Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Los papistas

04/03/2021

Ha pasado casi desapercibida la noticia de que el Papa Benedicto XVI realizó una entrevista, coincidiendo con el aniversario de su renuncia, en la que aseguraba que sus más directos colaboradores todavía le echaban en cara su decisión hace ahora ocho años. En una sociedad que va a su bola y no mira hacia los lados era más que previsible; sin embargo, para quienes miramos y observamos la actualidad con más detenimiento, creo que las palabras del Papa Emérito tienen mucho más jugo del que se supone. Ya dictó Benedicto una lección magistral en Ratisbona, que todavía chirría en según qué clase de cenáculos. Lo dicho ahora por el Papa Viejo subraya uno de los aforismos más antiguos que en la Historia de la Humanidad existen. No hay cosa peor que ser más papista que el Papa.
Creo que Benedicto es el Papa de más altura intelectual de los últimos siglos. Precisamente por eso, se echó a un lado y dio un paso inimaginable en cualquier otra época de la Iglesia. Ha habido Papas con muy diverso carisma, como Juan XXIII, Juan Pablo II o el propio Papa Francisco. Otros de entrañas abisales como Alejandro VI, León X o Gregorio VII. Luego estuvieron los antipapas, como el Papa Luna, el Papa Clemente o la Papisa Juana, que reventó la Curia con una audacia e inteligencias supinas. Lo de Benedicto es diferente, porque tanto tiempo a la sombra de Juan Pablo II como cancerbero y guardián de las esencias, provocó una mirada diferente de las cosas. Cuando Ratzinger llegó a Papa ya se sabía todas las historias y había leído todos los libros. La paloma se posó en él, harta de tanto cansancio.
Y, sin embargo, el Papa Viejo no deja de dar lecciones desde su retiro. Ahora advierte de los papistas, los ortodoxos, los que pagarían hasta con la última gota de su sangre por alguno de sus preceptos. Y, sin embargo, todo es mentira. Porque esos mismos que se consideran guardianes de las esencias, de uno y otro lado, son los primeros que recogen manguera y guardan la sangre cuando a ellos les toca. Son los Torquemada, Richelieu o Rasputines que no dejan a sol y a sombra crecer la hierba. No hablo de la Iglesia, que está muy por encima de todo eso, pues ya hace tiempo que advirtió aquello de que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda. Hablo de la sociedad civil y las banderías, de los monárquicos y republicanos, de los rojos y azules, de los cansinos y cansinos.
Los tiempos se han revuelto y han regresado a las ortodoxias, los dogmatismos y lo infalible. Pablo Iglesias, que es más chulo, habla de cabalgar contradicciones, pensando que cabalga otra cosa. Ojalá fuera tan clarividente para sus justificaciones como para sus agravios. Él es uno de los Torquemadas que se atraviesan en el gaznate nacional. Lo mejor que hizo España en siglos fue la Transición, la elevación máxima de la herejía, la heterodoxia, la renuncia de principios y el abrazo de los unos con los otros. Y el consorte de la jefa de la niñera se lo quiere cargar desde Galapagar.
Luego están los de derechas e izquierdas, los fachas y los rojos, los tigres y los leones. Yo siempre fui un cruce de caminos y eso espero seguir siendo. Menéndez y Pelayo puso a caer de un burro a los heterodoxos porque vio en ellos el punto de fuga de España. No es para tanto, aunque cuando la heterodoxia se vuelve irresoluble y problema de orden público, llega la caballería y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Benedicto sigue rezando y dando gracias a Dios de la que se ha librado.