Cartón y madera

J. Monreal
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Miguel García León

Cartón y madera - Foto: Reyes MartÁ­nez

Creatividad y habilidad manual son dos de las características que se unen en la persona de Miguel. Un madrileño que llegó a Cuenca hace diez años, «y de donde no me pienso mover porque es una ciudad que me encanta», señala el habilidoso funcionario, quien aprovecha sus ratos libres para dar rienda suelta a su gran afición: plasmar con materiales sencillos pequeñas obras de arte. Arte efímero.

«Mi trabajo, o mejor dicho mi diversión, es llevar a cabo las ideas que me sugieren. Todas ellas encaminadas a la decoración de escaparates. Un trabajo en equipo que comienza con una idea, se materializa y más tarde pasa a manos del escaparatista que es quien compone y adapta los elementos al espacio».

La afición, tal vez la vocación, arranca de muy lejos; siendo niño, cuando Miguel compraba recortables en los kioscos para montarlos en casa, «hasta que agoté todos los que vendían y decidí hacer yo mis propias maquetas», señala Miguel.

Habilidad y paciencia.

Su trabajo, o lo que el llama «entretenimiento», parte de una idea a la que poco a poco va dando forma «siempre teniendo muy en cuenta lo que quieres contar con ese montaje. Ahí se combinan muchos factores: tendencias, colores, estilos y algo importante que no hay que olvidar: que llame la atención del posible comprador o simple espectador. La función del escaparate es servir de reclamo. Eso se consigue si hay un impacto visual que hace que te pares frente a las vitrinas de la tienda».

Juega con las ideas y trata de buscar los materiales menos costosos para llevarlas a cabo. «Aprovechas todo cuanto cae en tus manos porque esos elementos no son los que vas a vender y por lo tanto no vas a obtener rentabilidad. Me gusta trabajar, sobre todo con papel y cartón y también con productos naturales que una vez tratados pierden su esencia y se convierten en simple elementos decorativos».

Nada es lo que parece.

Pasea. Recorre la ciudad y su entorno, fijándose en todo cuando hay a su alrededor, «porque observar la naturaleza es la mejor manera de que surjan las ideas que más tarde pasan a hacerse realidad palpable».

Trabaja sin prisas, atendiendo los encargos que le van surgiendo, «aunque a veces tengo que ponerme a trabajar a toda prisa para que los escaparates muestren los productos de temporada. Jugamos con las estaciones, con la moda y con los gustos del cliente. No se trata de colocar un elemento en una vitrina, así, sin más, sino que los objetos cuenten una pequeña historia, que haga que detengas la mirada unos instantes y quede grabada en tu retina la imagen».

Papel, madera, cartón, tijeras, paciencia y habilidad, son algunas de las herramientas con las que Miguel trabaja para satisfacer los encargos de algunos comercios conquenses, y señala que, «deberíamos cuidar más la imagen que ofrecemos, porque la primera impresión es la que más vale. Si algo te impacta, vuelves a mirarlo y, en muchos casos te crea la necesidad de adquirirlo».

Vive y trabaja en Cuenca, y confiesa ser un enamorado de la ciudad, «sobre todo de su casco antiguo, por cualquier rincón, callejuela o plazoleta en la que apenas reparamos. La belleza está ahí, pero hay que saber o querer apreciarla. Eso es lo que nos falta a veces: reposo y paciencia para admirar todo cuanto nos rodea».

Piensa y ejecuta. Diseña y lleva a la práctica los encargos que le hacen.

«Ahora ya estoy dándole vueltas a los próximos trabajos, de cara al invierno, y avanzando un poco más, casi pensando en la primavera», comenta Miguel, quien no descarta, «cuando tenga todo mi tiempo libre montar alguna exposición con los trabajos que he ido haciendo y que van quedando olvidados por casa».

Tiempo al tiempo. Miguel sabe aprovecharlo.