La familia 'piscinera'

Leo Cortijo
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Alejandra Luján regenta desde hace 15 o 16 años –«ya he perdido hasta la cuenta», confiesa– la cafetería del complejo deportivo Luis Ocaña y el quiosco que ahora, en plena canícula, hace las delicias de más de uno.

La familia ‘piscinera’ - Foto: Reyes Martínez

Aviso a navegantes: aunque todo el mundo la conoce por Sandra, Alejandra prefiere que en esta contraportada aparezca el nombre que figura en su DNI. Y, como no puede ser de otra manera, el entrevistado manda en este caso. Alejandra regenta desde hace 15 o 16 años –«ya he perdido hasta la cuenta»– la cafetería del complejo deportivo Luis Ocaña y el quiosco que ahora, en plena canícula, hace las delicias de más de uno en la piscina. Nada más que arranca el verano y se da el pistoletazo de salida a la temporada de baño, ella y su marido alzan la persiana del pequeño establecimiento para estar «de lunes a domingo» porque ahora mismo «no se para». 

Allí despacha snacks, refrescos, chucherías, helados, granizados… ¡hasta bocapizzas! De todo un poco, vaya, «para disfrutar de una buena tarde entre baño y baño». Con el paso del tiempo ha ido construyendo su particular parroquia. Ella dice que son «la familia piscinera». A muchos los ha visto crecer porque desde que apenas habían echado a andar ya venían a los cursos de iniciación. Ahora, argumenta, son hombres y mujeres hechos y derechas… aunque acaben de cumplir la mayoría de edad.

Son muchos años y muchos rostros conocidos, por lo que es más que lógico que entre ellos hayan tejido estrechos lazos de unión: «Casi siempre somos los mismos; los que vienen a los cursos en invierno, ahora están también en verano». Unos parroquianos, ya decimos, que le cuentan sus cosas, especialmente los adolescentes. «Que si el primer amor, que si su madre les echa mucho la bronca, que si no les dejan salir hasta tarde...» cualquier excusa es buena para pasar un rato y charlar. «Yo me lo paso pipa, no me aburro», comenta entre risas Alejandra, que adora estos pequeños momentos con los más pequeños de cada casa.

En definitiva, dice, «son críos y vienen a disfrutar… la gente mayor parece que estamos enfadados con el mundo, pero los niños no, siempre están contentos y una se marcha contenta a casa porque traen alegría y te la contagian; en cambio si viene alguien de mala leche te tuerce el día». La verdad es que escuchándola parece no faltarle ni un ápice de razón. Sin duda, es una buena filosofía de vida. Separarse de ciertas personalidades y saber rodearse de gente que aporta y te dibuja una sonrisa en el rostro vale su peso en oro. Eso, como se suele decir, no está pagado.

Y más vale porque ahora en el quiosco de Alejandra lo que se necesita es positividad y ganas de trabajar. Sobre todo esto segundo. El verano está siendo «bastante bueno», comenta, y es que «venimos de dos años parados y hay otro color». Los nubarrones que trajo consigo la pandemia se han ido, y esperemos que sea para no volver. Nubarrones que, en lo meteorológico, por cierto, es lo único que ahora puede aguar la 'fiesta' de Alejandra. Al cielo implora que no haya más tormentas porque día de mal tiempo es día perdido. Jornadas que no tienen absolutamente nada que ver con las que luce el sol de forma esplendorosa: «Por las mañanas, lleno de niños y por la tarde, de familias y grupos de amigos». «Hay bastante animación», explica con una sonrisa de oreja a oreja.

Y que así siga siendo, porque esa alegría se contagia y no puede traer más que cosas buenas. Esa alegría es una actitud incuestionable ante los retos, las amenazas y los problemas que la vida, irremediablemente, nos plantea día sí y día también. Para grises y negros ya tenemos bastante con algunos cielos que a nadie gustan, y menos en estos momentos. Aún así, es inevitable que éstos se presenten de vez en cuando, pero tranquilidad, que después de la tormenta siempre llega la calma. Pase lo que pase, siempre escampa.