¡Qué viva el Rey del rock!

Galena Koleva (SPC)
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Han pasado 45 años desde la muerte de Elvis Presley, pero el trono sigue siendo para el hombre que revolucionó la música, enloqueció con sus caderas y rompió con la segregación racial de aquella época

¡Qué viva el Rey del rock!

Detrás de cada leyenda siempre hay una gran historia y la de Elvis Presley merece ser contada. Han pasado 45 años desde que su muerte conmocionó al mundo, pero la estrella del rey del rock and roll sigue brillando con fuerza. Su voz única, su arrogancia en los escenarios y su explosiva rebeldía le convirtieron en un icono para una sociedad tradicional y clasista que enloqueció ante el blanco con voz de negro que se atrevió a mezclar géneros tan dispares como el blues, el góspel, el country o pop. 

Pero como ocurre con otros artistas, su carrera estuvo marcada por la tragedia desde el inicio. Nacido en el seno de una familia humilde, Elvis llegó al mundo en enero de 1935 en Tupelo, Misisipi, apenas media hora después de su hermano gemelo. Caprichos de la vida, este nació sin vida, por lo que terminó convirtiéndose en el único hijo de Vernon y Gladys, un matrimonio que se había visto obligado a fugarse tras enamorarse y que tuvo que recurrir a donativos para subsistir. La pobreza y el hambre ensombrecieron los primeros años de Elvis.

Las dificultades financieras acabaron pasando factura. En 1938, su padre fue sentenciado a cuatro años de prisión por falsificar un cheque de apenas cuatro dólares. De inmediato, la familia perdió su casa y Gladys y el niño tuvieron que mudarse.

Fue entonces cuando halló en la música su refugio. El góspel estuvo presente desde su infancia, pues la familia sintió siempre devoción por la religión, y los ritmos negros que resonaban desde los barrios colindantes inundaban cada noche sus oídos. Todo ello acabó moldeando su estilo, el mismo que marcó un antes y un después para el propio Elvis, pero también para el mundo entero. 

Ya con su padre fuera de prisión, se hizo con su primera guitarra, que acabó aprendiendo a tocar con maestría con el tiempo. El mito no había hecho más que empezar.

Oportunidad de oro

Más arruinados que de costumbre, Gladys y Vernon decidieron mudarse a Memphis, la tierra de las oportunidades para su hijo. Allí pasó por la escuela sin pena ni gloria, pero Elvis tenía claro su futuro: quería una carrera musical. 

El gran salto llegó en 1953, cuando se personó en los estudios Sun Records para grabar una canción a su querida madre. Su voz llegó a Sam Philips, un entusiasta por la música afroamericana que vio en el joven la oportunidad perfecta para llevar el género a lo más alto en una sociedad muy marcada por una inmensa segregación racial. 

Philips pronto se dio cuenta de que aquel muchacho no encajaba con un género concreto, ni blues, ni country, ni blanco, ni negro, por lo que decidió construir al rey del rock and roll. Tras unas primeras grabaciones sin mucho éxito, decidió entonces subirle a los escenarios, ante centenares de personas de Memphis, donde actuó como telonero de un conocido artista.

Pocos se esperaban lo que vino después. Repleto de nervios, Elvis comenzó a mover sus piernas y caderas como ningún otro se había atrevido y el furor comenzó: se cree que aún resuenan los gritos y jadeos de las asistentes de aquella noche. El impacto fue casi instantáneo. Poco a poco, su estilo rebelde, sus ojos pintados y sus interminables patillas fueron calando en la gente y las ofertas empezaron a lloverle.

En ese momento, el oficial Tom Parker entró en su vida. Su eterno representante pasó a la posteridad por ser el hombre que encumbró a la superstrella, pero también por haber sido uno de los mayores farsantes de la historia: ni era coronel, ni siquiera se apellidaba Parker. Fuese lo que fuese, lo cierto es que el mánager consiguió que el nombre de Elvis Presley no desapareciese no solo de la música, sino que se relacionase también con el cine: llegó a filmar más de 30 películas.

En 1956, alcanzó un acuerdo con la productora RCA y promovió el lanzamiento de Heartbreak Hotel, logrando el primer número 1 de Elvis. Durante el tiempo que Parker se mantuvo con él, llegaron éxitos como Hound Dog, Love me tender, Can't help falling in love o Jailhouse Rock, y una larga lista de temas que aún siguen emocionando.

El camino hacia la adicción

Más allá de su pasión por el espectáculo, fue su ingreso en 1968 en el Ejército lo que marcó su vida para siempre. Fue entonces cuando comenzó a coquetear con las anfetaminas tras el gran golpe que supuso la muerte de su madre, y la adicción le acompañó por siempre.

También durante sus años en el frente conoció a su única esposa, Priscilla, quien pese a su corta edad -era 10 años menor que él- le cautivó como nadie y se casaron en Las Vegas. Cinco años después, se divorciaron, y se dice que Elvis jamás se recuperó. Ya en aquella época su salud se encontraba deteriorada, en parte por el ritmo frenético al que le sometía Parker, pero también por sus sonados vicios al alcohol, las drogas y la comida. Pese a ello, Elvis no dejó de lado su pasión por la música y encontró en el Hotel Internacional de Las Vegas su redención (llevaba ocho años sin pisar un escenario), pero también fue el principio de su decadencia. La estrella del rey se estaba apagando.

Elvis Presley debía coger un avión el 16 de agosto de 1977 para una nueva gira, pero su novia de entonces, Ginger Alden, le encontró sin vida en el baño de su casa. La autopsia reveló que falleció de una enfermedad cardíaca, pero también halló restos de hasta 14 drogas en su sangre, por lo que su muerte siempre estuvo llena de incertidumbre.

Dos días después de la tragedia, cientos de miles de personas acudieron a su funeral y acompañaron por última vez al hombre que escandalizó y conquistó a partes iguales. Su vertiginosa vida había llegado a su fin pero la leyenda todavía se mantiene intacta.