El motor del cambio

Carlos Cuesta (SPC)
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La innovación es la llave maestra del progreso de las empresas para seguir creciendo y ganar liderazgo en un mercado dinámico y muy globalizado que precisa anticiparse a las demandas de los clientes

El motor del cambio

La práctica totalidad de los emprendedores son conscientes de que el secreto para que sus negocios prosperen es, sin ninguna duda, la innovación constante para perfeccionar sus procesos productivos, comerciales e, incluso, de gestión.

Se trata de un concepto clave para cualquier compañía y, más aún, en el contexto actual ante el potente dinamismo que existe.

Para los expertos en organización industrial es sencillamente un requisito imprescindible de «supervivencia y sostenibilidad», dado que innovar permite a las empresas anticiparse y adaptarse a todos los cambios que se producen en sus diferentes contextos y, además, es la única forma de asegurar en el largo plazo la sostenibilidad y el éxito de cualquier negocio.

La mayoría de las corporaciones llamadas de primera división se encuentran inmersas en procesos de un gran dinamismo, transformación y modernización, creando las condiciones necesarias para aprovechar todas las fortalezas y el talento de cada departamento para responder a los grandes retos que plantea el exigente mercado actual.

Un aspecto esencial que marca la importancia de este concepto es que la innovación no conoce de fronteras y las ideas disruptivas pueden desarrollarse en cualquier parte del mundo utilizando recursos tanto internos de las propias compañías como externos, mejorando no solo la productividad sino también la competitividad.

En este sentido, el tejido productivo está trabajando en esta materia de una manera transversal, canalizando la innovación interna a través de centros tecnológicos, departamentos de investigación y de calidad y, sobre todo, creando las condiciones para que todos los trabajadores desplieguen sus capacidades creativas.

El mayor desafío para los empresarios es hacer de la innovación su motor de transformación para buscar el bienestar de sus clientes y anticiparse en la construcción de un futuro mejor a través del desarrollo de productos y servicios inteligentes que satisfagan ampliamente la demanda del mercado.

Los economistas defienden este concepto en toda su amplitud: innovación en la practica docente, en las aulas, en los centros educativos, innovación, innovación y, ante todo, innovación. Innovar conlleva un cambio que introduce novedades; es decir, se refiere a modificar elementos ya existentes con el fin de mejorarlos e implementar elementos totalmente nuevos.

Expertos en ingeniería industrial llevan años haciendo hincapié en que tanto la clase empresarial como los trabajadores deben tener claro que el tándem de ser humano y máquina siempre va a ser una apuesta segura y es preciso dominar estas herramientas que ayudan a conseguir una sociedad mejor.

La Industria 4.0 que caracteriza este fenómeno tecnológico supone un salto histórico en el progreso y en la consolidación económica actual.

Una de las mayores preocupaciones que se plantean en este escenario es la pérdida de puestos de trabajo, al menos los peor cualificados, por el avance de tecnologías como la automatización, la inteligencia artificial o la robótica.

Ante esta realidad, existen estudios que estiman que alrededor del 14% de la fuerza laboral será sustituida por máquinas en menos de 10 años y, contrariamente, hay expertos que sostienen que el porcentaje será aún mayor frente a otros economistas que insisten que no solo se va a destruir empleo, sino que se va a crear.

Así, defienden que en 20 años se crearán 7,2 millones de puestos de trabajo frente a los siete millones que se destruirán. El problema viene por que en la actualidad, aún sabiendo esto, no se está reenfocando el aprendizaje hacia esos futuros puestos de trabajo. De hecho, hay informes que indican que alrededor de un 65% de los niños acabarán desempeñando tareas para las que no se les está formando.

Otro asunto que afecta al mundo laboral es la utilización de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, para la contratación.

Todavía hay mucho por avanzar en el desarrollo del la innovación y el sector empresarial sabe que no debe bajar la guardia ni dejar de invertir para que sus corporaciones no se queden obsoletas.

Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), España dedicó en I+D 15.572 millones de euros en 2019, produciéndose un incremento de aproximadamente 626 millones de euros respecto a 2018.

 

Suspenso

En 2020, la inversión en investigación y desarrollo (I+D) se situó en torno al 1,25% del PIB, apenas una centésima más que en el 2018 y todavía por debajo de los niveles precrisis, lo que para los economistas supone un suspenso claro que ha impedido avanzar y mantener el ritmo. El porcentaje está lejos del reto del 2% que se había marcado España para  2020 y todavía más del objetivo del 3% que había fijado la UE para este año. Se trata de una ratio que se encuentra a medio camino de la media de la Unión Europea, situada en el 2,18 (lejos también del objetivo del 3%) y de países punteros como Israel (4,9%), Corea del Sur (4,5%), Suecia (3,3%) Japón (3,2%), Alemania (3,1%) o Estados Unidos (2,8%).

En definitiva, el desafío es renovarse o morir. No se trata de cambiar por cambiar, sino innovar desde un concepto esencial que coloca al cliente en el centro de todo el proceso de transformación.