Paz y Caridad para revivir

L.O.
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La Semana Santa sube de intensidad con la entrada en el Triduo Pascual. El Jueves Santo 'resucita' con una Procesión espléndida, pese a la amenaza de lluvia de los primeros momentos

Paz y Caridad para revivir - Foto: Alex M. Simon

En una de las jornadas más importantes de la Semana Santa, que abre el Triduo Sacro en la Liturgia de la Celebración de la Pasión del Señor y el conjunto de Procesiones más antiguas y emblemáticas de la ciudad, se celebró la procesión de Paz y Caridad, en el día del Amor Fraterno y de la institución de la Eucaristía. Calles abarrotadas y, de nuevo, también como en la jornada previa, el cielo amenazando. Llovió por momentos, sobre todo al inicio del recorrido, cuando la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías embocaba ya Carretería. Pero no importó. Como si hiciese un día de justicia, el cortejo ni se inmutó. Ni el público, que abarrotó las aceras por el larguísimo recorrido de esta Procesión.

Como estaba previsto, a las 16,30 horas, arrancó el cortejo procesional desde la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Luz, patrona de Cuenca, bajo la Presidencia de la antigua Archicofradía de Paz y Caridad que agrupa a las distintas Hermandades que realizan estación penitencial en tan señalado día. Abría el desfile, radiante, el Santísimo Cristo de las Misericordias, titular de esta corporación cofrade, que durante los últimos meses, se ha sometido a trabajos de mejora y mantenimiento, sobre todo por el mal estado de uno de sus brazos. Tras él se desgranaron, por orden cronológico, distintas escenas de la Pasión, desde Getsemaní hasta la Vía Dolorosa, en los Misterios a los que dan culto las distintas Hermandades que procesionan este Jueves Santo: la Oración en el Huerto (de San Antón); el Amarrado, como popularmente se conoce a la talla la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna; Nuestro Padre Jesús con la Caña, que volvió a procesionar con la clámide decimonónica que dejó de portar a mediados del siglo pasado por el deterioro de la misma y que ha sido restaurada en Sevilla por sucesores de Elena Caro, además la Hermandad lució también el diseño ornamental de Romero Sequí para los varales de los estandartes, así como la cuarta y última fase del proceso de restauración de las andas; el Santísimo Ecce Homo (de San Gil); Jesús y la Verónica; y el Auxilio, que estrenó una mejora sustancial de la iluminación con el objetivo de darle más vigorosidad al conjunto, y Nuestro Padre Jesús Nazareno del Puente, ambos de la misma Hermandad que también lució por primera vez en Semana Santa el estandarte de los hermanos difuntos donde destaca por la frase en latín «Yo soy la Resurrección y la Vida». Cerrando el cortejo, como en la totalidad de los desfiles procesionales conquenses, la Santísima Virgen María bajo la advocación de la Soledad del Puente que, bajo palio, luce un elegante y equilibrado manto en azul y oro. Delante de este paso, además, se pudo ver por primera vez, después de que en 2019 se suspendiera la procesión por la lluvia, el banderín en honor a la Guardia Civil, hermana honorífica desde el año 2013 de la cofradía y escolta habitual del paso.

La procesión, acaso la más antigua de todas las que se celebran durante la Semana Santa, discurrió cadenciosa por Carretería y la calle de Las Torres. Parecía que no había prisa. Se gustaban los banceros y las bandas que acompañaron a las hermandades. Era su día. Su Jueves Santo. Dos años después. Lo agradeció el público, que disfrutó con ellos por todo el recorrido.

La Puerta de Valencia sirvió de entrada al cortejo al entorno urbano de la Plaza de El Salvador para discurrir después por Solera y Peso -que volvió a ser escenario de momentos inolvidables- para salir a Alfonso VIII, el paso previo antes de la entrada a una Plaza Mayor abarrotada dentro, claro, del límite de aforo establecido. Resonaban los tambores por todo el Casco Antiguo cuando la noche se cerró sobre Cuenca. Y, mientras, los banceros bailaban los pasos bajo los arcos del Ayuntamiento. Otra vez. Como antes. Como siempre.

Tras la estación obligada en la Plaza Mayor, descendió la procesión por Alfonso VIII, San Juan y Palafox. Rozaban las diez y media de la noche cuando sonó el redoble de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías que señalaba el inicio del descenso. El horario calculado -ese que en su cabeza montan conquenses y foráneos para intentar 'pillar' al desfile en su punto preferido- ya había saltado por los aires. ¿Pero qué más da? No todos los días se vuelve a 'vivir', porque esta Semana Santa tiene más de Resurrección que de Muerte, porque la comunidad nazarena se ha reencontrado con su modo de vida. Tras desfilar por la Avenida de la Virgen de la Luz, llegó otro de esos momentos especiales de cada Jueves Santo en la capital: la visión de la procesión sobre el Júcar, durante su entrada en la magnífica iglesia rococó de la Patrona de la ciudad, junto al popular Puente de San Antón.

El Jueves Santo estaba culminando. Las Turbas ya esperan en el 'Camino del Calvario'. Darán el relevo, a eso de las 12,30 horas a la Procesión 'En el Calvario', que arranca en la iglesia de San Esteban, aunque varias hermandades se unirán desde otros templos en el discurrir del cortejo. Ya cuando anochezca, Cuenca se vestirá de luto para vivir el Santo Entierro que arrancará a las 21,00 horas de la Catedral.