Una tierra mágica y repleta de leyendas

V.M.
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José Talavera presentó una obra donde compila algunos lugares vinculados a viejas historias y creencias populares de toda Castilla-La Mancha, donde se incuye una decena de la provincia

José Talavera, con un ejemplar de su libro. - Foto: Reyes Martínez

El escritor y locutor de radio José Talavera presentaba ayer en la Biblioteca Pública del Estado Fermín Caballero de Cuenca su último libro, 50 lugares mágicos de Castilla-La Mancha (Editorial Cydonia), donde profundiza en leyendas relevantes asociadas a ubicaciones concretas, concretamente una decena por cada provincia, donde están presentes todas las comarcas.

En un acto donde estuvo acompañado por Yolanda Rozalén, coordinadora provincial de Cultura de la Junta, y Fátima García Sahuquillo, diputada provincial de Cultura, el autor destacó que es el primer libro sobre Castilla-La Mancha, de iniciativa privada, que sale a nivel nacional con estas características, «fruto de años de trabajo recopilando leyendas, misterios y creencias populares».

José Ramón Ayllón Talavera, nacido en la localidad toledana de Villafranca de los Caballeros y licenciado en Ciencias Económicas por la UCLM, lleva varios años colaborando en el programa La noche de Rosa Rosado de la Cadena COPE y ha pasado por diversos medios de comunicación, además de dedicarse a la crítica de cine. Compagina su faceta profesional desde que comenzó a trabajar en Radio Castilla-La Manca en 2012 con esa vertiente literaria. «Estuve tres años recopilando este tipo de historias por la región, que iba guardando en podcast, y que he  seguido desarrollando con esta sección en la radio», apunta.

Talavera asegura fusionar en su narración «historia, misterio, leyenda, arqueología, creencias o celebraciones populares, cosas muy  llamativas para el lector, a modo de reclamo para muchos visitantes, porque en el libro se incluyen las coordenadas donde están ubicados cada uno de esos lugares para que a través del GPS puedan dirigirse a  los mismos».

Preguntado por los lugares y mitos referentes a la provincia de Cuenca, comienza refiriéndose al primer capítulo, La Catedral de Santa María y San Julián. En busca del Santo Grial, aludiendo a las teorías que los situaban en el templo.  «Se habla de la princesa Constanza de Aragón,  a la que, estando gravemente enferma, se le apareció San Julián y le conminó a ir hasta la Catedral de Cuenca; allí descubrió una cesta en la que estaba el Santo Grial y al cogerla se curó por completo, de hecho llegó a ser emperatriz del Imperio Austro-Húngaro, al casarse años después con Federico II, a principios del siglo XIII».

Otros episodios. En la capital conquense cita también la leyenda de El Cristo del Pasadizo, donde se narra el amor de una joven con un chico llamado Julián. «Cuando éste marcha a la guerra  entabla relación con otro hombre, de tal forma que cuando el primero regresa entablan una pelea donde Julián muere y el otro se lanza por la Hoz del Júcar, por lo que ella promete ir al Cristo del Pasadizo todas las noches, incluso se dice que a veces se ve su silueta en la Ronda del Huécar».

Respecto a la del Castillo encantado de Belmonte, propiedad de Javier Fitz-James Stuart, narra que durante el rodaje de El Cid, de Anthony Mann, el protagonista, Charlton Heston, dirigió su mirada hacia la torre del homenaje en medio de una escena de batalla y vio en ella a una señora vestida de época, que se supone era Eugenia de Montijo, fallecida cuatro décadas antes y vivió allí durante muchos años antes de casarse con Napoleón III. «De hecho -afirma- algunas cuidadoras y personal del propio Castillo han reconocido que una mano invisible las llegó a tocar, algo asociado al fantasma de la emperatriz».

El escritor toledano se siente especialmente atraído por la leyenda de La capa negra de Huélamo, en plena Serranía Alta de Cuenca, una de la zonas más bellas de la región, a la vez que de las más despobladas. «Allí se cuenta la historia de un joven valeroso llamado Juan Manuel Merchante y de un enemigo que le retó a ir al cementerio a medianoche; cuando se dirigía al camposanto un hombre con capa y sombrero negros se le aproximó para preguntarle por un camino, por lo que se brindó a acompañarlo y, de repente, contempló que la imagen del misterioso personaje parecía iluminarse, se asustó y corrió a encerrarse en casa y al día siguiente, cuando abrió la puerta, se encontró una mano de fuego sobre el dintel».

Talavera desvela que la obra es fruto de un amplio trabajo de campo que conjuga transmisión oral  con la investigación en archivos y fuentes bibliográficas e incluye fotografías realizadas en esos lugares.