Miguel Romero

Miguel Romero


Palacio como Casa del Libro

11/05/2022

Los escudos de los siete Partidos Judiciales que administraban la provincia desde el siglo XIX, repintados no hace mucho, dan vida a un Salón solemne en su estructura, decimonónico en su patrimonio y acogedor entre sus paredes de fino encalado pictórico: Es el salón de Actos del Palacio de la Excelentísima Diputación Provincial de nuestra Cuenca.
Allí ha sido el Libro y el Autor los que han desfilado, día tras día, a lo largo de esta semana y lo han hecho con esa dignidad de quien al escribir sabe lo que ha buscado y lo que ha sentido. Las paredes de este espacio patrimonial han disfrutado al servir de telón de fondo para quienes hacen de su tiempo, un credo literario y creativo para los demás.
Un 20 de junio de 1898, año nefasto para la política de nuestra España al perderse las colonias del Pacífico: Cuba, Filipinas y Puerto Rico, fue la fecha en la que se decidiese el traslado desde el antiguo convento de las Carmelitas a la llamada «Glorieta» de lo que iba a ser la Casa de Todos, diputados representantes de cada rincón provincial, comarcas y pueblos, serranos, manchegos y alcarreños, en un deambular de sentimientos donde la ideología y las necesidades reformistas buscaban la seña de identidad.
En esa fecha, y gracias a un proyecto arquitectónico de Rafael Alfaro, diseñado con el estilo propio en esa búsqueda palaciega de un lugar que centrase estilo, historia y política. Algo más de diez mil metros cuadrados darían vida a partir de 1926, a lo que actualmente tenemos como escenario casi teatral donde esta Feria del Libro 2020 ha querido hacer hogar, encontrándose la palabra escrita con la oratoria buscada, la música y el juego en los que el niño y el adulto han jugado a esa búsqueda constante de palabras.
Edificio solemne, interesante, amplio y acogedor. Bello en su escalera principal y en especial, su balaustrada formada por setenta y cuatro piezas cuya fundición fuese encargada en 1899 a la casa Orea e Hijos de Valencia, siendo rematada por un pasamanos de madera, obra de Marcelo Usó.
Entre su decorado, la escultura de la Vieja Serrana de Luis Marco Pérez, el cuadro de la Reconquista de Cuenca realizado por Benito López Chust, el mural de Víctor de la Vega y dando entrada, los bustos de Álvaro de Luna y Alonso de Ojeda, obra de Fausto Culebras. En la proximidad del tiempo, su última restauración de 1997 por los alumnos de la Escuela Taller Campo de San Francisco.