vive en una dicotomía que diferencia bodas y comuniones de una forma muy drástica. Reconoce que en el caso de las primeras es «poco optimista» y que sus expectativas han bajado pese a la relajación de medidas. Se apoya en sus números, y es que de las diez que debía organizar este año, ocho ya se han retrasado para 2022. «Me queda una segura y otra que es para octubre que todavía no está claro que vaya a celebrarse», comenta. En el otro lado de la balanza están las comuniones, «que ya han empezado a celebrarse dentro de la ‘nueva normalidad’, aunque alargándose en el tiempo, hasta mediados del mes de julio».

Silvia Fernández, organizadora de eventosSilvia Fernández, organizadora de eventos - Foto: Lola Pineda

Organización. Esta experta en la materia justifica la diferencia en el enorme abismo que hay entre un evento y otro. Mientras que los bautizos y las comuniones tienen menos invitados y se organizan de forma más rápida, las bodas es todo lo contrario. Básicamente, nos ha pillado el toro: «Como hasta hace dos días no se sabía absolutamente nada, las parejas que se casaban en junio no se atrevían a tener que decidir 20 días antes». A la hora de llevar a buen puerto un festejo de este calibre, hay muchas circunstancias que si no se conocen con la suficiente antelación, suponen un «estrés añadido» muy importante. A los novios les preocupa la indefinición en muchos aspectos. Desde tener que adelantar la celebración y alterar los planes de tanta gente, hasta la restricción horaria, pasando por el límite en los aforos para el número de invitados o los cierres perimetrales para ver si pueden venir familiares. «Partiendo de esto, que es lo más básico, poco puedes organizar», apunta Silvia, «y no es solo desde el 9 de mayo, sino que la normativa va cambiando cada semana y según cada comunidad». «Vivir con esa angustia de no saber nada hasta una semana o dos antes es brutal», enfatiza.

Si Nacho apunta al «efecto embudo» que puede producirse de cara al año que viene, cuando muchas de las celebraciones pospuestas tengan que encontrar hueco en la apretada agenda, Silvia pone el foco en los dos años que muchos empresarios del sector llevan «prácticamente parados», sin saber quién tiene la fortaleza suficiente para aguantar el tipo con la actividad bajo mínimos.

Julio Palencia es fotógrafo de eventos y encara la temporada con tres bodas y seis comuniones en su calendario de compromisos. Aunque todavía muy lejos de los mejores tiempos, cuando llegaba a cubrir una veintena de enlaces, supone un «plus» respecto al año pasado, cuando únicamente tuvo tres actos. «Esto es como estar ciego, abrir los ojos y ver aunque sea con cinco dioptrías en cada uno», comenta para evidenciar que este 2021 lo entiende como un año de «transición» entre el «desastre absoluto» de 2020 y la «futura normalidad» de 2022. «Ya vemos la luz al final del túnel... ya sabemos hacia dónde tenemos que ir, pero todavía hay que ir a tientas para no caernos», destaca.

Julio Palencia, fotógrafo de eventosJulio Palencia, fotógrafo de eventos - Foto: Lola Pineda

En una línea muy similar a la de Nacho, pone sobre la mesa el «efecto arrastre» que se producirá el año que viene, pues ya tiene varias «reservas» a más de 365 días vista. Además de las bodas que se han retrasado por el virus, Julio dirige su mirada hacia aquellos que en 2019 decidieron esperar para hacerlo coincidir con 2020, «que algunos hubo», por lo significativo del número. Eso sí, sin saber lo que aguardaba a la vuelta de la esquina. Así todo, explica que desde el estallido de la crisis sanitaria han aflorado los enlaces más íntimos y que al decaer la pomposidad del evento, han apostado por reducir también el tipo de reportaje fotográfico o, directamente, ni hacerlo. Algo que ha pesado como una losa en una sobredimensionada oferta, «muy por encima» de la demanda de trabajo del último año y medio.

Mejor que el año pasado. El gran balón de oxígeno para José Luis Llandres, que regenta una de las tiendas de ropa de comunión y ceremonia más importantes de la ciudad, es precisamente la celebración de las primeras, cosa que el año pasado brilló por su ausencia. Ahora, afirma, «las comuniones están más espaciadas en el tiempo y algunas llegan hasta septiembre porque mucha gente ha querido retrasarlas para ver el desarrollo de la pandemia». Por otra parte, que la mayoría de bodas se demoren es algo que le afecta «mucho», pues una parte de la ropa que vende es para ese tipo de evento, como por ejemplo los trajes de arras. «Ahí hemos notado un parón importante», destaca el empresario.

José Luis Llandres, tienda ‘Pequeños Sueños’
José Luis Llandres, tienda ‘Pequeños Sueños’ - Foto: Lola Pineda

Así todo, manifiesta que el sector se encuentra «a medio camino entre lo que fue el año pasado, en el que no se hizo nada, y lo que esperamos que sea el que viene». Por eso, hace hincapié en que éste es un año «intermedio», que todavía «no tiene nada que ver con lo que sería la vida normal, y más por estas fechas, que es nuestra temporada más alta».