¡Ay, vino divino!

Leo Cortijo
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Después de casi dos décadas al pie del cañón con la compañía 'Trastos Teatro', Domingo Alfaro mantiene el mismo espíritu que el primer día, y es que subirse al escenario no ha dejado de ser para él como un «juego»

¡Ay, vino divino! - Foto: Reyes Martínez

Un buen día, con unas cañas de por medio –como suelen salir los mejores planes, por cierto– Lourdes, Juanjo y Domingo, amantes del teatro y artistas por encima de todo, creyeron que podría resultar conveniente crear su propia compañía. «Algo más personalista, más nuestro», comenta Domingo rememorando aquella genuina mañana de octubre de 2003. Desde entonces ha llovido mucho y no siempre para bien... Sin ir más lejos, el luctuoso 2020 se llevó para siempre a dos de los integrantes del grupo, Juan Carlos Torrecilla, que manejaba la batuta como director, y Rafael Serrano. Ahí queda su legado.

La criatura se llamó Trastos Teatro y ahora ya es un entusiasta jovenzuelo que camina con paso firme hacia las veinte primaveras. «Las andanzas han sido bastante variadas», advierte uno de sus creadores. Esta compañía made in Cuenca no ha dejado ningún rincón de la geografía española sin pisar labrando tras de sí un reguero de aplausos, buenas críticas y premios. De hecho, también han llevado su repertorio dramático a festivales internacionales y certámenes en países como Rumania, Letonia, Hungría y Canadá. Y siempre, añade, haciendo «patria chica», pues «nos llevábamos dossieres y vídeos turísticos de Cuenca allá donde íbamos».

Una de las claves del éxito es la capacidad camaleónica de Trastos Teatro. La virtud de mimetizarse con todo tipo de escenarios y obras. «Nunca nos hemos limitado a un género o un estilo muy específico», explica Domingo. Empezaron camino con Historias íntimas del paraíso, «con un montaje y una escenografía propia muy moderna»; siguieron con obra propia, como Ojos de luna, Comediantes trae la noche o Crónicas de comediantes; y también han tocado las variettes así como puntales de la interpretación como Ay, Carmela. Una especie de botica, hay un poco de todo. 

Ahora los desvelos de Domingo y de la compañía tienen que ver con ¡Ay, vino divino! Un recorrido «interruptus y festivo» por alguno de los relatos y leyendas del elixir de Baco desde hace más de 6.000 años hasta la actualidad. El dramaturgo explica que es una representación para jóvenes y adultos, y es que partiendo de la historia, sucesos y mitos de esta bebida, se crea un espectáculo «variado y divertido» con tres personajes imprescindibles: el propio vino, el público y un actor. «¿Para qué más?», se pregunta Domingo, al tiempo que suma como punto a favor el hecho de que durante toda la obra se producen «orgasmos báquicos», y es que el público brinda «en torno a unas diez o quince veces» con el actor. Por eso en ningún momento hay una desconexión entre los tres pilares que cimentan la representación. ¿El resultado? Hay que vivirlo para sentirlo, pero tampoco hace falta ser un lince para saber que, por lo general, «la gente se suele ir muy contenta a casa porque el vino siempre da alegría». De esa «catarsis tremenda» entre vino, actor y público ya fue testigo el Teatro Ayala de Daimiel con motivo de la Feria de la Vendimia en octubre, donde la gente se lo pasó «divinamente bien». 

Domingo no esconde nada. Bueno, en la fotografía que ilustra esta última algo sí, por suerte. En lo demás no. Esa personalidad arrolladora y contagiosamente divertida y bromista es su mejor carta de presentación. Es su forma de entender la vida pero, sobre todo, el teatro. «Un juego», dice, con el que continuamente recibes lecciones porque «jugando también se aprende de todo y también de uno mismo». Ese principio como actitud vital no está nada mal. Sobre el escenario, en los talleres de teatro que imparte en el centro penitenciario o en sus pequeñas interpretaciones en el Paseo del Arte. Lo importante es no parar... y divertirte haciéndolo. Domingo, genio y figura.