Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


Malos tiempos para la cultura y los autores

22/03/2022

Cada año se repiten los pésimos datos de la SGAE sobre los ingresos de artistas, escritores y compositores. Solo un porcentaje ínfimo de ellos supera los treinta mil euros al año de ingresos, y la práctica totalidad ha de recurrir para vivir a realizar otras tareas. La retribución de cualquier obra de arte, pensamiento, partitura o libro sigue siendo en España, y para el común de la ciudadanía, una cuestión secundaria. Para colmo, las formas de recaudación que la asociación que agrupa a los autores, actuando en nombre de las autoridades, ha utilizado tradicionalmente, han establecido una especie de guerra fría entre ellos y muchos profesionales autónomos, a cuenta de derechos de reproducción que no están nunca ni demasiado claros ni demasiado probados.
Finalmente, el potentísimo grupo de presión que constituyen los que siempre están tras las redes sociales, ha cauterizado buena parte de las medidas de protección y retribución de los artistas profesionales tradicionales, asociando a conceptos de veto o límites de uso de la red lo que solo debe ser un control para pagarle a cada uno el producto de su pensamiento y de su esfuerzo. Una democracia de primer nivel presidida por el pluralismo político y la libertad requiere que tanto los poderes públicos como los ciudadanos valoren el esfuerzo del trabajo de todas las profesiones, en términos de dignidad tanto como de productividad. Yo me considero un liberal en lo económico y creo sin dudar que solo la iniciativa privada, grande o chica, puede terminar con el paro.
Creo que los derechos de todos en el futuro, que cuestan mucho dinero, van a depender de que los autónomos sean los reyes de nuestro universo y que en ellos los impuestos sean historia. Ahora bien, creo que sin la concurrencia de empleados públicos, docentes, sanitarios y, desde luego, artistas, terminaríamos llegando a una sociedad desguarnecida de moral y superación. La pobreza no es solo la que conocemos (especialmente los artistas, por lo que queda demostrado): también es aquella que sale de una sociedad cuya única orientación es el producto inmediato de fácil consumo que le cubre el ocio de manera desorganizada y carente de poso.
Hablar de estos problemas en la España de hoy es predicar en el desierto, pero si seguimos desplazando el protagonismo de políticas culturales, o las de investigación y desarrollo, en espera de la hipotética y no asegurada llegada de la época de vacas gordas, habremos profundizado en el déficit acumulado que en esta materia asumimos como sociedad.