Y sonó de nuevo el rugido de las turbas

L.O.
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Cuenca vive uno de los grandes momentos de su Semana Santa en la Procesión 'Camino del Calvario', que llenó de gente las calles de la capital durante las primeras horas del Viernes Santo

Viernes Santo de turbas

Con la noche aún sobre Cuenca, los turbos llegaron a la plaza del Salvador para llamar a las puertas de su iglesia y dar así comienzo a la Procesión con la que la capital arranca el Viernes Santo. Un desfile procesional que cada año -aunque llevaba 3 sin celebrarse, dos por la pandemia y uno más por la climatología, y cuatro de manera completa, ya que en 2018 se suspendió a mitad del recorrido por la lluvia- congrega a miles de personas por las calles conquenses y que vive sus momentos más emocionantes en la Plaza Mayor.

Se abrieron las puertas del Salvador para que el Nazareno arrancase su 'Camino del Calvario', su discurrir hacia la Crucifixión. Fuera del templo, los turbos esperaban ansiosos, con una ilusión que se desbordó a la salida del paso. "¡Que lo bailen, que lo bailen!" y "¡Arriba, arriba!", los gritos de 'guerra' de estos peculiares nazarenos retumbaron por una ciudad que se adelantaba al alba entre roncos tambores y destempladas cornetas. Tras el guión morado de la Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador, apareció esplendoroso el grupo escultórico de Nuestro Padre Jesús Nazareno ayudado por el Cirineo tallado por Marco Pérez. El Jesús de la Seis, como se le conoce popularmente, pues esa era la hora tradicional de su salida hasta hace unos pocos años, cuando se adelantó el inicio del desfile.

En perfecto orden, y con muchas tulipas -y muchos niños- brillando en la noche de Cuenca, desfiló esta Hermandad con un segundo Misterio, el de La Caída, descendiendo por Alonso de Ojeda y Puerta de Valencia hacia la ciudad moderna. Ambas imágenes de la Hermandad del Jesús del Salvador realizaron su recorrido escoltadas por los soldados de la Guardia Pretoriana de la Pasión Viviente de Tarancón.

Mientras, en el Salvador aguantaba la Turba para esperar a San Juan Evangelista, que este año desfilón sobre andas completamente restauradas por Mar Brox y con una aureola de plata con baño de oro que ha sido donada por un hermano. Bajo el banzo, además, una novedad, ya que por primera vez había una mujer, Laura Espada, la primera en subastar banzo (lo hizo en 2019), según detalló la Junta de Cofradías a través de su cuenta de Twitter. Nuevo estallido de júbilo al ver salir la obra de Luis Marco Pérez, acompañada por la Asociación Musical-Cultural La Concepción de Horcajo de Santiago. Una banda que puso música a los 'bailes' de los banceros a lo largo del recorrido.

En silencio. Y de la algarabía al silencio más respetuoso. Así salió del Salvador el Encuentro. En el ambiente, a pesar de que aún quedaban turbos en la plaza para recibir a la Madre en su Soledad, solo se escuchaba el tambor destemplado que, como novedad, ha marcado el paso de la talla de Vicente Martín durante todo el recorrido. Y tras El Encuentro, Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín, elegante y majestuosa en su infinita tristeza, vistiendo el manto procesional que en 1958 diseñó y bordó Encarnación Román y que restauró y amplió Francisco Carrera Iglesias en 2016. Entre los adornos que lució la talla destacaba el medallón con un icono ortodoxo con la imagen de Cristo, cedido y realizado por el sacerdote Anastasio Martínez, como signo de comunión con los hermanos que sufren la guerra en Ucrania

Tristeza la de la Virgen por el Hijo que camina hacia una muerte segura, pero también por todas las ausencias de aquellos turbos y aquellos nazarenos de capuz que no la pudieron acompañar. Al menos no en su recorrido terrenal, porque en el cielo sonaban sus tambores y brillaban sus tulipas. Mientras, en la herrería de la calle Alonso de Ojeda se agolpaba la multitud para escuchar el Motete a la Virgen entre los sonidos de los martillos sobre los yunques.

La procesión discurría con tranquilidad -como ha ocurrido con los cortejos procesionales de toda esta Semana Santa del 'reencuentro'- por Las Torres y Carretería hasta llegar a las ya famosas Curvas de la Audiencia y ascender, por Andrés de Cabrera y Alfonso VIII a la Plaza Mayor. El sol -aunque seguía el frío- acompañaba ya a este 'Camino del Calvario' repleto de gente, tanto en su cortejo como fuera. ¡Qué ganas había!

No cabía un alma en la Plaza Mayor cuando los turbos estallaron al vislumbrar al Nazareno asomarse por los arcos del Ayuntamiento. Era el momento. Su momento.

Tras el descanso, el cortejo, con la Turba al frente, arrancó su descenso hacia la Iglesia Parroquial del Salvador. Un recorrido con un punto marcado en rojo: el Oratorio de San Felipe Neri. Y es que más o menos a su altura sonó el Miserere al paso de las Sagradas Imágenes, callando el rugido de los turbos. Tras su paso por Peso y Solera, donde se gustaron los banceros del Nazareno y San Juan, las imágenes fueron entrando de nuevo al Salvador.

El Viernes Santo ya ha cumplido su primer acto. Uno de los más especiales de toda la Pasión conquense.